¡Hola a todo el mundo!
Bueno… quien dice a todo el
mundo, dice más bien a quien aún me tenga en su lista de blogs, como para que
le salga el aviso de que ha habido una actualización en El Edificio de las
ovejas. Después de tanto tiempo, y tal y como está la bloggosfera en los
últimos años (¡maldito seas, facebook!), me sorprendería que se percatara de mi
presencia alguien más que los incombustibles. ¡Manifestaos si estáis ahí!
Cerré el blog al comienzo del
último curso de los llamados “nuevos estudios”. Y menos mal, porque si
no, no sé qué habría sido de mí. Hoy se me ocurrió que sería
divertido volver a pasarme por aquí. Bueno, para ser sinceros, me dio un
arrebato de nostalgia que me llevó a leer antiguas entradas y comentarios, topándome
con uno que me movió algo por dentro y me llevó a escribir este post. Decía así:
"¡¡Un año sin El edificio de las ovejas!!
¿Ni siquiera una entrada conmemorativa? ¿Un repaso a tu año sin blog? ¿Un algo por pequeñito que sea?
Fdo:
Peibolistas desanimados."
Mucho ha llovido desde aquel “punto
y final”. Casi tres años, que se dice pronto. Y no es poco lo que he vivido
desde entonces. He asomado la cabeza alguna vez por el blog de La Exorsister,
que también cerró su templo, para sorprendernos siglos después con una
actualización como la que estoy haciendo yo ahora. Concretamente, por si a
alguien le diera por curiosear, aquí están mis participaciones como redactor invitado.
En el momento de publicar mi
última entrada comenzó un curso bastante contrastado. Para empezar la rivalidad
entre los dos grandes bandos de clase se
remarcó aún más, haciendo que el clima llegara a ser realmente hostil. Digamos
que había tres bandos diferenciados: Por un lado estábamos nosotros, “el
lateral” (nos sentábamos en un lateral), por el otro “los repetidores”, que al acudir
solamente a un par de clases iban a lo suyo, y por el otro “las zorras” (no
podían tener otro nombre). Estas profesaban una animadversión hacia nosotros
que nunca llegamos a comprender, y como es lógico despertaban el mismo
sentimiento por nuestra parte hacia ellas. Un factor a tener en cuenta es que si
bien el año anterior habían sido las reinas del mambo por contar con el favor del
profesorado, ese año se cambiaron las tornas con el nuevo personal docente, al
que por alguna razón le caímos nosotros especialmente en gracia. Bueno, por
alguna razón no. No era difícil ver que nosotros éramos gente normal, simpática
y agradable, y ellas unas frustradas que se pasaban el día maquinando para ver
cómo meterle el dedo en el ojo al personal, y dejar mal a quien hiciera falta. Lo
que vienen siendo unas zorras, vaya.
Esta deferencia del profesorado hacía
que se las llevara el diablo (el de verdad, no JuanRa, que todos sabemos que en
realidad es un cacho de pan), y que todo se enrareciera cada día más. Llegado
el día de la graduación, cada grupo se fue a celebrarlo por su lado, y nadie ha
vuelto a tratar con el otro bando. Yo conservo mis amistades de entonces, y
supongo que ellas también, pues ya se sabe que “Dios las cría y ellas se juntan”.
Sí, sé que todo suena muy a película adolescente de instituto americano, con la
capitana de las animadores y sus secuaces intentando hacer bullying a las otras
candidatas a reina del baile. Pero era así. Nunca podré entender por qué.
¿Significa eso que fuera todo
horrible? En absoluto. Fue un curso genial, porque nosotros no nos hacíamos
sangre, lo pasábamos en grande por nuestra cuenta, vivimos experiencias para el
recuerdo, nos unimos más, la relación con los profesores era excelente, y si
bien el periodo de prácticas para algunas personas fue traumático, para mí fue
maravilloso. Me tocó hacerlas junto a la más cercana de mis amistades de clase,
que siempre había compartido conmigo la fantasía utópica de que nos tocara
juntos. Mi tutora y yo conectamos de forma genial, aprendí un montón, y disfruté
como pensé que no lo haría. Aún hoy sonrío al recordarlo.
¿Cuál es la cara B de este final
tan de película Disney? Pues que desde entonces no he encontrado trabajo
de esto, y ha sido ahora, dos años después de finalizar, cuando me han hecho la primera oferta laboral relacionada. Esperemos que sea el principio
de un patrón.
En vista de cómo estaba el mercado
laboral, y que no quería quedarme sólo con esa titulación, empecé una nueva carrera a distancia, que podía compatibilizar fácilmente con el trabajo que hasta hace poco estuve desarrollando. Encadenando contratos cortos (que siempre sale más a cuenta que hacer fijo a nadie, ya se sabe), estuve prácticamente desde que acabé los nuevos estudios trabajando en aquella oficina de información turística de la que os hablé aquí, y exceptuando el
último mes, en el que la situación se volvió tensa a raíz de una serie de historias
que ahora no procede contar, la verdad es que era una gozada. Hablaba con personas
locales y guiris, vacilaba con ellos, me llevaba estupendamente con los
compañeros de trabajo, y había tan buen clima entre todos que realmente daban
ganas de pasar el día allí. Además, en los ratos muertos, una
vez que me quedaba por mi cuenta (una cuarta parte de la jornada la pasaba solo)
me podía poner a subrayar apuntes. Estaba en la gloria. Lástima el sueldo de
mierda y el uniforme infame. No se puede tener todo.
Clases y trabajo aparte, he
intentado seguir cultivando mi gran pasión, que es viajar, y como estaba
cobrando lo he tenido más fácil para poder ahorrar y ver mundo.
Dentro del archipiélago, además
de mi semana de Lanzarote anual, y mis escapadas habituales a Gran Canaria,
volví a ir a La Gomera, que hacía siglos que no iba, lo cual es una vergüenza
teniendo en cuenta que tengo allí familia, casa y recuerdos de infancia.
Si ampliamos la frontera a
terreno nacional, fui a ver a mi prima a Madrid, conocí Sevilla y en breve iré
a Málaga. Y de fronteras hacia afuera… ¡Ha sido genial!
¡Roma, Estambul, Praga, Budapest,
Londres, Colonia, Bonn, Copenhague, … !
Todo ello en diferentes
modalidades: Pasando la semana completa en un buen hotel para visitar la ciudad
con calma, de viaje mochilero y albergues con El Zorro, en familia a la vieja
usanza, de escapada romántica, o como hice por primera vez en mi vida, y de lo
que me siento especialmente orgulloso, viajando por mi cuenta y conociendo a gente del
lugar. Ha sido genial, y sin embargo me ha sabido a poco, pues uno se
acostumbra enseguida a lo bueno, y ya estoy relamiéndome pensando en los
siguientes viajes: un par de días en París que ya tengo apalabrados con alguien, un tour por Viena, Bratislava y Karlovy
Vary, una escapada de fin de semana a Berlín a ver a un amigo, otro viaje de
mochilero… ¡Qué ganas!
Durante este lapso de ausencia he
pasado de una rutina diaria de clases a tener que aprender a gestionar mi
tiempo eficientemente, como para poder llevar al día los mil trabajos mensuales
de la universidad (puto plan bolonia); he pasado de acudir a un aula y tener contacto
con profesores y compañeros, a sentarme en mi escritorio en pijama para
trabajar. He pasado de tener trabajo a tiempo parcial y posteriormente a tiempo
completo, a estar actualmente cobrando el paro y viviendo del estado. He dejado atrás los 25 años que tenía
cuando cerré el blog para ver con horror los 29 a la vuelta de la esquina. ¡29 ya, joder!
En definitiva, han pasado
muchas cosas en estos tres años, en los que he conocido a gente muy interesante y he hecho amigos internacionales, lo cual ha
sido genial para no perder la práctica del inglés. He aprendido mucho, pero no
de la universidad precisamente, y he tratado de hacer acopio de experiencias, porque
al final de eso es de lo que se trata la vida, más allá de la acumulación de
títulos, trabajo y dinero. Una de mis frases favoritas de Mafalda es que “lo
urgente no deja tiempo para la importante”. Creo que todos podemos sentirnos
identificados con ella, cuando hemos tenido esa necesidad de parar el mundo, de
desvincularnos por un momento del frenesí diario, las obligaciones, los
compromisos y presiones de todo tipo, para poder llevar a cabo esa idea o
vivencia que siempre hemos tenido en mente, y conectar de nuevo con alguna persona o con
nosotros mismos. En definitiva, disfrutar de lo que de verdad te hace feliz,
sin sentir que es una banalidad a posponer “con todo lo que hay que hacer”.
La idealizada época de los veintilargos es para muchos de los de mi generación un quebradero de cabeza, en el que hemos de lidiar con la realidad laboral, las malas elecciones académicas y personales del pasado, y la incertidumbre de un futuro que no pinta nada halagüeño, pero en el que hay que hacerse hueco de un modo u otro, tratando de no contagiarse del derrotismo generalizado, algo harto complicado.
La idealizada época de los veintilargos es para muchos de los de mi generación un quebradero de cabeza, en el que hemos de lidiar con la realidad laboral, las malas elecciones académicas y personales del pasado, y la incertidumbre de un futuro que no pinta nada halagüeño, pero en el que hay que hacerse hueco de un modo u otro, tratando de no contagiarse del derrotismo generalizado, algo harto complicado.
Honestamente, no sé qué será de
mí en un futuro a medio plazo. Más allá de acabar la carrera, buscar trabajo de
ello, y seguir luchando por trabajar al menos un tiempo de algo relacionado con
aquellos “nuevos estudios”, para sentir que no tiré esos años a la basura; me
planteo muchas posibilidades, y a la vez ninguna en firme. Desde distintas ideas
de negocio, a desarrollar proyectos por cuenta ajena, mudarme a la península o
al extranjero a probar suerte, o dar un braguetazo y dejarme de preocupaciones. Eso sin duda, sería lo más práctico.
Lo único que sé hoy por hoy es que
aunque todo pinte de pena hay que tirar para adelante. Quizás una de esas aficiones a cultivar para desconectar de las obligaciones sea retomar el blog, o
por lo menos la escritura. Quizás lo sea empezar un proyecto nuevo, aunque
relacionado. O quizás siga intentando estar lo más retirado posible
del mundo cibernético, porque es como el chocolate negro, y de igual forma que no puedo
comerme “solo” una onza de una tableta, no puedo conectarme “solo” media horita
a internet.
Ya lo decía la madre de Forrest
Gump al hacer la analogía entre la vida y la caja de bombones: nunca
sabes lo que te puede tocar (¿veis cómo no puedo dejar de pensar en el chocolate?) A mí, por el momento, me toca darle al botón de
publicar y ver si hay alguien que siga al otro lado. Más allá de eso y de mis planes más inmediatos, no puedo tener muchas más pistas de lo que va a ser de mí. Pero será interesante ir averiguándolo, ¿no?
¡Un abrazo!
PD. Voy a hacerme un poco de autobombo, que para eso estoy en mi blog: por si alguien ahí fuera tiene instagram y quiere echar un ojo a mi cuenta, soy elperenquenazul