¿No entran ganas de ir?
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miércoles, 31 de marzo de 2010
Fotos desde Estocolmo
¿No entran ganas de ir?
lunes, 29 de marzo de 2010
Estocolmo: La increíble ciudad helada
Lo primero que hicimos al llegar a Estocolmo, además de ponernos el chaquetón, fue abrir la boca ante lo que se extendía ante nuestros ojos: La capital sueca es alucinante, y algo totalmente distinto a los que jamás había visto.Si a Ámsterdam la llaman la pequeña Venecia, Estocolmo es conocida como la Venecia del norte; la gente no es muy original poniendo nombres a los sitios con canales. La ciudad es un conjunto de islas unidas por puentes, pero a no ser que lo veas todo desde las alturas, no te da la sensación de estar saltando de una a otra; sencillamente vas caminando y a veces te das cuenta de que estás cruzando sobre el agua. No hay grandes edificios, pero si grandes moles; más robustas y anchas que altas. Si supiera de arquitectura hablaría de las cualidades de las construcciones, pero como no tengo ni idea diré que eran todas muy bonitas. Algunas son como de la edad antigua oymedieval, y otras parecen enormes casas de muñecas. Todo guarda armonía con el entorno y no hubo nada que me causara rechazo o indeferencia. Es un lugar increíble.
La mayoría de los lagos estaban congelados, y nosotros dormíamos en un barco-albergue atrapado en uno de ellos. Era curioso ver todas las embarcaciones amarradas y petrificadas, como resignadas ante la idea de que no podrían moverse de allí en mucho tiempo. Nuestro hostal estaba pero que muy bien; tenía una confortable sala de estar con todo lujo de detalles, que te hacía pensar que estabas en el salón de una gran casa… hasta que mirabas por la ventana y comprobabas que en lugar de jardín y una piscina, el hielo se extendía imponenete hasta el horizonte.

Se trataba de una prisión reconvertida en albergue juvenil, pero que conservaba todas las características que hemos visto en las películas. Entrabas en una fortaleza de la que te parecía que no volverías a salir, y cuando llegabas al vestíbulo te topabas de frente con el sórdido pasado del edificio. A lo largo de un estrecho pasillo se distribuían las celdas (ahora habitaciones), y esa estructura se repetía en las dos siguientes plantas, que al igual que las cárceles tradicionales, bordeaban un gran hueco central. A modo de guiño macabro, todo estaba ambientado con motivos penitenciarios: los llaveros eran una cadena con una bola de preso colgando, había barrotes por doquier, y las habitaciones conservaban la distribución tradicional de las celdas: dos literas pegadas a las paredes y una mesita al medio. Sólo faltaban las muescas en la pared marcando los días de encierro.
Una de las cosas que más llama la atención de los suecos es que no hacen ruido; ninguno. Una mañana estábamos sentados en las escaleras de una plaza muy transitada, cuando nos dimos cuenta de que nuestras voces eran las únicas que se oían, así que decidimos callarnos un momento. Aunque parezca mentira sólo se oían pisadas, Siendo conscientes de que con las bajas temperaturas no sobrevivirían la flores, los suecos las sustituyen por plumas, de modo que en la entrada de los edificios y los balcones, veías cientos de plumas de colores pegadas a ramitas, como si de verdad hubieran brotado de la madera.
Hablando de frío, en este viaje pude experimentar algo con lo que siempre había soñado: ¡Una pelea con bolas de nieve! Íbamos paseando por una zona boscosa, próxima al castillo que íbamos a visitar, cuando nos topamos con una montaña de nieve. No había mucha, pero sí lo suficiente como para que sacáramos a nuestro niño interior... y no volviéramos a dejarlo entrar en mucho tiempo. ¡Quiero nieve en Santa Cruz!
Ese día emulamos a Jesucristo caminando sobre las aguas heladas, y divisamos la estampa más popular de la ciudad desde el mirador principal (última foto). Estábamos en la gloria.

sábado, 27 de marzo de 2010
Fotos desde Ámsterdam
Amigosister y yo dentro de un zueco.
La casa más estrecha del país, que ocupaba lo mismo que la puerta de la entrada.
¿No se supone que los bustos tienen siempre una expresión solemne, y no cara de que les estén contando un chiste?
viernes, 26 de marzo de 2010
Ámsterdam: Libertinaje cosmopolita
Pasamos la noche en el aeropuerto, a la espera de coger temprano un avión rumbo a Ámsterdam. Como iban a ser muchas horas las que estaríamos tirados, decidimos dormir allí, en el suelo helado, sin caer en la cuenta de que por muy bohemio y desenfadado que se viera desde fuera, por dentro lo que íbamos a coger era un trancazo de dimensiones épicas. Efectivamente así fue… pero sólo en mi caso; ellos dos se despertaron y recogieron el campamento como si nada. ¡Qué hijos de puta!
Ámsterdam es denominada la pequeña Venecia, pues está atravesada por anchos canales navegables, en los que mucha gente tiene amarradas sus viviendas flotantes. Es fácil perderse porque las casas son muy homogéneas, y los puentes no sirven como referencia porque hay tantos como quieras imaginar. Es una ciudad muy agradable, donde destaca por encima de todo el ambiente que se respira; todo el mundo se mueve en bicicleta (¡hay millones!) y es la sede europea del libertinaje. Para empezar, como todo el mundo sabe, el consumo de marihuana en locales es legal. Hay infinidad de "coffe shops", en los que además de una taza de café y un sandwich, puedes pedirte con total tranquilidad la hierba que quieras tomar, que como si de una bodega de vinos se tratara, hay para todos los gustos. Además de la María, se venden setas alucinógenas como quien se compra una bandeja de champiñones en el Mercadona; los sex shop y los espectáculos de sexo en vivo son tan comunes como cualquier comercio de barrio, y la prostitución es legal.
Las prostitutas son trabajadoras visibles con todas las de la ley, y lucen como super hembras de revista porno, y no como marginadas demacradas. Trabajan en los famosos escaparates de cara al público que hay por varias calles de la ciudad, especialmente en el barrio rojo, e impacta mucho verlas allí, como maniquís de tiendas de lencería. Lejos de poner poses sensuales y pasarse la lengua por los labios de forma
El primer día conocimos a unos granadinos y fuimos a tomarnos algo juntos; es curioso el hermanamiento que se da entre los españoles cuando se encuentran en el extranjero; nadie se imagina proponerle a alguien de su ciudad tomarse algo por ser del mismo país, y sin embargo cuando estamos de viaje lo vemos como lo más normal del mundo. El caso es que la primera noche fuimos con ellos a un famoso Coffe Shop cercano, que se ha convertido en un lugar de culto después de que rodaran en él una escena de Ocean´s eleven. Los propietarios son conscientes de lo que atrae eso a los mitómanos, así que tienen una pantalla en la pared en la que repiten en bucle la secuencia en cuestión. La pareja granadina, mi hermana y su amigo pidieron una tarta de chocolate... con extra de "chocolate"; yo no podía probarla porque estaba con un gripazo y tomando medicamentos, y el camarero me recomendó que lo dejara estar, porque seguramente me sentaría fatal. El resultado fue que media hora después, cuando ya creían que les habían estafado, les entró la risa más imbécil del mundo; empezaron a partirse el culo con la mandíbula desencajada, casi llorando, y mientras ahí estaba yo, con el moquillo colgando y el mal cuerpo mirando para otro lado, esperando que se les fuera la tontería. Si al menos pudiera haber participado en la conversación igual me habría divertido, pero es que no hablaban, sólo se reían a carcajadas. Fue fascinante... ¬¬
Las visitas más célebres que hicimos fueron el museo Van Gogh y la casa de Anna Frank. Me encanta Van Gogh, y poder ver de cerca la mayoría de sus obras emblemáticas fue un lujazo por el que mereció la pena la sablada de la entrada. La casa de Anna Frank era el edificio real en el que se había escondido la niña más famosa del holocausto; mientras te iban explicando en qué condiciones vivió junto a su familia, te movías por los escenarios reales de aquella historia, haciendo que resultara todo mucho más cercano y sobrecogedor que quedándote sólo con las descripciones del libro.Tres días después de movernos por el mundo de los tulipanes y los zuecos, cogimos un avión para ir a una tierra muy lejana y completamente diferente...
miércoles, 24 de marzo de 2010
El viaje de mi vida
Esta semana santa no me voy a ir a ningún lado, entre otras cosas porque Era Marzo de 2006 y mi hermana me llamó por teléfono; ese año estaba de Erasmus en Irlanda, y me hizo una proposición difícil de rechazar. Me contó que ella y sus amigos guiris estaban pensando ver varios países en plan mochilero, y me invitó a unirme a ellos y de paso hacerle una visita, que hacía cuatro meses que no la veía. Aquello supondría hablar todo el rato en inglés con un grupo de desconocidos; tenía el idioma muy oxidado y puede que no congeniara con ellos, pero casi enseguida (me dio dos días de margen) supe que le contestaría que sí; en el peor de los casos iba a conocer varias ciudades y ver a la Exorsister, así que sólo por eso merecía la pena. Al poco de confirmárselo me informó de que la gente se había ido rajando, así que finalmente seríamos ella, su amigo de la facultad que también estaba de Erasmus (es decir, otro tinerfeño), y yo; mucho mejor así, prefiero los grupos pequeños.
Un aplauso por la foto, que me quedó estupendaA pesar de que he viajado solo en más ocasiones, nunca deja de resultarme un poco estresante; normalmente delego el tema de los papeles y los pasajes en quien vaya conmigo, porque no tengo cabeza y confío más en cualquier otra persona para que las cosas salgan bien. Cuando me tengo que valer por mí mismo voy muy tenso, porque debo tener alerta los cinco sentidos para no cagarla y acabar en Rusia. Tras pasar todo el día viajando llegué de noche a mi destino; anunciaron que ya estábamos en el aeropuerto, así que obediente cogí mis cosas y entré en el recinto. Nos habían dejado en una ridícula sala de espera con apenas quince asientos, una cafetería minúscula y un aseo asqueroso. ¿Qué clase de aeropuerto era ese? Debía tratarse del lugar en el que hacían esperar al pasaje antes de derivarlos a la zona de facturación y embarque, pero aún así aquello no tenía ningún sentido; era como estar en un aeropuerto de juguete, como si hubieran montado la sala para hacer un sketch.
Como más vale parecer imbécil por preguntar obviedades, que serlo por no preguntar algo que te podría ser útil, me acerqué a una de las trabajadoras para que me sacara de dudas:
- Eh… ¿Esto es el aeropuerto?
- ¡Pues claro!
- Pe… pero… ¿y el resto?
- ¿Qué resto? ¿Tú no ves los aviones ahí fuera?
- Sí, pero…
- ¿No cogiste la guagua que hace el recorrido hasta aquí?
- Eh… esto… sí.
- ¿Entonces qué coño me estás preguntando?
- … ¬¬

Le planteé la misma cuestión a un par de personas que me hicieron sentir igual de gilipollas; lo único en lo que acertaban todos era en mandarme a esperar sentado. O yo no me sabía hacer entender, o ellos no se querían dar por enterados, pero no hubo forma de sacar nada en claro de aquella gentuza. Me estaba envenenando y no quería perder los nervios, así que respiré profundamente, saqué el Mp3 y decidí escuchar un par de canciones mientras me tranquilizaba, porque notaba que las arterias estaban a punto de explotarme. En esas estaba cuando me llamó mi hermana para ver dónde estaba, que llevaban un rato esperándome; le conté encochinado lo ocurrido y acabó concluyendo que debía encontrarme en el aeropuerto... pero en un edificio anexo, cerca de Mordor, que es donde se gestionaban las guaguas; una información que los cabrones que me atendieron no fueron capaces de facilitarme. Vino a dar conmigo y me acompañó hasta el edificio central, escuchando insultos y blasfemias en alto en lugar de una acogida como Dios manda.
Al llegar a la terminal fui directo al baño; el de hombres estaba cerrado y los siguientes aseos estaban a tomar por culo, así que me metí en el de mujeres, que para mear cualquier vater sirve. Salí y fui de nuevo a dar con ella. Lo primero que le dije, ya más relajado, es que una señora me había mirado mal al verme salir del baño de mujeres. Antes de continuar con el relato y explicarme, me percaté de que su amigo también estaba allí saludándome con cara extraña. A eso se le llama cagar la primera impresión…(Continuará)
viernes, 19 de marzo de 2010
¡Cállense, por Dios!
¿Recuerdan lo que conté de los evangelistas escandalosos que había frente a mi casa? Cada vez que les oía mi mente se ponía en funcionamiento para idear cómo acabar con ellos; daba por hecho que ir a dialogar no serviría de nada, porque sería como pedir que en una catedral las campanas replicaran más bajito. Siendo así la cabeza se me iba siempre por otros derroteros, casi todos ilegales.
filas de bancos flanqueando un pasillo central que miraba hacia un altar, en el que unos cristianos enrollados cantaban polladas místicas. Pensé en subir al escenario, coger el micro y pedirles que se callaran de una puta vez; lo haría de forma que no me apedrearan desde el primer minuto, diciendo algo así como: "Hola... sólo quería decir que creo que la enseñanza más valiosa que nos dio nuestro señor es que debemos repetarnos los unos a los otros, por eso creo que deberían predicar con el ejemplo y ¡BAJAR LA PUTA MÚSICA, JODER! Muchas gracias."
- ¿Qué querías?No se les ha vuelto a oír, y yo me siento más en armonía con el universo que nunca. ¿Será cosa de "El Señor"?
lunes, 15 de marzo de 2010
Economía para quinquis
El otro día fui a visitar a una amiga que trabaja en una tienda Movistar, y mientras esperaba a que atendiera a un cliente, no pude evitar escuchar la conversación que mantuvieron. Se trataba de un quinqui adolescente, pinta y cara de extrarradio incluídas, consultando dudas sobre su carísimo iPhone nuevo:viernes, 12 de marzo de 2010
El reencuentro con Julia
Anoche volví a ver a la Julia Roberts canaria (aquella conductora de guagua que se parecía muchísimo a la actriz); subí a bordo de su línea como todos los días, y al meter el bono comprobé que ahí estaba de nuevo. - Pfff… te compadezco, porque te estaba viendo por el espejo y no te suelta ni aunque no le des conversación. :o
- Es que es eso. Me puse los auriculares a ver si se daba por aludido y me dejaba en paz, pero ni así se calla.
- Pues nada, quédate por aquí sin problemas, que no tienes necesidad de estar aguantándole el rollo y así me haces compañía. ;)
Me estaba contando lo harta que estaba de tener que soportar elementos así en el turno de noche, cuando el susodicho vino a dar con nosotros para taladrarnos a los dos la cabeza. Pasamos de él, se bajó y seguimos hablando. Fue entonces cuando me aventuré a comentarle lo que en su día me había auto-censurado para que no pareciera que le tiraba los trastos:
- Oye, ¿te puedo decir algo que igual te suena extraño? :o
- Ah, dime dime :)
- ¿Sabes que eres clavada a Julia Roberts?
- Jajajajajaja ¡Muchas gracias! :D
- Te lo habían dicho alguna vez, ¿no?
- Jajajajajaja, sí, lo cierto es que me lo suelen decir bastante.
- Es que recuerdo que la primera vez que te vi lo pensé, pero
creí que estaría fuera de lugar comentártelo, que igual te molestaba si estabas acostumbrada a que todo el mundo te lo dijera...- ¡Qué va! Hay muchos pasajeros que me lo han comentado, pero siempre por lo bajo y como con vergüenza. Yo me lo tomo como un halago, porque oye, mejor eso que no que me digan que me parezco a una fea. Aunque yo creo que ella es más guapa. XD
- (...)
domingo, 7 de marzo de 2010
Piercings
Ayer iba en el tranvía, y un desagradable sonido de ventosa llamó mi atención. En medio del vagón, como si quisieran ser vistos por todos los pasajeros, había una pareja de kinkis frotándose y dándose picos. Hasta ahí todo bien (aunque sean kinkis también tienen derecho a magrearse), pero cuando se besaban lo hacían de una forma rarísima, como de medio lado para no chocar los labios directamente. Cuando ella se separó me di cuenta de por qué no se comían los morros con todas las de la ley: él tenía un piercing enorme a un lado de la boca. La mitad de su labio inferior estaba invadida por dos pinchos enormes que salían hacia fuera, y su novia no podía sino acercarse tímidamente a lo que le quedaba libre, porque si no se habría rajado la cara. 40 minutos de tranvía con la chica haciendo malabarismos para no cortarse los labios, me hicieron preguntarme algo que hace tiempo que ronda por mi mente: ¿La gente es imbécil?Me refiero a que no entiendo los piercings; es decir, te pones algo que supuestamente te hace más atractivo… pero que luego te impide desarrollar una vida normal. ¿Qué clase de disminuído psíquico haría
eso? ¿Quién se levanta un día y piensa en ponerse pinchos en la boca, para ser el más guay del barrio pero no poder besar en condiciones?Con los piercings de la lengua pasa tres tantos de lo mismo; los hay redonditos e inocuos (aunque igualmente incómodos para moverla con soltura), y otros que son completamente incompatibles con un morreo. ¿De dónde sale tanto borderline? Se suele dar además, que quienes tienen la lengua taladrada sienten la necesidad de mostrárselo a todo el mundo, y acaban desarrollando un tick automático, que les hace estar todo el día moviendo la lengua por fuera de la boca y dándole vueltas al palito de metal. El día que se den cuenta de que eso “no mola” y les hace parecer retrasados mentales, volverán a meter la lengua en donde debe estar, pero se ve que por el momento nadie se los ha hecho saber.
Si nos adentramos en al absurdo total, los piercings genitales se llevan la palma. Eso sí que NO tiene cabida en mis esquemas; no comprendo que alguien pague porque le taladren la punta de la polla, con todos los riesgos, la incomodidad y el dolor que implica, y que luego encima te vendan que lo hacen porque “da morbo”. Los cojones. ¿Cómo va a dar morbo tener un clavo en el glande? ¡Lo que da es grima! Y quien dice ahí, dice atravesando un pezón o insertado en los labios vaginales. ¿De verdad hay quien prefiera lamer metal en lugar de carne? ¿Y a la hora de meterla? ¿Tienes que ir despacito para que no haya desgarros? ¿Y si es ella la que tiene los remaches ahí abajo y se enganchan en el frenillo? ¡AAAAUUU!
En cualquier caso estos quedan ocultos, para sorpresa de quien los Si me voy a los extremos absolutos, podría hablar de los
inadaptados sociales que tienen más piercings y/o tatuajes que zonas de piel libre, adquiriendo aspecto de lagartos que se han caído en una caja de chinchetas; hablando de lagartos, también podría mencionar a los que se rajan la lengua para tenerla bífida, o quienes se colorean la zona blanca del ojo (no es coña). Podría mencionar igualmente a quienes se hacen unas dilataciones tan grandes que se deforman las orejas y la nariz para siempre, de los desgradables piercings bajo la piel, en la encía y la campanilla, o poniendo un ejemplo menos agresivo, de la reciente moda de separarse las paletas mediante ortodoncia, pero creo que realmente no hace falta que me adentre en esos terrenos. ¿O sí?En definitiva, ¿alguien puede explicarme la filosofía de pagar para sufrir y afearse?
martes, 2 de marzo de 2010
Andresadas
En el primer libro que sacó Pablo Motos sobre “frases célebres de niños”, decía que hay una edad en la que los niños son una fábrica incesante de frases geniales; sentencias ocurrentes soltadas con toda inocencia, y que sin embargo parecen obra del mejor de los guionistas. Tiene toda la razón, y para muestra algunas de las perlas soltadas por mi primo el año pasado, todas antes de cumplir los cinco años:- “¿Y este qué es?”
- “Una estrella de mar.”
- “¿Y este?”
- “Un cangrejo.”
- “¿Y este?”
- “Un calamar.”
- “¿Y Bob Esponja?”
- “Un queso.”
- “¿Cómo va a ser un queso debajo del agua?”
- “Es que es un queso de mar.”

• Ayudándome a configurar en la agenda lo que tenía que hacer:
- “¿Qué haces Pablo?”
- “Estoy escribiendo en la agenda las cosas que tengo que hacer hoy”
- “Te ayudo. ¿Vale?”
- “Venga, vale. ¿Qué crees que tengo que hacer hoy?”
- “Mmm… estudiar.”- “Sí.”
- “Recoger tu cuarto”
- “Ajá…”
- “Hacer caca…”
• Al darse un golpe mientras jugaba a saltar pibotes:
- “Mamá, creo que me he roto un huevito.”
• Cada vez que alguien se pone a cantar o hablar alto:
- “¡Oye, oye!”- “¿Sí, Andrés?”
- “¿Te puedes callar, por favor?”
• Comiendo helado:
- “A mí este no me gusta, ¿tendrías uno un poco más lilicioso?”

• Preparándole la merienda:
- “Bueno Andrés, vamos a merendar. A ver; tengo cereales, galletas, chocolate, natillas, yogur,
- “Ciruelas, por favor.”
• Felicitándose mientras hacemos juntos un puzzle:
- “Esto no es nada fácil ¿eh? ¡Qué listos somos!”
• Enseñádole fotos antiguas:
- “Y este Andrés, ¿sabes quién es?”
- “¿Yo?”
- “No, soy yo cuando era pequeño.”
- “No, soy yo.”
- “No Andrés… es de cuando yo era pequeño, como tú ahora.”
- “¿Y yo no puedo estar? ¡Yo también quiero estar! ¡No vale!”
• Chantaje:
- “Oye Pablo, ¿me acompañas arriba por favor?”
- “Estoy comiendo Andrés; ahora subo, cuando termine.”
- “¡No! ¡Porfaaa! Que me duele la barriga, acompáñame a tumbarme.” :(
(Subimos la escalera hasta el salón, quita la cara lastimera y se pone a dar brincos como si nada)
- “¿A ti no te estaba doliendo la barriga?”

- “Eso ya no importa, vamos a jugar.”
• Conversación telefónica:
• Mirando hacia el cristo, el día de la misa surrealista:
- “¿Por qué está ese ahí arriba?
- “No lo sé...” (mejor eso que la herejía que tenía en mente).
- “Ya sé… lo castigaron.”
- “Sí, eso debe ser.”
• Observando una pelota color carne que había sobre la mesa:
- “¿Qué es eso?”- “Una pelota.”- “Ah... ¡Yo creía que era una buena teta!”