- ¿Dejarlo en el plato?
- ¿Hacer un gurruño?
- ¿Tirarlo a la basura?
Mejor algo más novedoso: ¡Arte!
¿Se han fijado en que los actimeles de hoy son las compresas de ayer?
incluso hemos dejado de preguntarnos por qué si los medicamentos, los clinex o las tiritas se venden con envoltorios neutros, las fundas de las compresas tienen tanto colorido estridente y dibujos infantiles. Ahora existe un producto sustituto, que reporta casi tanta felicidad, tranquilidad y salud: El actimel.
Señores de Danone, llevamos toda la vida viviendo sin sus bacterias mágicas, y aquí seguimos: vivos, sanos y longevos. ¿Con qué autoridad me vienen a decir ahora, que si no me bebo un par de botellitas de leche con sabor raro, estoy perdido ante catarros e infecciones? ¡No me toquen los cojones!
Cuando supe que este año volvería a tener de profesora a “Z.”, me eché las manos a la cabeza. Imparte una asignatura cuyo nombre resulta de lo más atractivo, pero que acaba sorprendiendo para mal y amargando a quienes deciden cursarla. El problema viene tanto del denso contenido como de la profesora, que utiliza las clases para sentar cátedra de sus ideales, y tratar de adoctrinarnos en los mismos.
opinión, acaba incurriendo en el avasallamiento público. Cuando ve que ninguno le sigue el juego y siguen posicionándose en contra de lo que predica, se encarga de que nadie más haga aportaciones, zanjando las intervenciones con contestaciones tajantes o cambios de tema. Además, todo esto se complementa con pequeñas reprimendas hacia el gobierno, soltadas en los momentos más incomprensibles e inconexos.
Cágate lorito.


Hoy cumplo 23 años, y hasta hace nada estaba convencido de que era una de las cifras más insípidas que podía uno vivir. Cuando echo la vista atrás a partir de la adolescencia tardía, veo lo armoniosos que quedaban los tres lustros, convirtiéndome en quinceañero por definición propia, o la importancia de los 16, por ser la edad mínima para muchas cosas; luego vendrían los apurados 17 antes de la mayoría de edad, ¡los decisorios 18!, los 19 como últimos meses de los “diecialgo”, ¡los 20!, los 21 como la edad definitiva (esta vez sí) en la que somos legalmente aptos para todo, y los dos patitos. De ahí en adelante vendrán los 24, que es un número bonito que nos recuerda a las horas del día, y el cuarto de siglo; ¿pero qué pasa con los 23? ¿qué tienen de especial? Me sonaban como un número puente en medio de la nada, sin ningún encanto particular… hasta que investigué al respecto.
hechos matemáticos curiosos, que no voy a reproducir porque lo que implica cifras y operaciones me provoca urticaria. Fue el número con el que triunfó Michael Jordan, y es la cantidad de pares de cromosomas del ser humano (siendo precisamente el 23 el que designa el sexo); son los discos que hay en la columna vertebral, las puñaladas que recibió Julio César o las letras que tiene el alfabeto latino. Asimismo, la teoría de los biorritmos establece que el mundo sigue un ciclo físico de 23 días, la Tierra tiene una inclinación de 23 grados y medio, la sangre tarda 23 segundos en circular por todo el cuerpo, y fue el número de grandes templarios. Los antiguos calendarios egipcios y sumerios empiezan el día 23 de julio, los mayas fijaron el fin del mundo para el 23 de diciembre de 2012, y fue un 23 de abril cuando coincidieron el naciemiento y muerte de dos de los grandes de la literatura universal: Shakespeare y Cervantes.
A pesar de que entro en ellos con muy mal pie, espero que mis 23 me reporten algo tan interesante como para poder añadirlo con orgullo a la lista; después de los últimos acontecimientos al karma le corresponde recompensarme. Y punto.