
Aunque no soy de los que se alteran ante las
advertencias apocalípticas con las que nos asustan periódicamente, generalmente provenientes de
agoreros con cargos públicos, empieza a darme que pensar todo este asunto de la
gripe porcina.
Cierto es que no deja de ser una variante de la
gripe común, que es tratable y curable, y que la época en la que vivimos, permite que la alarma y las noticias se propaguen más rápido que el propio virus, dándonos ventaja para pararle los pies. Sin embargo, informándome a través de instituciones como la OMS, que transmiten cierta credibilidad, y escuchando cosas como que
“Aún con todo lo que se está controlando, la pandemia es inevitable”, o que
“Uno de cada cuatro europeos acabará infectado”, es fácil empezar a inquietarse.
Parece que de un tiempo a aquí no hacen más que surgir
epidemias dispuestas a acabar con nosotros, a las que siempre acabamos dando esquinazo, no sin dejar por el camino un buen reguero de muertos. Afortunadamente, como ya dije, podemos saber en tiempo real lo que ocurre en la otra punta del mundo, y aunque eso puede desembocar en alarmismo innecesario, está claro que desde que haya defunciones de por medio, toda precaución es poca. En este sentido, China la cagó

estrepitosamente hace unos años; no quisieron preocupar a los ciudadanos, y la enfermedad se propagó
de forma acojonante. Aprendieron la lección y ahora prometen apertura total de información, que con la cantidad de fallecidos que les dejó la
gripe aviar, no están para tonterías.
El
cine ha fantaseado muchas veces con la posibilidad de una infección vírica que acabaría con toda la
especie humana, pero los expertos opinan que es bastante improbable; teniendo en cuenta que la erróneamente llamada
“Gripe española” de 1918, considerada la mayor pandemia de la historia, mató “sólo” a 45 millones de personas, en una época en la que la sanidad dejaba mucho que desear, la medicina estaba muy atrasada, y ni existían los controles, ni las vacunas, ni nada de nada, podemos estar tranquilos de seguir en el planeta hasta que nos lo carguemos.
A lo largo de la historia reciente ha habido otras tantas
infecciones masivas que nos los han puesto de
corbata, como las de 1957 y 1968, que dejaron cerca de un millón de víctimas mortales, los desvatadores brotes de
peste y
cólera, el
sida, y por supuesto la gripe común, que acaba con medio millón de personas cada año; y
nosotros nada,
erre que erre
empeñados en sobrevivir.
¿Y si se tratara de un
reajuste de plantilla? ¿Y si la naturaleza es sabia y no hace más que mandarnos “plagas”, para acabar con la insostenible superpoblación, mientras nosotros seguimos
en nuestro empeño de ser más listos y pasar de sus caprichos? ¿Es casualidad que la mayor parte

de estas cochinadas vengan siempre del sureste asiático, donde están todos como piojos en costura? ¿Será un designio divino y nosotros estamos pasando él? ¡A que “el de arriba” se calienta, se deja de sutilezas, y se carga a la mitad de la población con un rayo fulminante, para que así el reparto de los recursos pueda ser equitativo!
Si es que estamos de tozudos con el instinto de supervivencia y nos negamos a morir como debe ser. ¿Hasta cuando podremos seguir toreando las amenazas víricas que no cesan en hacer aparición? Y lo más importante… ¿Por qué escribo artículos de madrugada, cuando estoy con insomnio, si sé que luego me van a salir disparates como este?
Esto me pasa por ver
Perdidos después de cenar…