Sea o no verdad lo que se dice de ella, lo cierto es que es fácil pensar que es una gilipollas; suele evitar el contacto visual, va SIEMPRE resguardada bajo sus enormes gafas de sol, y habla en tono de aburrimiento, como de mala gana. Responde aparentemente irritada a las preguntas de las escasas entrevistas que concede, y parece no tener sentido del humor. Además, corren toda clase de rumores sobre su mayestático estilo de dirección y el estricto protocolo del personal de Vogue, algo que satirizaban en el tráiler de la película en cuestión, para remarcar la frialdad y despotismo de su trasunto en la pantalla, como principal reclamo para los espectadores, y es que la gente borde pero con gracia, gusta.
Como muestra, los doctores Becker, Vilches y House, o Risto Mejide, el cruel miembro del jurado de Operación Triunfo, directamente copiado de American Idol. Acabó siendo el principal reclamo del programa y creó escuela, propiciando que se televisaran en horas de considerable audiencia los castings de otros concursos, en donde humillaban a los aspirantes a modelo, cantante, o futuro famosillo de tercera.
Volviendo al tema en cuestión, yo he vivido en primera persona el drama (es un decir), de ser juzgado equivocadamente por mi falta de extraversión inicial. A partir de la primera impresión que a veces causo, se ha llegado a concluir que soy un chico demasiado serio, excesivamente correcto, o un genio posiblemente flemático, que se siente por encima del resto de los mortales y sus banales conversaciones... vamos, un gilipollas. Afortunadamente, no espanto lo suficiente como para ser rechazado de forma irrevocable, y cuando me conocen mejor destierran para siempre esa idea inicial. Éste, es un problema para todos en general, y para los que no rebosamos habilidades sociales en particular (tampoco es que sea un antisocial, que me estoy vendiendo de una forma...). Una vez leí que tardamos siete segundos en hacernos una idea sobre otra persona, infiriéndola a partir de muchos de datos; tantos, y en tan poco tiempo, que aunque quisiéramos, nunca podríamos controlarlos todos, para dar aquella que realmente nos gustaría que captaran los demás ¡Cuántos encuentros, amistades, relaciones y amores, habrá flotando para siempre en ese limbo de los sucesos que no existen, por culpa de una preconcepción inadecuada!
Imaginemos que un día como hoy "la suerte" quiere que te cruces con quien podría llegar a ser el amor de tu vida, para tener un cómico encuentro casual en el que, por ejemplo, tropezarían, tirarían las cosas del otro, se disculparían entre sonrisas, y uno propondría ir a tomar algo para compensarlo. En la cafetería surgiría la chispa y acabarían los dos embostados de perdices.
Si resulta que ese día la lavadora se te estropea y te ves obligado a salir con ropa vieja y que te hace sentir inseguro, y vas arrastrando un cabreo por eso, estarás de tan mala leche, que no sólo no causarás una buena impresión a la otra persona, sino que en lugar de sonreirle, te irás de allí con tus cosas y sin mirar atrás. El otro se quedará con la idea de que eres un imbécil, rompiéndose para siempre esa posibilidad de futuro idóneo... y todo por una mala impresión. ¡Qué putada!
2 comentarios:
¡Vaya Peibol! Hoy descubro esta entrada cuyo título me ha llamado la atención por lo familiar que me resulta, jeje
Y me alegro de desvirgártela en cuanto a comentarios.
No sé si te percatarás de que he pasado por aquí, de todas formas, un saludo!!
Como ya dije, si, siempre me percato de quién pasa por entradas antiguas. Un placer el desvirgamiento XD (A ver cómo justifico ahora esta frase)
Saludos
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