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viernes, 29 de mayo de 2009

Palabras encadenadas

Ayer estuve haciendo juegos de palabras con mi primo pequeño, y no pude evitar reírme al recordar una anécdota, de hará unos doce años.
Era verano, mi tío conducía por las interminables carreteras de La Gomera, y yo iba detrás con sus hijas, a las que llamaremos Primamayor y Primapequeña. Primamayor y yo jugábamos a las palabras encadenadas, mientras su hermana se limitaba a mirarnos con interés; era muy pequeña como para tener soltura con el lenguaje, así que pasado un tiempo, desconectó y se puso a mirar por la ventana.

Primamayor estaba atascada con la sílaba “gua”, y como no recordaba ninguna palabra que empezara así, decidí ayudarla para que "se le ocurriera" decir guagua (autobús):


-Vale... es como un coche muy grande en el que va mucha gente.

-Gua... gua... eh...

-Las públicas son verdes, y a veces se contratan para ir a excursiones...

-Eh... esto... gua.. gua...


Le di una tercera pista pero seguía atascada, hasta que de repente, Primapequeña despertó de la inopia para ayudar. Se apartó bruscamente de la ventana por la que miraba distraída, y como si lo hubiera pensado inconscientemente y se le acabara de encender la bobilla, giró la cabeza hacia nosotros, le cogió la cara a Primamayor, y con una sonrisa de oreja a oreja le gritó la respuesta: ¡¡GUARRA!!


martes, 26 de mayo de 2009

Gafas rayadas

Cuando estuve en Nueva York y las vi en Chinatown, no les presté demasiada atención, porque convivían con los gatos dorados que mueven la pata y las vacas voladoras. Al verlas en Times Square ya me inquieté un poco más, pues ya no lo podía atribuir a las extravagancias asíaticas; pero siempre podía pensar que Estados Unidos es otro mundo, así que tampoco activé las alarmas. Sin embargo, la globalización ha contribuído a que empiece a inquietarme, pues ya han desembarcado aquí y parecen dispuestas a quedarse. Ahora bien, ¿para qué coño sirven las gafas rayadas? Además de para parecer retrasado mental, ¿tienen alguna función? A mí desde luego se me escapa.

Son cutres, así que no se trata de tener distinción, son feas y carnavalescas, así que no es una cuestión de estética; no protegen del sol, así que no se usan por salud, y no sólo no ves mejor con ellas, sino que no ves una mierda. ¿Hay alguna utilidad oculta que se me esté escapando, o son una gilipollada sin sentido?


domingo, 24 de mayo de 2009

Desperate lost

¿Qué pasaría si Jack hubiera rehecho su vida en Wisteria Lane?


jueves, 21 de mayo de 2009

El día que conocí a Julia Roberts

Sé que suena descabellado pensar que me he encontrado a una estrella de Hollywood en Santa Cruz, pero debe haber alguna explicación que lo corrobore, aunque yo no la tenga.

Resulta que volvía a casa en guagua, y cuando me acerqué a la conductora para ticar el bono, recordé con asombro que ya la conocía; hacía muchos años que no la veía y estaba cambiada, pero no me había olvidado de ella ni de lo que pensé la primera vez que la vi: ¡Estoy delante de Julia Roberts!

Tenía la misma cara, la misma melena castaña y ondulada, cuello largo, barbilla afilada, mirada dulce, su característica nariz y, por supuesto, aquello por lo que todos la conocemos: su enorme y genuina boca. Iba menos arreglada que de costumbre, sin maquillar y con un uniforme que nada tenía que ver con sus trajes de los Oscar; era tarde y parecía cansada, y sin embargo no perdía la sonrisa; la misma por la que se convirtió en los 90 en “La novia de América”. Quizás había venido para preparar su próximo personaje: una chofer de guagua tinerfeña, que se enamora de un pasajero al que ve todos los días; al principio habría alguna tensión sin importancia, luego se pondrían ojitos y él acabaría proponiéndole matrimonio, para que viviera como una reina en una casona de La rambla, y no tuviera que volver a coger una guagua en su vida. El coprotagonista podría ser David Duchovny, y Shirley MacLaine haría el socorrido papel de suegra marchosa.
Vale, es improbable que fueran a rodar algo así en Tenerife, pero más lo era que Titsa* la hubiera fichado como conductora.

Otra posibilidad es que fuera su hermana gemela, o que su padre hubiera inseminado a alguna canaria antes de conocer a su madre, desconociendo la existencia de su hija bastarda, pero sintiéndose muy orgulloso de su Pretty woman estadounidense. Sí, eso debía ser, porque esa similitud física no podía ser fruto de la casualidad.
Quizás cuando escaseaban los pasajeros o le tocaba recorrido nocturno, le diera por pensar en lo injusta que es la vida; en cómo era posible que una mujer tan sumamente parecida fuera una celebridad internacional, mientras ella estaba echando horas al volante. En aquel primer encuentro estuvimos hablando, porque no me aclaraba con las paradas, y desde el primer segundo estuve pensando comentarle algo. Desistí, porque imaginé que estaría harta de que le dijeran cuantísimo se parecía a la actriz, pero en cuanto bajé, sentí que había perdido una oportunidad única de saber la verdad.

En esta ocasión también me quedé inmovil, tanto, que debió concluir que era idiota, pero yo sólo podía pensar en que era la segunda vez que estaba ante Julia Roberts, y confíaba en que no sería la última. Quizás a la tercera (que va la vencida), me atreva a decirle algo.




*Titsa es la empresa de guaguas públicas (autobuses)


lunes, 18 de mayo de 2009

La zorra que me quemó

¿Han oído eso de que a veces es peor el remedio que la enfermedad? Pues ese dicho se inventó para casos como el siguiente:
Resulta que me había salido un ambigüo granito jodelón en la nariz, de esos que no se sabe si son granos, lunares, bultos, o qué coño, pero que toca mucho las narices (nunca mejor dicho). Como no se decidía entre cicatrizar o dejar de hacerlo, aproveché una visita al médico por otra historia, para preguntarle qué me recomendaba para que terminara de curarse, que estaba ya hasta los cojones. Me dijo que su enfermera me lo quemaría en un segundo, y como no era la primera vez que me quitaban alguno (en otros sitios, eso sí), accedí de inmediato.

Pase a su consulta esperando que sacara el llamado bisturí eléctrico: un "boli" con la punta al rojo vivo, que actúa en un segundo, haciendo que te olvides para siempre de la molestia, a cambio de un instante de dolor y unos días con una caspita microscópica. La lerda esta se fue a un procedimiento más arcaico: la quemadura con nitrato de plata. Se trata de un compuesto químico que hay que utilizar con máxima precaución, que deja una mancha negrísima en el punto a eliminar, y que tarda en desaparecer mil años, pero al hacerlo, deja la piel como nueva; claro que en aquel momento, yo no sabía nada de eso. Por lo que luego averigüé, es una técnica que no se suele utilizar en la cara desde hace años, y si se lleva a cabo ahí, se hace con sumo cuidado, aplicando la dosis justa con un utensilio muy fino y preciso, y con toda las zonas cercanas cubiertas por una gasa. La magamierda esta lo hizo con una especie de bastoncillo de oído bien empapado, que no sólo hizo que la manchita pasara a manchón, sino que me dejó engorrinado el cachete, la nariz y la sensiblísima piel de cerca del ojo. Cuando llegué a mi casa tenía media cara como si viniera de trabajar en la mina. Me lavé con abundante agua y jabón y se fue lo más superficial, pero aún sigo pareciendo un desgraciado al que le han dado un piñazo, o un hediondo con manchas de grasa; y la verdad, no sé que es peor.

Sobre la marcha volví al centro médico a ver qué coño hacía con ese estropicio, y el enfermero de guardia (la muy perra ya no estaba), me explicó las precauciones que debía tomar para que no me empeorara. Por culpa de la retrasada que me atendió, debo estar un mínimo de dos semanas con cremas cicatrizantes, huyendo del sol y llevando una gorra… ¡una gorra! (no sé cómo será fuera, pero en Canarias son patrimonio casi exclusivo de los quinquis). Al verme en el espejo con la gorra, las gafas de sol y la chaqueta, me di grima; parecía un exhibicionista esperando a dar con alguna anciana para insinuarme, y todo esto no ha hecho más que empezar…
Encima, cuando me hizo “la cura”, me salpicaron unas gotitas en la ojera, que me limpié rápidamente con el dedo, haciendo que se transformaran en manchas diluídas (menos es nada). Mi padre me dijo que diera gracias a que no me cayeran más arriba, porque me habrían desgraciado el ojo con toda seguridad. Unos milímetros más de salpicón, y ahora podría estar en el oftalmólogo esperando un transplante de córnea.

Ya fui a una dermatóloga con fundamento para ver qué me recomienda, pero según me ha adelantado, esto puede ir para largo. De momento estoy tramitando la queja y el papeleo para una posible denuncia, pero de todas formas, si en estos días oyen el dramático caso de una enfermera a la que le han tirado ácido a la cara, no busquen culpables; habré sido yo.


domingo, 17 de mayo de 2009

2x1

Revisando mi correo, me he dado cuenta de que tenía dos premios olvidados sin repartir, y ya va siendo hora de que lo haga. El premio Violeta me llegó de manos de Tresa y el otro es cosa de Belén!. Muchísimas gracias a las dos.
Como no he leído en ningún lado que haya que dárselo a un número específico de bloggers, voy a fijarlo en 5, y como además no tengo ganas de quebraderos de cabeza, y me va a facilitar la costumbre de dárselos siempre a gente nueva, le entrego los dos a las cinco personas. Serían:

1 - Superpatata: Empezó hace poco en este mundillo y enseguida dio conmigo; le hice un par de visitas, y me gustó su punto de vista sensible y su concienciación respecto al maltrato animal. Este premio es para terminar de darle la bienvenida.

2 - De los que además de indómitos, somos reincidentes: Alguien que tiene como imagen de perfil a la loca de los gatos, ya supone todo un reclamo para mí, porque está claro que detrás debe encontrarse alguien interesante. Mi instinto no me falló al hacer esa deducción.

3 - Lillusion: Su blog se sustenta en dos pilares: cultura y cocina. Alterna entradas en las que comenta el último libro/ película/ canción que haya degustado, con recetas con las que animarnos a cocinar.

4 - Lorzagirl: Toda una veterana en la bloggosfera, a la que sin embargo no tenía el placer de conocer; ácida, satírica y autoparódica, es desternillante contando su día a día. Un gran descubrimiento.

5 - A las tantas de la mañana: A pesar de que no he rastreado lo suficiente su página (seguiré investigando), he visto que tenemos puntos de vista en común, y sospecho que no me va a decepcionar.

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Imagino que conocen el proceso (recoger los galardones, ponerlos en la página de cada uno, enlazarlos a este blog, esta entrada, o la entrada en la que hablen de los premios; y repartirlos), así que lo dicho; felicidades y saludos.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Miedos

Somos poco ingeniosos a la hora de “elegir” miedos; existe una plantilla de temores comunes y, salvo excepciones, acabamos adoptando los nuestros de la misma sin saberlo. Algunos de los más populares son el miedo a las alturas, a los espacios abiertos o cerrados, al dolor, a la oscuridad o a la muerte; también lo son el temor a las tormentas, las profundidades, la sangre, el médico o ciertos animales.
Los míos son pocos y bastante normalitos, y en realidad, más que miedos, los considero “situaciones aversivas no deseables”; vamos, que son los que me vienen en mente si me rebano los sesos pensando a qué le puedo temer, pero no son algo que me obsesione o impida vivir de forma normal.

Ahora que caigo... ¡qué buena idea para un meme! (no sean vagos y háganse eco en sus blogs, que les estoy regalando una entrada). Mi Top 5 sería el siguiente:

1 - Tiburones: Creo que la película "Tiburón" me impactó más de lo que me gustaría admitir. No es que les tenga miedo en sí; de hecho, me gusta mucho verlos cuando voy al Loroparque. Pero cuando nado considerablemente lejos de la costa, o me da por mirar el fondo del mar y está negro como la boca de un lobo, me puede causar cierta aprensión imaginar por un momento, que una boca enorme y llena de dientes, va a subir a toda velocidad del fondo y me va a arrancar las piernas de un bocado. ¡AU!

2 - Sida: Es el miedo más tangible y lógico de la lista. Soy un paranoico de las enfermedades de transmisión sexual, y no concibo un aquí te pillo aquí te mato sin gomita de por medio. Las cosas se hacen bien o no se hacen.

3 - Payasos: Ya hablé de ello en su día. La película "It" marcó un antes y un después en mi infancia, y desde entonces los miro con otros ojos… o sencillamente no los miro. En cualquier caso, nunca me hicieron demasiada gracia. ¡Muerte a los payasos!

4 - Conducir: En realidad no es miedo sino respeto, y es que pensar que manejo una máquina enorme coordinando pies y manos, y que cualquier pequeño error puede tener fatales consencuencias, acojona… y mucho. De todas formas, desde que MaRía me animó a hacer prácticas con su coche en un descampado, se me ha quitado la tontería.

5 - Esther Cañadas: ¿Se imaginan encontrársela de noche, al fondo de un oscuro callejón, acechando con esos labios? Casi prefiero toparme con el tiburón…

domingo, 10 de mayo de 2009

¿Quién soy?

Desde que al abrir el correo de Hotmail se te abre el "Msn today", tengo, o más bien tenía, la costumbre de hacer los test idiotas que te ofrecen. El primero lo hice porque me despertó la curiosidad, el segundo por aburrimiento, y luego ya, teniendo esas dos respuestas, pensé que sería interesante descubrir aspectos de mi personalidad tan fascinantes como “Qué tipo de comida eres”, para hacer más adelante una entrada alusiva. Al final, los cuestionarios eran tan estúpidos que lo dejé correr, pero de los que hice, extraigo un par de conclusiones interesantes a la par que inútiles:

Según estos formularios, el personaje al que más me parezco de Sexo en Nueva York es Miranda, algo con lo que estoy de acuerdo; por lo visto también tenía cualidades para ser Samantha, pero me identifico más con la primera. Asimismo, mantengo una extraña dualidad entre Homer Simpson y Ned Flanders (¿?), mi personaje más afín en Friends es Phoebe, en Perdidos soy una mezcla de Sun y Charlie, y de cara a ser alguno de los del imaginario de Tim Burton, parece que con quien más similutes tendría sería con Sweeney Todd, lo cual es un tanto perturbador, aunque lo argumenten en base a que poseo un gran sentido de la justicia. Si fuera un actor sería Sean Penn, y si fuera actríz Angelina Jolie; mi país es China, soy una bebida isotónica y un viajero de tipo mochilero. ¿Para qué sirven todos estos datos? Pues absolutamente para nada; si acaso, para mostrar cómo he perdido el tiempo contestando preguntas absurdas, pero más aún, para que esta entrada tuviera algo de texto y no sólo fotos. La cosa es que a raíz de que algunos comentaristas me dejaran caer que les gustaría ponerme cara, o que en base a lo dicho en un par de entradas, me preguntaran si me parecía Colin Farrell o al primo de Beyoncé, he decidido proporcionar documentos gráficos para que se hagan una idea un poco mejor de mi aspecto, siendo fiel, eso sí, a mi política de no poner fotos.

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Hace tiempo se puso de moda crearse un avatar de South park, y curioseando por el programa me hice el mío.
Posteriormente vino la moda de caricaturizarse en plan manga, y luego, a raíz del estreno de la película de Los Simpson, surgió la posibilidad de caraterizarse como habitante de Springfield; aunque en ese último caso, cualquier parecido con la realidad, es pura coincidencia. Claro que para avatar bizarro, ninguno como el que viene ahora: así sería yo si fuera primo de Sonic. Teniendo en cuenta que el rasgo más común que tenemos son los tenis, no ofrece demasiada información; bueno sí, yo también tengo pelusilla en el pecho. Ni en un millón de años de gimnasio, conseguiría parecerme al aspecto que tendría si hubiera sido diseñado por la Marvel. En cualquier caso, nunca iría así de prensado, que este pobre va envasado al vacío. Yo no soy tan moreno (¡Ojalá!), pero en la gama de colores que ofrecen este tipo de programas, no suele haber término medio: o muy blanco, o amarillo hepatitis o muy negro. Cuando coja un par de rayos de sol este verano, otro gallo me cantará. Pero sin duda, mi favorito es este:

“Surgiendo entre las sombras de la noche, allá donde se esté cometiendo algún crimen o injusticia, aparece el infatigable azote de los delincuentes; un héroe venido de otro mundo, dispuesto a luchar contra las injusticias que sufrimos en el nuestro: ¡El asombroso sombra enmascarada!”

viernes, 8 de mayo de 2009

Risto MejOde

El artículo anterior (que partí en dos, y cuya segunda parte sería esta), venía a colación de un mail sobre la vuelta de Risto Me jode Mejide a esa fábrica de juguetes rotos, llamada “Operación Triunfo” (nombre con mala leche donde los haya). Era un vídeo corto sobre el comienzo del primer programa, en el que hicieron un patético montaje, mediante el cual hacían creer que no sabían si Risto iba a estar presente, porque “las negociaciones con él habían sido duras”; por supuesto, en el último minuto hizo su entrada triunfal, sonriendo de medio lado con chulería, y sentenciando que “Cuando uno se va de un programa porque quiere, puede volver cuando le da gana”. Patético. Encima fue acogido entre vitores y aplausos, porque desde que hiciera aparición en la caja tonta hace unos años, se metió al público en el bolsillo; y es que paradójicamente, esas personas que tanto nos irritan en la vida real, seducen en televisión de forma masiva. Tanto es así, que el programa generaba más audiencia a la hora de sus valoraciones ataques personales, que en el transcurso de las actuaciones. Medio país ávido de morbo aplaudía las consideraciones faltas de respeto de un prepotente con poder, supongo que deseando en el fondo poder ser como él; tener esa libertad para descalificar a quien se quiera con total impunidad, y además ser aplaudido por ello. Como estrategia canalizadora de rabia es impagable, pero como actitud en la vida no podría ser más reprochable. Al margen de que la mayor parte de esos pobres ilusos va a sacar un triste disco sin repercusión, para luego morir en el olvido, ¿qué necesidad hay de esa humillación pública? La excusa de que más vale enfrentarlos con la realidad no me sirve, porque no hablo de tenerlos en una nube, sino de guardar las formas; de no pavonearse e insultar gratuitamente, y encima sentirse orgulloso de ello.

Este populista del mal rollo, que seguro que haría buenas migas con el oligofrénico de Losantos, escribió un libro (que por supuesto arrasó), en el que animaba a la gente a ser negativa, a pensar siempre lo peor de los demás como estrategia para ir por la vida, y a no confiar hasta que alguien te haga daño, sino a tener a todos bajo sospecha para luego perdonarles la vida...

Risto, me das asco, como todos los de tu calaña.





martes, 5 de mayo de 2009

No eres sincero, eres gilipollas

Si hay algo que siempre me ha tocado las narices, es la confusión entre “tener carácter” y ser un gilipollas, porque además de ser una excusa estúpida en la que refugiarse por un comportamiento inadecuado, no tiene ningún fundamento.
Me refiero a las personas que son bordes, a las que hay que tratar con cuidado porque a la mínima te sueltan una impertinencia, y de quienes hay que aguantar comentarios desafortunados, sin que “puedas” reprocharles nada, porque a sus ojos, y a los de muchos de los que les rodean, no han hecho nada malo, sino que sencillamente “tienen mucha personalidad”…

Para empezar, no se tiene poca o mucha personalidad, se tiene y punto, porque somos personas (de ahí el término), no piedras, y desde que tengamos condición humana, tenemos personalidad y carácter, que es algo inherente y no medible. Por tanto, es tan incorrecto decir que se tiene mucha, como que no se tiene, al margen de que seamos espontáneos o sosos.
En cualquier caso, y aunque obviáramos eso, ¿a mí qué coño me cuentan de que “Es que Fulanito es así”? ¿Acaso tengo que aguantar imbecilidades ajenas por eso? Es como si mato a media ciudad, y digo que no es que yo sea un asesino en serie, sino que “Tengo mucho instinto homicida, y yo soy así”.
Además, por otra parte está el componente de sinceridad extrema, que es la bandera argumental que ondean los malcriados, que consideran tener derecho a decir todo lo que se les pase por la cabeza sin pensar en las consecuencias. Son las personas que te dirían muy serio que tu chiste no tiene ni puta gracia, que estás más gordo, que ese grano de la barbilla se ve a cuatro kilómetros, o que vistes fatal. Cuando arqueas la ceja y te palpas la chaqueta en busca del cuchillo con el que hacer justicia, enseguida se justifican, diciendo que son personas muy sinceras, y que seguro que preferimos que vayan con la verdad por delante y no por detrás. ¡Encima habrá que darles las gracias! ¿No te jode?

Me gusta la gente natural, pero siempre que eso no implique comportarse como un capullo, y luego pretender irse de rositas con una excusa tan tonta como esa; si además se convierte en la seña de identidad de la persona, y en motivo de orgullo por sentirse “más auténtica” que ninguna, apaga y vámonos.
Estos individuos se reconocen enseguida por ir mirando con desdén a todos los demás, estar convencidos de que el resto del mundo es basura, y tender al pesimismo o a perder los papeles a la mínima, para arremeter contra todo el que no le guste. Despiertan tantas simpatías entre quienes quisieran tener un poquito más de espontaneidad y valor, como odios entre quienes no están dispuestos a aguantar las salidas de tono de unos payasos; pero sobre todo, despiertan admiración al oir lo que sale de sus bocas en un sector importante de la población: ellos mismos.
Si tuviera que jugar a ser Dios y hacer una ajustada selección natural, estarían en mi top 10 de gentuza a la que eliminar.


sábado, 2 de mayo de 2009

Sentenciados

Aunque no soy de los que se alteran ante las advertencias apocalípticas con las que nos asustan periódicamente, generalmente provenientes de agoreros con cargos públicos, empieza a darme que pensar todo este asunto de la gripe porcina.
Cierto es que no deja de ser una variante de la gripe común, que es tratable y curable, y que la época en la que vivimos, permite que la alarma y las noticias se propaguen más rápido que el propio virus, dándonos ventaja para pararle los pies. Sin embargo, informándome a través de instituciones como la OMS, que transmiten cierta credibilidad, y escuchando cosas como que “Aún con todo lo que se está controlando, la pandemia es inevitable”, o que “Uno de cada cuatro europeos acabará infectado”, es fácil empezar a inquietarse.
Parece que de un tiempo a aquí no hacen más que surgir epidemias dispuestas a acabar con nosotros, a las que siempre acabamos dando esquinazo, no sin dejar por el camino un buen reguero de muertos. Afortunadamente, como ya dije, podemos saber en tiempo real lo que ocurre en la otra punta del mundo, y aunque eso puede desembocar en alarmismo innecesario, está claro que desde que haya defunciones de por medio, toda precaución es poca. En este sentido, China la cagó estrepitosamente hace unos años; no quisieron preocupar a los ciudadanos, y la enfermedad se propagó de forma acojonante. Aprendieron la lección y ahora prometen apertura total de información, que con la cantidad de fallecidos que les dejó la gripe aviar, no están para tonterías.
El cine ha fantaseado muchas veces con la posibilidad de una infección vírica que acabaría con toda la especie humana, pero los expertos opinan que es bastante improbable; teniendo en cuenta que la erróneamente llamada “Gripe española” de 1918, considerada la mayor pandemia de la historia, mató “sólo” a 45 millones de personas, en una época en la que la sanidad dejaba mucho que desear, la medicina estaba muy atrasada, y ni existían los controles, ni las vacunas, ni nada de nada, podemos estar tranquilos de seguir en el planeta hasta que nos lo carguemos.

A lo largo de la historia reciente ha habido otras tantas infecciones masivas que nos los han puesto de corbata, como las de 1957 y 1968, que dejaron cerca de un millón de víctimas mortales, los desvatadores brotes de peste y cólera, el sida, y por supuesto la gripe común, que acaba con medio millón de personas cada año; y nosotros nada, erre que erre empeñados en sobrevivir.
¿Y si se tratara de un reajuste de plantilla? ¿Y si la naturaleza es sabia y no hace más que mandarnos “plagas”, para acabar con la insostenible superpoblación, mientras nosotros seguimos en nuestro empeño de ser más listos y pasar de sus caprichos? ¿Es casualidad que la mayor parte de estas cochinadas vengan siempre del sureste asiático, donde están todos como piojos en costura? ¿Será un designio divino y nosotros estamos pasando él? ¡A que “el de arriba” se calienta, se deja de sutilezas, y se carga a la mitad de la población con un rayo fulminante, para que así el reparto de los recursos pueda ser equitativo!

Si es que estamos de tozudos con el instinto de supervivencia y nos negamos a morir como debe ser. ¿Hasta cuando podremos seguir toreando las amenazas víricas que no cesan en hacer aparición? Y lo más importante… ¿Por qué escribo artículos de madrugada, cuando estoy con insomnio, si sé que luego me van a salir disparates como este?
Esto me pasa por ver Perdidos después de cenar…