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lunes, 30 de agosto de 2010

A pedir de boca

Ayer hicimos lo que marca la tradición familiar: quedar el día después de una fiesta, para dar salida a toda la comida que suele sobrar. Siempre lo hacemos el 26 de diciembre y el 7 de enero; lo hemos hecho igualmente después de los cumpleaños sorpresa, y en este caso no iba a ser menos. ¿Qué significa eso? Pues que ya pasó el cumpleaños de mi abuelo… y no pudo salir mejor.

Después de una noche infernal por el calor, estaba en pie a las 8 para ir con mi prima y su novio a decorar la sala. Es increíble lo que se puede llegar a tardar en colgar unos adornos, empezando por inflar decenas de globos y pintarles caras; no concibo hinchar globos si no es para personalizarlos, si no eso ni es fiesta ni es nada. A eso hay que añadirle colgar guirnaldas y serpentinas por todos lados, techo incluido, y lograr poner una pancarta gigante sin hacer ningún agujero en la pared. Deberían habernos dado un premio a la ingeniería.

Mientras tanto, otra gente estaba recogiendo el vino y la tarta (de yogur y con lacasitos ¡buenísima!), y mi padre entretenía a mi abuelo en Leroy Merlín con la excusa de buscar unas herramientas (ellos dos son para el bricolaje como un cochino pa cáscaras). La planificación al minuto y el reparto de tareas era digna del mejor equipo de espías gubernamentales, y no hubo ninguna pifia.

Nos duchamos y vestimos a la velocidad de la luz, para estar allí pronto y recibir a los invitados. No es nada fácil vestirse “bien” cuando estás a más de treinta grados, no corre aire, y hay un sol que raja las piedras. ¿Solución? Gastar un bote entero de desodorante, ir con los alerones abiertos, como si estuviéramos a punto de echarnos a volar, y en mi caso, ir por la calle con la camisa totalmente abierta. Lo sé, parecía un kinki de la peor calaña, pero era eso o llegar encharcado de sudor.

Una vez allí, con todo el mundo aglutinado y sabiendo que estaba a punto de llegar el homenajeado, me sobrevino una pensamiento a la cabeza: ¿Por qué la gente es tan inútil para estas cosas? Se supone que debíamos guardar silencio en una esquina de la habitación, para que en cuanto cruzara la puerta, le cantáramos el cumpleaños feliz y le diéramos una sorpresa. La gente sin embargo, pareció entender que lo que había que hacer era no parar de moverse, poniéndose dentro de su campo de visión y de cháchara. ¡Que se callen, joder!
Todos estábamos emocionados y nerviosos, pero no era el momento de expresarlo; menos mal que el oído no es el fuerte de mi abuelo…

Apareció por allí guiado por mi padre, que le hizo entrar en la sala con una excusa tonta, y se encontró de frente con todo el pastel. Su primera reacción fue de incredulidad, creo que incluso llegó a pensar que la celebración iría por otra persona, pero enseguida cayó en que era el protagonista, empezó a sonreír y reírse, y estuvo cerca de 20 minutos abrazando a todo el mundo con los ojos llorosos.

A partir de ese momento las cosas no fueron sino a mejor. Mi abuelo habló con la voz quebrada, de lo increíblemente afortunado que se sentía de tener una familia tan unida como la nuestra, que era un tesoro que poseía desde la infancia y del que se sentía orgulloso, y que estaba muy contento por ver que las siguientes generaciones estábamos siguiéndola. Para reforzar esto último, luego se obligó a todos “los nuevos”(las parejas de los nietos) a cantar el "himno familiar", que empezaron a hacerlo cortados pero acabaron de lo más animados.

Obviando a mi prima, que está en el extranjero, estábamos toda la familia y sus amigos de siempre, los mismos con los que se reune cada semana desde hace décadas para jugar a las cartas y charlar. Los regalos fueron entre lo muy tierno y las coñas de siempre, y cuando vió el libro, y nada más abrirlo reparó en una foto de mi abuela (murió cuando yo tenía 6 años) se quedó literalmente sin palabras. Lo dejamos en bragas, y como somos unos sádicos emocionales nos sentimos realizados. Si planificas algo así y no consigues que la otra persona se emocione, en cierto modo es como si no valiera la pena. ¡Queríamos lágrimas y eso fue lo que tuvimos!

El resto de la tarde transcurrió entre risas, lectura de versos y escritos de la gente sobre su persona; música de guitarra y nuestro repertorio tradicional de canciones.

Ahora me parece increíble que se haya acabado después de tantos meses de planificación, pero visto el resultado nos damos por satisfechos. Somos los mejores… porque él lo es.


(No estás sola Pétalo: mi familia también sufre el síndrome del punto rosa)



lunes, 23 de agosto de 2010

¡Felicidades Puretín!

Dentro de unos días mi abuelo paterno cumple 90 años, y como no podía ser de otra forma en mi familia, lo vamos a celebrar con una fiesta sorpresa. Cualquiera podría pensar que después de tantas en los últimos años, ya nadie puede sorprenderse con estas cosas, pero lo cierto es que entre que no han sido demasiado seguidas, y que mentimos muy bien, siempre se queda todo el mundo en bragas.

Preparar la fiesta y el regalo estrella (un libro recopilando todo lo que ha escrito en su vida, además de fotos y cartas de la familia) ha costado dinero, sudor y lágrimas, pero él se lo merece. No lo digo porque sea mi abuelo (que también), sino porque realmente es una persona extraordinaria. Jamás he oído una palabra negativa sobre él, y todos le tenemos en un pedestal.

Desde que mi padre tiene memoria, recuerda cómo le inculcaba la importancia de ser una persona honrada, educada y respetuosa; no concibe que se pueda ser de otra forma, y por eso se envenena tanto cuando tiene que lidiar con la gentuza que puebla el planeta (creo que eso lo heredé de él). Tener una conducta intachable no implica que sea un hombre soso e inflexible, todo lo contrario; es un cachondo de tomo y lomo, forofo de las bromas y que siempre está riéndose. Muy pocas veces he visto a mi abuelo enfadado; creo que no le sale por una cuestión de carácter. Para qué andar peleándose si es más agradable estar de buen humor.

Recuerdo que cuando éramos pequeños, nos enseñaba fábulas a la Exorsister y a mí, y nos ayudaba con paciencia en los deberes del colegio. Aunque ahora ande un poco más desmemoriado, tiene una cabeza que es un portento. Fue aparejador, y de aquellos tiempos le queda, además de la pulcritud matemática para hacer cualquier tarea, la asombrosa habilidad de saber cuánto miden las cosas. Es capaz de mirar un pedazo de madera y decir: “esto debe medir… 41 cm y medio”. Y acierta.

(Sí, este galán de cine es mi abuelo)

Cada vez que la familia se reune (que es a menudo), escribe un verso alusivo y lo lee en alto, para a continuación ser el que anima a los demás a cantar y tocar instrumentos En ocasiones especiales se ha liado la manta a la cabeza, y ha complementado esos recitales con disfraces. Aún recuerdo cómo nos dejó a todos boquiabiertos cuando cantó la zarzuela "La niña de la estación"… vestido de la protagonista. Posteriormente ha sido asistenta, sevillana o gitana. ¿Quién más tiene un abuelo tan desvergonzado y capaz de reírse de sí mismo?

Es un hombre activo e inquieto, que mantiene intacta la curiosidad por saber cosas nuevas; nunca ha dejado de escribir, va a la ópera, hace sudokus compulsivamente, y se sacó el título de patrón de barco ya entrado en años. En relación a esto último, hace poco le dieron una condecoración por ser el participante más veterano de la última regata en la que estuvo.
Es una persona que inspira ganas de vivir a cualquiera, y si llego a los 90, pido que sea al menos la mitad de bien que él.

¡Felicidades puretín!




miércoles, 18 de agosto de 2010

¿¡Es que nadie va a pensar en los niños!?

Ayer fui a la playa temprano y me puse a coger sol como un lagarto.
En un momento dado en que estaba boca abajo, pensé que podría bajarme un poco el bañador, para que la línea de separación entre el blanco y el moreno fuera un poco menos brusca. Tenía mis reservas, pero no había mucha gente, mis vecinos de toalla estaban lejos, y… ¡Qué coño! Se trataba de un inocente culo, entre un marea de personas que enseñaban casi toda la carne de su anatomía. ¿A quién podría molestarle?

Mientras el sol me daba en ese lugar al que nunca llega la luz, me dio por pensar en la polémica por la regularización de normas “éticas” en las playas, para evitar que a los retrógrados se les rompa el monóculo cuando vayan a darse un baño. Al parecer, varios grupos de “familias bien” han estado protestando a lo largo y ancho de esta nación de ateos y comunistas, para evitar que las playas se convirtieran en un antro de perdición. Lo peor es que el porcentaje de cabezas cuadradas intolerantes no es precisamente anecdótico, y haciendo presión, hay lugares en los que se han llegado a prohibir entretenimientos clásicos como hacer castillos de arena o jugar a las palas. Ver para creer.

Algunas de las propuestas que no han prosperado han sido la de impedir estar en la playa de noche, fumar o beber. Otras sin embargo son una realidad, como el veto de actividades deportivas, juegos y ejercicios, (incluyendo la abolición del sexo playero nocturno), u otras medidas mucho más peregrinas, como la prohibición de escarbar o hacer esculturas en la arena, voltear las piedras, o el uso de sombrillas cuyos laterales no sean completamente diáfanos. (Sí, a mí también se me quedó esa cara al leerlo).

Son estos mismos grupos quienes recogen firmas para añadir más limitaciones, y hacer de nuestras playas los lugares más aburridos del planeta. Piden delimitar el territorio para que haya una zona “de uso familiar”, en la que no se admitan los tangas y el top less; piden asimismo, que las embarazadas de más de cinco meses utilicen bañador y no biquini (¡Malditas embarazadas, siempre exhibiendo sin pudor sus barrigas libidinosas!), y –agárrense a la silla- que las niñas mayores de tres años no puedan bañarse sin la parte de arriba. Hay que estar muy enfermo para regular algo así, pues implica verle el punto sexual a una niña pequeña.

En esas estaba cuando empecé a sentirme algo incómodo. Es cierto que legalmente no pueden sancionarme por que se me vea el culo, del mismo modo en que tampoco se puede castigar a quienes van con bañador a las playas nudistas, pero consideré que un par de minutos de exposición eran más que suficientes, así que me volví a subir el bañador y seguí disfrutando del sol en la espalda. Justo en ese momento se acercó un paleto hostil, lo cual es en realidad una redundancia, pues suele ser su mayor seña de identidad. Podría pasar por el hermano feo y analfabeto de Jesús Bonilla, y estaba recogiendo las cosas para irse, pero antes quería abroncarme por mi deleznable conducta:

- ¡Haz el favor de subirte el bañador anda; ten un poco de vergüenza, que aquí hay niños!
- ¿Se refiere a los mismos niños que van desnudos? ¬¬
- Ten decencia por Dios, que aquí nadie va enseñando nada.
- ¿Cómo que no? ¿qué me dices de las chicas que están ahí al lado en tanga. ¿No se les está viendo el culo también?
- Sí, pero es distinto.
- Es un culo igualmente… y la mitad de las mujeres aquí están con las tetas al aire. ¿dónde está la diferencia?
- En que su culo es bonito y el tuyo no. Por eso no lo puedes enseñar.
- Jajajaja. ¿Osea que es una cuestión de belleza? Si es así, ¿Por qué no le dices a las mujeres mayores y gordas que se tapen?
- Es que no es lo mismo. El culo de una mujer siempre es bonito, el de un hombre no.
- Hombre… si es por eso yo le podría decir que se pusiera una camiseta porque no tiene un cuerpo bonito, ¿no?
- ¿¡Cómo!? ¡Si hubieras vivido en mis tiempos! ¡Entonces sí que te habrías enterado! ¡Entonces estaba todo prohibido, y además bla bla bla...!
- ¡Pero no estamos en tus tiempos, estamos en el siglo XXI!
intervino la mujer en top less que estaba a mi lado.
- ¡Tú cállate, burra vieja! – le contestó.

Una vez que el oligofrénico se fue ofuscadísimo, me di cuenta de que me había convertido en la comidilla de toda la playa. Cada vez que abría un ojo y agudizaba el oído, descubría a gente mirándome y señalándome, alguno negando con la cabeza, pero la mayoría apoyándome, como las dos chicas de tanga ínfimo, que sostenían que en el fondo tenía razón, pues a ellas se les veía TODO, o la mujer que pasó a mi lado y me dijo muy campechana: ¡Tú no te preocupes mi niño, que las cosas bonitas están para ensañarlas y tú eres joven! ¡Aprovecha!

Después me quedé pensando en lo ocurrido: en la cara de fundida de plomos que ponía el cachocarne cada vez que le respondía algo lógico, colapsando así su mente deficiente; en los comentarios amables de quienes quisieron quitarle hierro al asunto, y en si realmente había sido tan maléfico que me bajara el bañador durante apenas tres minutos, habiendo gente prácticamente desnuda en todos lados. También reflexioné sobre lo paradójico de que un niño pudiera traumatizarse por verme “la baja espalda”, pero no por que su madre vaya con las tetas al aire todo el día, pero hubo un pensamiento que pronto eclipsó a todos los demás: ¿De verdad tengo un culo feo?
Tendré que vivir con esa incertidumbre…


viernes, 13 de agosto de 2010

Lecciones de pesca

Hace un tiempo quise darle una lección de pesca a mi primo pequeño, y me acabó saliendo el tiro por la culata. El otro día sin embargo, fue él quien me la dió a mí, demostrándome que no es necesario enchufarse al Discovery chanel si cuentas con la sabiduría de un niño de cinco años.

Volvimos al lugar de los hechos (el pantalán donde está atracado el barco de mi padre), y nos pusimos a tirarle pan a los peces mientras él me explicaba el desarrollo de los acontecimientos:

- ¿Qué haces Andrés?

- Le estoy dando de comer a los peces, porque tienen cara de tener hambre.

- Sí, la verdad es que se les nota en la mirada...

-Esto está muy profundo ¿eh?

- Sí, un poco.

-¡Y hay tiburones!

- No Andrés, los tiburones están muuuuuy lejos.

- Sí, por lo menos en La Gomera.

- ¡Mira Andrés! ¿Viste esos de allí abajo, los grandes?

- No, yo sólo he visto pequeños y medianos, pero no grandes.

- Fíjate mejor, justo allí debajo.

- ¡Es verdad! Esos son los papás, ¿no?

- ¿Cómo?

-Sí, esos son los Papás, los medianos son las Mamás, y todos los demás son sus niños.

- Sí, tiene sentido...

- Y si los Papás se comen el pan, y se comen a los otros pequeños y medianos, entonces se convierten en tiburones.

- ¿¡Pero cómo van a comerse a su familia!?

- Porque tienen mucha hambre y hay poco pan.

- No hombre, hay más cosas en el mar para que coman, como las plantitas verdes estas. ¿Sabes cómo se llaman?

-Sí, son algas. Lo sé porque yo veo Bob Esponja.

- ¡Mira Andrés, mira cómo se pelean estos dos por el trozo grande de pan!

- ¡Es verdad, van a matarse! ¡Qué emocionante!




domingo, 8 de agosto de 2010

Power Balance

Cuando oí hablar por primera vez de la Power Balance pensé que sería un buen tema para el blog. Sin embargo lo deseché enseguida, pues pensaba que siendo algo tan burdo nadie picaría; que el porcentaje de borregos que cayeran en la trampa sería tan ínfimo que ni siquiera merecería la pena reseñarlo. Yo que sé, llamadme idealista si queréis, pero me gusta tener fe en el ser humano, aún cuando escaseen los motivos para hacerlo.

Contra todo pronóstico cada vez veo más gente en la calle llevándolas, y lo que es peor, cada vez las veo a la venta en más lugares supuestamente serios y de confianza. Las farmacias y ortopedias se han prostituído al hacerse cómplices de la estafa, prestando así su buena imagen para terminar de convencer a los incautos con más reservas.

Por si hay alguien que no se ha enterado aún de qué va la historia, se trata de una pulsera de plástico con una pegatina brillante, que promete cualidades mágicas y milagrosas a sus portadores. Algo así como la varita de Harry Potter, el anillo de Frodo o el reloj de Ben 10.

He tratado de desarrollar este post tres veces, pero nunca me gustaba el resultado. Cuando no sentía que me estaba yendo por las ramas, me daba la impresión de que el discurso central se perdía entre los insultos propios de mi indignación. Por eso creo que lo mejor que puedo hacer es reseñar la entrada que escribió "Tercera Opinión" en su blog homónimo, que lo expone todo de una forma clara, coherente, y menos hostil de lo que a mí me habría salido a mí. Dice así:



A finales de los 80 hicieron furor en España unas pulseras magnéticas que aliviaban cualquier tipo de dolor. Lo extraño es que, aunque se vendieron millones de unidades, a día de hoy ya no las lleve nadie, ¿por qué dejaron de funcionar? Quizás la respuesta tenga relación con sentencias como la que en 2006 obligó a una de las principales empresas fabricantes a reembolsar el dinero a más de 100.000 clientes, pues la joya no tenía las propiedades terapéuticas que publicitaba.

Como la memoria es muy corta y el ingenio muy largo, recientemente estamos viviendo un remake de lo mismo. Esta vez las pulseras no son magnéticas sino que vienen con hologramas, y en lugar de aliviar el dolor le ayudan a mantener su equilibrio. Copio lo que nos dicen de ellas:

“POWER BALANCE, a parte de una pulsera perfecta para todo tipo de deportes, es un producto que ayuda al sistema nervioso mejorando equilibrio, fuerza y elasticidad entre otras propiedades. A priori puede parecer increíble pero es así, funciona en el 100% de las personas que lo han probado. No hay sugestión ni resultados leves, simplemente un increíble aumento de todas estas propiedades…”

Si usted oyese esto en la Teletienda no tardaría ni dos segundos en cambiar de canal. Pero claro, si uno ve que científicos como Guti, Pablo Motos o Leire Pajín la llevan, entonces… ¡quién no se la compraría! Como yo suelo ser más escéptico que crédulo, me acerqué a una tienda especializada para probarla. Por eso, si quiere ahorrarse el viaje, yo le resumo lo que le dirían.

Lo primero que harán será darle argumentos de peso del tipo: “llevamos más de mil unidades vendidas” o “algo tendrá cuando vale 35 euros”. Aun así, coméntele que quiere probarla pues no acaba de creerse que funciona. La típica respuesta será: “pues está prohibida en muchos deportes”. Esto último es mentira, no hay actualmente ninguna federación que haya prohibido el uso de la pulsera. Por eso, si le mienten para venderle algo, empiece a sospechar… Pero sigamos.

La prueba definitiva y concluyente consiste en que le ponen con los pies juntos y los brazos en cruz, entonces le empujan un brazo hacia abajo y… el brazo baja. A continuación le colocan a usted la pulsera, le empujan el brazo y… ¡NO BAJA! Yo me hubiese comprado la pulsera de inmediato, pero me di cuenta de que la primera vez te empujan y la segunda te golpean, es tan sutil que al principio uno no se da cuenta. Lo probé en casa con un amigo al que, en lugar de pulsera mágica, le puse un tenedor en la mano y funcionó igualmente.

El resto de pruebas son igual de fiables: usted debe realizar ejercicios de elasticidad sin pulsera y después con pulsera, evidentemente cuanto más estira uno más elasticidad tiene, no sé si me comprenden. A mí, de las cuatro pruebas de elasticidad no me funcionó ninguna, pero es que yo soy muy flexible, se excusaron.

Si usted ya va sospechando que la pulsera no hace nada, pregúntele a cualquier vendedor cómo funciona y descubrirá lo que es hablar sin decir nada. Según la empresa funciona gracias a un holograma de MYLAR, pero no le dicen que el MYLAR simplemente es politereftalato de etileno, una lámina de plástico que refleja el 99% de la luz directa. Se vende por metros y su precio es de 2,40 €/m.

Entonces es cuando usted debería preguntar cómo es que una pulsera de silicona con un holograma cuyo precio no sobrepasará los 0,10 €, vale casi 35 €. La respuesta es fácil, si costase 6 € no la compraría nadie.

Pero si aun después de todo esto usted insiste en comprársela porque a su amigo le funciona, evidentemente está en su derecho, pues en estos tiempos de crisis, ¿qué son 35 euros si a partir de ahora va a tener más equilibrio, fuerza y elasticidad que los del Circo del Sol?
.
P.D.: Lo curioso de todo esto es que en internet no hay ni una sola página -ni siquiera la del fabricante- que explique claramente cómo
funciona la pulsera, en cambio hay decenas de lugares donde explica por qué no puede funcionar:

- Una forma equilibrada de trincar
- Pulseras del equilibrio. Lo que no tienes que regalar…
- La reinvención del timo de la pulsera magnética


P.D.2: Si usted quiere forrarse en tiempos de crisis, fabrique unos pendientes de plástico, diga que equilibran las emociones, regáleselos a unos cuantos famosetes de la tele -si incluye a la Belén Esteban se forra- para que los luzcan y en lugar de ponerle un precio de 10 euros, póngalos a 60. Éxito asegurado, oiga.


Les pido disculpas por lo extenso de este post, pero es que en estos tiempos de precariedades económicas, no me parece justo que se quieran aprovechar de la gente. Por eso si creen que este artículo puede servir de ayuda a alguien, pueden copiarlo, enviarlo o o difundirlo… Es gratis.

jueves, 5 de agosto de 2010

Fin de la Story

Ayer quedé con Sara, el Zorro y La Exorsister para ver Toy Story 3, sin saber bien a lo que nos ateníamos. Se trata de Pixar y eso siempre es garantía de éxito, pero no dejaba de ser una secuela (tercera parte para más inri), de una historia que parecía no poder ya más de sí. ¿Cerraría la trilogía de una forma digna, o cumpliría con el nefasto cliché sobre la calidad de las segundas partes?

Aquí va uno de esos escasos tráilers no destripadores, como pausa dramática antes de continuar:



Para quienes tengan reservas sobre si ir a verla, sólo les diré una cosa: ¡Es un peliculón!
Quizás influyeron la nostalgia y el cariño que le tenemos a los personajes, pero los cuatro salimos de la sala encantados, y fuimos incapaces de apuntar una sola pega. ¡Qué maravilla! No es sólo que no sea mala, es que es maravillosa; es perfecta. Es la más divertida, la más transgresora, la que más acción tiene y la más adulta.

Si hace 15 años nos presentaban a un vaquero de juguete celoso ante la llegada de un muñeco rival, en esta se exploran temas como la jubilación, el retiro a una institución de cuidadores, y el rechazo social a lo viejo por el mero hecho de serlo. Y todo ello mientras te descojonas con unos gags memorables y disfrutas de una película dinámica que no decae nunca. Se ha pasado de hablar de la amistad, la envidia y los complejos, a un tema más difícil pero que no podría estar mejor llevado. En ningún momento sientes que estén intentando colarte la moralina, porque estás demasiado ocupado riéndote a mandíbula suelta como para pararte a pensar en ello.

Lo dicho: Una nueva obra maestra de los reyes de la animación.




domingo, 1 de agosto de 2010

Toros sí, toreros no

Todos los medios de comunicación, incluída la extensa bloggosfera, se han hecho eco de la prohibición de las corridas de toros en Cataluña.

Una gran parte lo han celebrado, hablando del disparate incomprensible de que una atrocidad así siga en vigor hoy en día, pero otros han obviado eso por completo, centrándose más en conjeturas de por qué ha ocurrido. Se escuchan cosas como que en realidad los catalanes lo han hecho solamente para desmarcarse aún más del resto de españoles, o que se trata de una estrategia política planificada al milímetro. Sinceramente, me la suda.

Está claro que detrás de todo avance y medida tomada en las altas esferas, hay siempre algo más; una búsqueda de empatía y apoyo que se traduzca en votos y mejora de la imagen pública, o lo que sea. A mí lo que de verdad me importa en este caso es que haya desembocado en ese final, y quiero pensar que el principio del fin de esta barabarie está cerca. No será "tan fácil" hablar de abolición en lugares como Andalucía o Madrid, y no hay que olvidar que a pesar de la tradición -ese odioso término que se utliza para justificar las convenciones más absurdas y desfasadas-, el mundo del toreo mueve muchísimos millones.

Siempre ha habido hijos de puta sádicos y sin escrúpulos haciendo negocio de causas poco nobles, y me temo que siempre los habrá.
Es igual, llámadme ingenuo e idealista, pero quiero pensar que algún día, seguramente después de que yo haya muerto, los toros no serán más que un vago recuerdo de una fiesta injusta y cruel. Soñar es gratis, ¿no?



*Recomiendo encarecidamente leer este artículo de José A.Perez, que como siempre ha dado en el clavo, y rescato una entrada que escribí sobre el tema el año pasado.