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miércoles, 28 de julio de 2010

Modernos y gafapastas

Alentado por un comentario en el post sobre la inmunidad de la moda, quisiera hablarles de una tribu urbana muy extendida, que a diferencia de Emos o Skaters, no siempre se reconoce a primera vista: Los modernos.

Son enviados del señor que tienen que vivir entre chusma, haciendo malabarismos para disfrutar de sus gustos refinados, sin contaminarse de la mediocridad imperante.

Según su indumentaria, existen dos tipos de modernos bien diferenciados, aunque en esencia vienen a ser lo mismo:

Los "Modernos Alfa", también conocidos como gafapastas, visten de forma poco convencional tirando a clásica, aunque generalmente "elegante", y se confunden entre gente "normal" con gustos culturales diferentes a los de la masa. La diferencia entre ellos y yo, por ponerme de ejemplo, es que a mí me puede gustar (y de hecho me gusta) ver películas en versión original, el arte contemporáneo o Rufus Wainwright, pero ni lo voy pregonando para que la gente vea lo extraordinario que soy, ni entiendo que eso implique renegar del cine de ciencia ficción o músicos como Craig David. Un moderno sólo disfruta de lo antiguo o no comercial, y en cuanto algo minoritario pasa a ser conocido, reniegan de ello al instante. De hecho, existe la leyenda de que presumen de conocer a grupos que ni siquiera existen, sólo para poner a prueba a los demás y fardar de cultura underground.

Suelen llevar ropa vieja, pero no porque no tengan dinero, sino porque son prendas "vintage", y eso es "cool". Si además es de mercadillo ganan puntos, porque eso demuestra que son personas cosmopolitas y viajeras; eso sí, no vale el del propio barrio: tiene que ser algo tipo Candem o Portobello Road. Cuando un moderno recupera lo que se ponía su padre en los 70 y le sirve, eyacula de placer al instante. Es algo automático.

Les gusta combinar lo antiguo con lo nuevo o, en su defecto, customizan lo nuevo para que sea más personal. La mayoría son delgados, llevan flequillos enormes y sueñan con vivir en una gran ciudad europea. Jamás verás a un moderno asentado en un pueblo.

Son capaces de clavarse chinchetas en los ojos si eso les permite empezar a usar gafas de pasta; visten de colores oscuros y anotan sus geniales ocurrencias en libretas moleskine, mientras comen sushi con un buen vino en un bar chill out, o escuchan vinilos en el loft de alguno de ellos.

El otro tipo (Modernos Beta) es su versión arrastrada, aunque sin embargo más arrogante; se creen tan absolutamente geniales y únicos, que no pueden ponerse nada que llevaría una persona normal. Los vaqueros son de mediocres, así que nada como enfundarse unos leggin dorados con manchas de leopardo, unas cholas de playa y una camiseta XXL de los 80, para rematarlo con gafas de azafata del 1,2,3 sombrero y pañoleta. ¡Ou Yeah! ¡Retro style!

Es interesante que en su intento por ser diferentes todos acaben vistiendo el mismo uniforme. Eso sí, no es que sean unos mamarrachos, es que están por encima de los estándares de las modas, aunque paradójicamente eso implique que hayan creado una propia. ¬¬

En teoría deberían resultar atractivos para "los normales", que sentiríamos envidia de su deshinibición y autenticidad, pero sólo llaman la atención de los servicios sociales, que los confunden con mendigos. Da igual, son tan guays que están por encima de eso; de hecho, los hay que se esmeran en fomentar esa imagen dejando de lavarse el pelo.

Disfrutan como nadie en festivales de música alternativa, donde pueden pasar horas charlando sobre estilismo con otros congéneres. También pueden pasarse por galerías de arte a comentar fotos desenfocadas en blanco y negro, o ir a la filmoteca, pero seamos serios, ahí no se puede socializar mucho, y un moderno sin otro de su tribu con el que picarse sobre quien es más moderno, no es más que un payaso triste y esperpéntico.

Por un mundo menos imbécil, digan no a los modernos.


viernes, 23 de julio de 2010

Salpicón de atún

Tal y como adelantaba hace unos días, he retomado la costumbre de ir a nadar con mi hermana, que con el buen tiempo apetece meterse en el agua. Cambio así el gimnasio por la piscina, que al caso es lo mismo, porque de todas formas nunca se me nota el ejercicio físico, sea poco o intenso. Al menos tengo el consuelo de que tampoco engordo. Menos es nada.

La piscina tiene varias corcheras para crear calles en las que nadar, siendo las de los extremos un poco más anchas, para que sea allí donde los demás se bañen a gusto. Hay sitio de sobra para nadadores y bañistas, y al estar todo perfectamente delimitado no debería haber problemas. Pero los hay. Cuando hay niños de por medio siempre hay problemas.
Con los más pequeños uno tiene consideración; son criaturillas libres de culpa, y a poco que les digas algo se disculpan apresuradamente y se ponen en su zona, pero los preadolescentes son otra historia; van con una chulería que no caza con esos cuerpos menudos, y aunque te pidan perdón y se aparten, enseguida vuelven a las andadas, casi como si estuvieran retándote o burlándose de ti.

Llegados a ese punto, en el que de poco sirve pedirles que se aparten de la corchera para no chocarnos con ellos, sólo se puede pasar al "salpicón de atún": consiste en ir nadando cerquita de ellos, sin darse por aludido por el hecho de que estén invadiendo tu espacio personal, y cuando los pies estén a la altura de sus caras, sacar las aletas a la superficie y dar enérgicos palazos contra el agua. Si hacer eso con los pies desnudos ya suele salpicar bastante, con aletas y mala leche ya ni te cuento.

No suelen coger la indirecta a la primera, seguramente porque piensan que debió tratarse de un fallo de psicomotricidad por nuestra parte (¿cómo les íbamos a ahogar deliberadamente?). El segundo salpicón no deja lugar a dudas y les hace entrar en vereda, y es que por mucha rebeldía que tengan en el cuerpo, si saben que están donde no deben, y además ya les habían pedido por las buenas que se apartaran, no tienen valor para reprochar nada. A joderse toca.

Como las nuevas generaciones son más tocapelotas que las de ayer, pero menos que las de mañana, hay alguno que se pone chulito y directamente se planta en medio de la calle entre risitas, como diciendo: “Aquí estoy yo, y vas a tener que esquivarme por mis cojones aún no desarrollados”. Es lo que suelen hacer los demás nadadores si se ven en la situación; sortearlos maldiciéndolos entre dientes, cuando en realidad lo que funciona es embestirlos.

Para ello hay que limpiar bien las gafas para localizar al objetivo, nadar en línea recta hacia él, y concentrarte para que en tu cabeza suene la sintonía de “Tiburón”. Tienden a apartarse en el último minuto, como quien esquiva a un toro, pero los que se quedan para echarte un pulso se llevan un manotazo en la espalda o una patada “sin querer”. Culpa suya.
Al final haces casi tanto ejercicio con la natación en sí, como con el acoso y derribo de los niñatos insurrectos; es como jugar a los bolos pero mucho mejor, porque aquí siempre haces plenos.

Ayer no había niños en la piscina… los echamos de menos.





domingo, 18 de julio de 2010

Borigua

Ayer fue la orla de Sara, y después de salir a cenar con su familia, ella, Nienor y yo fuimos a dar una vuelta por el barrio de Vegueta, en el casco antiguo de Las Palmas. Estábamos haciendo tiempo hasta que fueran las 12, hora en la que Sara se iría de fiesta con sus compañeros de clase, y nosotros nos iríamos a casa; además de no ser fiesteros ni conocer a esa gente, los 25 euros de la entrada eran motivo suficiente como para no ir por compromiso.
En esas estábamos cuando paramos en una cafetería chillin-chillout a tomarnos algo.

Cuando pedimos la cuenta se nos acercó un hombre al que llamaremos “El comeorejas”, que se mostró muy interesado con mi cámara de fotos, tanto que pensé que quería robármela. Tenía la réflex encima de la mesa y empezó a preguntarme características y curiosidades sobre la fotografía. Después de unos 5 minutos volvió a su mesa con su mujer y nosotros nos fuimos.
Al salir por la puerta le dije “Hasta luego” en plan cordial, sin saber que aquello sería nuestra sentencia de muerte… y el punto de partida de una sorprendente
revelación: ¡Soy de una civilización perdida en el espacio-tiempo!

El comeorejas era de esas personas campechanas y verborreicas que en cuanto traban conversación no hay forma de que se callen. Daba igual que nos viera ir alejándonos poco a poco o que desviáramos el tema hacia que debíamos irnos; antes de que pudiéramos abrir la boca ya nos estaba contando una milonga nueva o preguntándonos algo que diera pie a que siguiéramos de cháchara. Es una cualidad fascinante que muy pocas personas poséen, al menos a ese nivel. Nos tuvo un buen rato ahí de pie, y como era muy amable y tampoco es que la charla fuera un suplicio, nos costó lo indecible desprendernos de él.

A grandes rasgos, el diálogo que mantuvimos fue algo así:

- ¿Se van a prácticar ahora con la cámara? ¿Eres fotógrafo?
- No no, qué va. Es que hoy estábamos guapos y nos apeteció hacernos fotos. jejeje
- Ah, claro claro. ¿Y a dónde van tan guapos? ¿A una graduación o algo así?
- Justamente. Es la de ella, y ahora nos vamos de fiesta.
- ¡Anda! ¿De qué carrera?
- Veterinaria.
- ¡Veterinaria! Podrían montar un negocio los tres, ¿eh?
- Sí…
- ¡Claro que sí! ¿Conocen a Fulanito García? Es veterinario en nosedonde, y es muy bueno. Yo lo conozco, ¿lo conocen?
- Eh… sí sí, Fulanito el veterinario, sí. (ni puta idea)
- Pues él tiene una clínica y podría ayudarles. Yo le conozco porque bla bla bla bla…
- Ya ya, bueno, pues nosotros casi que nos….
- ¿Saben? A mí me habría gustado ser veterinario. En realidad soy un poco veterinario, aunque nunca estudié la carrera. Eso sí, no hay nadie que sepa más de pájaros que yo. Yo es que es ver un pájaro enfermo, y ya sé lo que tiene y cómo curarlo.
- Ajá…
- ¿Y mi mujer? ¡Ella de joven tenía lo menos 40 perros! Los recogíamos de la calle y los cuidábamos. También le encantan los animales. Y es que llevamos 20 años ya juntos. ¡20 años! Lo que pasa es que no tenemos estudios; somos unos matados. Nos pusimos a trabajar, y claro, luego estando con chiquillos y tal pues es más complicado, pero mira, tampoco nos arrepentimos. Eso sí, ustedes aprovechen ahora pa buscar trabajo, que la vetrinaria es una cosa muy bonita.
- Sí, a ver, aunque ahora con la crisis está la cosa complicada.
- Naaa, pero siempre sale algo.
Oye, tú no eres de aquí ¿no?
- No, soy de Tenerife
- ¡Lo sabía! Es que se te nota;
ustedes los de Tenerife hablan mejor, como más educados.
- ¿Has oído Sara? ¡Mi acento mola más! Jejeje
- ¿Tú eres de Las Palmas? (dirigiéndose a Sara)
- Sí sí
- Se te nota, por la forma de la cara y tal, aunque seas más blanquita, igual que tu amiga. En cambio él parece de fuera. Pareces indio.
- Vaya… pues será una nacionalidad más que añadir a la lista. Ya me han preguntado si soy árabe, gitano o sudamericano. Ahora podré añadir lo de indio.
- Pero no indio de la india, sino indio nativo americano. Es verdad que podrías pasar por gitano… y también por árabe, con esos rasgos y tal, pero creo que tienes algo de indio. ¿Seguro que eres de aquí?
- Hombre… que yo sepa sí.
- ¿Y tu familia es de aquí y todo? ¿Son todos canarios?
- Eeeep sí. Tengo una abuela palmera y la materna era de la gomera, pero vamos, que de resto de Tenerife de toda la vida.
- ¿De la Gomera dices? ¿Tu madre también es gomera?
- Pues sí.
- ¡Ja! Pues no me digas más. Tú eres Borigua.
- ¿Cómo?
- Eres borigua, que son una tribu indígena de Sudamérica.
- Esto….
- Es que con lo de tu madre ya me lo ejaste claro. En la gomera
hubo mucha mezcla con Venezuela, y de ahí es de donde vienen los boriguas.
- Jajaja, pues mira, ya tengo una teoría más que añadir a mis orígenes. Exploraré mi árbol genealógico. jejeje
- Hazme caso, que yo con esto nunca me equivoco, ¿verdad cariño? Yo otra cosa no, pero cuando digo que alguien es de un
sitio, es que es de un sitio. Soy muy bueno para eso. Y es que además tienes la cara típica de los boriguas. No tienes la cara de canario.
- (Mujerdelcomeorejas)
: ¡Y el color de piel! ¡Ese color no es de aquí! Además, ¿le has visto los dientes? ¡Son perfectos!
- Vaya… gracias
- ¿Los dientes son tuyos?
- ¬¬ Eh… sí, ¿no? Vamos, llevé aparatos, pero vamos, son míos.
- ¡Pero es que son demasiado perfectos! Fíjate como los tengo yo de torcidos, ¡y eso que llevé aparatos!
- Ya, bueno… a veces pasa que se vuelven a torcer después de quitarlos. Es una putada.
- Es que además los tienes muy blancos.
- (Comeorejas de nuevo): ¡Como los Borigua!
- Hombre… supongo que podría ser. Al fin y al cabo todos estamos mezclados, ¿no?
- ¿Conoces la zona de nosedonde, en La Gomera? Ahí también hay un montón de descendientes de Boriguas, que se les ve de lejos que lo son.
- Bueno, es que hace muchos años que no voy, la verdad. Conozco los municipios y mucho es.
- Ah, pues nosotros vamos cada dos por tres, nos encanta. Pa nosotros es la mejor isla. ¡Es tan
bonita!
- No sí, bonita es, pero para vivir es un poco muerto. Yo
necesito tener un poco más de civilización a mi alrededor.
- ¡Qué va! Eso sí, lo que no nos gusta que son mucho de h
abladurías; que haces una cosa y al día siguiente ya se ha enterado todo el mundo.
- Eso sí que es verdad, sobre todo en los pueblos pequeños.
- Mira, mi mujer y yo hacemos nudismo por ejemplo, y lo hacemos desde que éramos pequeños. Pues si lo haces allí enseguida notas los chismorreos. ¡Y es algo natural! Por ejemplo, si yo a ti ahora te veo desnuda (refiriéndose a Sara), no te voy a estar mirando las tetas o ahí abajo. No. Es algo normal que te hace sentir en contacto con la naturaleza. No es algo sucio.
- Ya ya… oye, que nos están esperando y…
- Ah, que se iban de marcha ¿no?
- Sí sí
- Ah, pues que se lo pasen muy bien, ¿eh?
- Venga gracias
- Y recuerda. Yo siempre acierto, y con esos dientes, esa cara, ese color y siendo de madre gomera. Eres un Borigua sin duda. Investiga para que veas como tengo razón.


Ahora por fin sé qué es lo que tengo en la cara para atraer a tanto zumbado: rasgos de una tribu exótica.




viernes, 16 de julio de 2010

Subidón y escapada

Hace poco celebré a la vez los 3 años y las 300 entradas, y siento que haber alcanzado ahora el centenar de seguidores (101 en realidad) no debería ser el tema central de un nuevo post, más que nada por no resultar cansino con tanta reseña de autofelicitación, ¿no?

Pues al carajo, voy a hacerlo de todas formas: ¡Muchas Gracias a todos!

En otro orden de cosas, en cuanto cierre aquí y coma algo, me iré rápido a coger un ferry rumbo a Las Palmas. Me voy a la graduación de una amiga, y de paso estar unos días allí en plan desconexión. Llamadme idiota, pero hacer una maleta, aunque sea para estar a la isla de enfrente, me hace ilusión (además de ver a mi amiga, claro). Ya que este verano no parece que vaya a tener un viaje de ningún otro tipo, me gusta no quedarme con la impresión de que no he salido de Tenerife.

Os dejo con una canción de subidón hasta mi regreso. ¡Hasta pronto!




lunes, 12 de julio de 2010

¡Cuidado con la guagua!

Se pueden extraer valiosas enseñanzas de la televisión, y una de ellas es la de cómo librarnos de algún tocapelotas que nos esté amargando la existencia. Si empezamos a discutir en la calle con una persona que pierde los papeles y nos monta un numerito, bastará con que caminemos hacia ella por la acera como si quisiéramos acorrarla. La necesidad de guardar más distancia de la normal (cuando estamos tensos el espacio interpersonal se amplía), hará que al alejarse acabe en la carretera, y en cuanto eso ocurra, no pasarán ni cinco segundos antes de que una guagua aparecida de la nada, pase a toda velocidad y se la lleve por delante. Por increíble que parezca, ninguno de los implicados verá venir el accidente, y por tanto estarás libre de culpa. Al menos eso es lo que parece en la tele.

La primera vez que vi algo así fue en la película Destino Final, en la que la energúmena de turno perdía los papeles, y un brutal atropello zanjaba la discusión:



No era la muerte más espectacular de la película (que al fin y al cabo iba de eso, de gente que iba muriendo), pero sí una de las más impactantes, pues nadie la vio venir y podría pasarnos "perfectamente" en la vida real.

Posteriormente ocurría lo mismo en la película Chicas Malas (sé que estoy dejando mi reputación de cinéfilo por los suelos, pero todos tenemos momentos bajos), en la que volvían a tirar del mismo recurso para poner fin a una discusión; fue entonces cuando supe que había nacido un nuevo recurso para eliminar personajes molestos. Haciendo memoria en estos días, recordé que en la serie Nip/Tuck hicieron lo mismo con otra energúmena, y hace un tiempo Perdidos hizo lo propio con el marido cabrón de Juliet. Me sorprende que no hayan hecho lo propio en Mujeres Desesperadas, pues una de las señas de identidad de la serie es la facilidad con la que matan a los personajes cuyas tramas se alargan demasiado. De todos modos han hecho cosas parecidas, como cerrarle la boca a dos pesadas en pleno arrebato de verborrea, cegando sus vidas porque se las lleva un huracán o una avioneta.

Cuando me puse a buscar los videos correspondientes con los que ilustrar la entrada, descubrí que alguien se me había adelantado colgando uno que reunía los tres últimos casos. Mi gozo en un pozo...



En cualquier caso, independietemente de las veces que sigan copiando esos accidentes, ninguno podrá superar a este grandioso momento de Padre de familia:



¿Alguien más empieza a sentir lástima por Meg?




*Lo admito: esta entrada es más de relleno que otra cosa, pero es que un problema técnico me borró la anterior, y ya iba siendo hora de actualizar. Si se quedan con ganas de leer algo más, pásense por el blog de mi amiga Sara y lean la entrada sobre
la marea roja. No tiene desperdicio.



martes, 6 de julio de 2010

Si lo sé me quedo en casa

¿Saben esos días en los que uno sale de casa intuyendo que va a arrepentirse de hacerlo? Ayer fue uno de ellos.
No es que estuviera pesimista, sino que las cartas con las que jugaba eran malas, y así no te puede salir una buena jugada.

Me levanté temprano para ir a La Laguna a hacer un papeleo administrativo. Hacía un frío del carajo y estaba chispeando, pero yo iba en plan valiente, con camisa de manga corta, porque otros días había subido con sueter y me había muerto de calor. ¡Pues toma, pastillas de goma!

Llegué al sitio, hice cola, expuse mis circunstancias y salí de allí como mismo había entrado, es decir, sin que pudieran resolverme nada. Me dispuse entonces, ya que estaba en La Laguna, a ir a un par de tiendas a tiro hecho, que siempre que estoy en la zona comercial, es de noche o domingo.

La primera era una en la que había visto unas camisetas muy originales. No las tenían en perchas sino expuestas en el escaparate, de modo que si querías alguna, tenías que pedírsela a la encargada y que la sacara del almacén. A pesar de que otras veces había visto modelos masculinos, parecía que hoy sólo había femeninas, así que fui a dar con la dependienta para preguntarle:

- Hola… mira, la camiseta azul con el dibujo de Triqui, ¿la tendrías para chico?
- ¿A qué te refieres?
- A si tienes modelos para gente con pene Es que todas las que veo son de chica, quería saber si tendrías el modelo equivalente para chico.
- Bueno, pues… claro, es que eso es relativo; depende del dibujo. El dibujo es lo que determina si es para chico o para chica. Por ejemplo, esta del payasito de Batman (el joker), es más como para chico, porque para chica no pega, pero por ejemplo esta otra de aquí si la veo más para chica, ¿no?
- No, si a mí el dibujo me da igual; si me gusta me la llevo porque no creo que haya dibujos especialmente femeninos. Lo digo por la forma.
- ¿La forma?
- ¡Dios! ¿Es que hoy es el día de las incompetentes? Me refiero a que son entalladas, con la cintura marcada.
- ¡Ah, es que ahora se usan así un montón, pegaditas!
- Ya… pero una cosa es pegada y otra que tenga forma de tía, con las esquinitas hacia fuera.
- Es que son unisex. Pero se las están llevando un montón de chicos, ¿eh? Es más, luego vienen por aquí a enseñármelas orgullosos, pa que vea lo bien que les quedan. ^^
- ¬¬ Ya, y también te dan las gracias con lágrimas en los ojos. Bueno, de todas formas creo que voy a pasar porque no me convence la forma. Me gusta más que sean del estilo de la que llevo puesta (lo digo ondeando mi camiseta, para que vea que queda suelta).
- ¿Negra dices? También las tengo en negro.
- Joder, esta tía es retrasada No no, déjalo. Ya vengo otro día si eso, gracias.

Salí de allí pensando en cuánto debió beber la madre de la dependienta mientras estuvo embarazada, y me fui a otra tienda para renovar un vale. Hacía un tiempo había comprado y devuelto algo, y en lugar de darme dinero me dieron un vale. Me toca las narices que te obliguen a gastar perras en una tienda en la que no hay nada más que te guste, pero es lo que hay. Sé que en el fondo, además de por asegurarse de que el dinero se quede allí, muchas albergan la esperanza de que ese recibo se pierda en el olvido, y así llevarse unos duros extra por la cara. Cuando me lo hicieron me dijeron que tenía una validez de seis meses, y aunque esto suele ser una formalidad para apurar a la gente a comprar, volví por allí para que me lo renovaran hasta que diera con algo que pudiera llevarme.

- Hola, venía a que me renovaras este vale.
-
¿A renovarlo?
-
Sí, compré una cosa hace unos meses y lo devolví, y… bueno, no he visto nada que me interese, así que lo renuevo hasta que me surja un cumpleaños o algo así. Jeje
- Pues compra otra cosa, y así no hay que renovarlo.
- Ya… pero es que esto es una tienda de decoración y yo no tengo casa, y si comprara algo sería para devolverlo sobre la marcha y así tener otro vale. Pa eso lo renuevo directamente, ¿no? jejeje
- Déjame verlo
(más seria que el carajo)
- Toma, aquí esta.
- El vale está caducado.
- Era hasta julio, y estamos a primeros de julio.
- No no, era hasta julio, es decir, que caducaba al final de junio.
- Ah, entonces te entendí mal, jeje. De todas formas supongo que por un par de días no pasará nada, ¿no?
- Es que si está caducado no te lo puedo renovar.
- Pues entonces dame el dinero.
- Eso no puedo hacerlo.
- ¿Por qué? ¿También se ha caducado?
- Es que si la fecha está pasada no puedo hacer nada.
- Querrás decir que no quieres, no que no puedes.
- Es que hay que respetar las fechas.
- ¿Qué fecha ni que nada? Han sido un par de días por un malentendido, y en cualquier caso, lo de poner caducidad a los vales no es muy legal que digamos. ¿O es que mi dinero también tenía una validez limitada, y después de ese tiempo desapareció? No, ¿verdad?
- Hay unas normas que cumplir, y si te las saltas es problema tuyo.
- Hay unas normas si se trata de algo a devolver, pero estamos hablando de un dinero que yo les di y se han quedado sin que yo reciba nada a cambio. Eso es robar.

- Pues haber venido antes
- Mire, podemos hacer dos cosas: usted no intenta quedarse con mi dinero por la cara y me renueva el vale, que yo me comprometo a canjear lo antes posible, o yo voy a consumo y le pongo una demanda por estafa. ¿Cómo lo ve?

Salí de allí con el vale renovado.

En estas me llamó mi hermana, que también estaba en La Laguna, para proponer que fuéramos a nadar; me recogería en un punto x, bajaríamos juntos a casa y de ahí tiraríamos a la piscina. Tardé un huevo en llegar al sitio porque yo soy capaz de perderme hasta en el pasillo de mi casa, y subí en el coche sin sospechar que los planes truncados no habían hecho sino empezar...

El resto de la historia en el blog de la exorsister (pero sin dejar de comentarme aquí, que son cosas paralelas XD).


viernes, 2 de julio de 2010

No sigas durmiendo

Los niños suelen tener un respeto "curioso" por el sueño ajeno; nunca quieren dormirse, pero cuando cierran los ojos caen en un coma profundo. Eso debería bastar para que apreciaran lo que supone descansar... pero no. Si ellos se despiertan todo el mundo ha de hacerlo. Y punto.

Cuando mi primo pequeño se queda a dormir en casa, suele despertarme varias veces a lo largo de la mañana para hacerme preguntas. Estas pueden ser "necesidades", como averiguar cómo se pone el canal de los dibujos animados, o cosas más por tocar las narices, como si conozco todas las transformaciones de los Pokémon. De todas formas su pregunta favorita no es otra que la de asegurarse que sigo dormido y no muerto:

- Pablo... Pablo... PABLO... ¡¡PABLO!!
¿Qué coño quieres? Dime Andrés...
- ¿Estás durmiendo?
- Sí... ¬¬
- Ah, vale, adiós.



Como ha comprobado que por las mañanas no soy muy sociable, y no salgo de la cama por las buenas, ha probado con una nueva técnica: los mensajes subliminales. Ayer se me acercó despacito a la oreja, y muy bajito me susurró:

- Pablo, soy la voz de tu conciencia; te ordeno que te levantes para jugar con Andrés...

Empiezo a tener miedo.