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miércoles, 31 de marzo de 2010

Fotos desde Estocolmo

Una pequeña cafetería "atrapada" entre los árboles, en la que no cabría la Coca-cola de la siguiente foto:

¿A qué huelen las flores? ¡Sum Sum!


Callejuela en el centro:

La calle más estrecha:El barco vikingo
Y para acabar, un poquito de arquitectura:


¿No entran ganas de ir?



lunes, 29 de marzo de 2010

Estocolmo: La increíble ciudad helada

Lo primero que hicimos al llegar a Estocolmo, además de ponernos el chaquetón, fue abrir la boca ante lo que se extendía ante nuestros ojos: La capital sueca es alucinante, y algo totalmente distinto a los que jamás había visto.

Si a Ámsterdam la llaman la pequeña Venecia, Estocolmo es conocida como la Venecia del norte; la gente no es muy original poniendo nombres a los sitios con canales. La ciudad es un conjunto de islas unidas por puentes, pero a no ser que lo veas todo desde las alturas, no te da la sensación de estar saltando de una a otra; sencillamente vas caminando y a veces te das cuenta de que estás cruzando sobre el agua. No hay grandes edificios, pero si grandes moles; más robustas y anchas que altas. Si supiera de arquitectura hablaría de las cualidades de las construcciones, pero como no tengo ni idea diré que eran todas muy bonitas. Algunas son como de la edad antigua oymedieval, y otras parecen enormes casas de muñecas. Todo guarda armonía con el entorno y no hubo nada que me causara rechazo o indeferencia. Es un lugar increíble.

*La plaza Weyler sueca

La mayoría de los lagos estaban congelados, y nosotros dormíamos en un barco-albergue atrapado en uno de ellos. Era curioso ver todas las embarcaciones amarradas y petrificadas, como resignadas ante la idea de que no podrían moverse de allí en mucho tiempo. Nuestro hostal estaba pero que muy bien; tenía una confortable sala de estar con todo lujo de detalles, que te hacía pensar que estabas en el salón de una gran casa… hasta que mirabas por la ventana y comprobabas que en lugar de jardín y una piscina, el hielo se extendía imponenete hasta el horizonte.

El último día (estuvimos 5), tuvimos que marcharnos del albergue por un problema con la reserva, y aunque fue un coñazo tener que hacer una mudanza para una sola noche, nos permitió vivir algo que luego quedaría de lo más interesante en nuestro anecdotario: ¡Dormimos en una cárcel!

Se trataba de una prisión reconvertida en albergue juvenil, pero que conservaba todas las características que hemos visto en las películas. Entrabas en una fortaleza de la que te parecía que no volverías a salir, y cuando llegabas al vestíbulo te topabas de frente con el sórdido pasado del edificio. A lo largo de un estrecho pasillo se distribuían las celdas (ahora habitaciones), y esa estructura se repetía en las dos siguientes plantas, que al igual que las cárceles tradicionales, bordeaban un gran hueco central. A modo de guiño macabro, todo estaba ambientado con motivos penitenciarios: los llaveros eran una cadena con una bola de preso colgando, había barrotes por doquier, y las habitaciones conservaban la distribución tradicional de las celdas: dos literas pegadas a las paredes y una mesita al medio. Sólo faltaban las muescas en la pared marcando los días de encierro.

Una de las cosas que más llama la atención de los suecos es que no hacen ruido; ninguno. Una mañana estábamos sentados en las escaleras de una plaza muy transitada, cuando nos dimos cuenta de que nuestras voces eran las únicas que se oían, así que decidimos callarnos un momento. Aunque parezca mentira sólo se oían pisadas, y por allí estaba pasando media ciudad. O no hablaban entre sí, o lo hacían muy bajito, casi entre susurros. Quisiera yo verlos en cualquier calle de España.

Siendo conscientes de que con las bajas temperaturas no sobrevivirían la flores, los suecos las sustituyen por plumas, de modo que en la entrada de los edificios y los balcones, veías cientos de plumas de colores pegadas a ramitas, como si de verdad hubieran brotado de la madera.
Hablando de frío, en este viaje pude experimentar algo con lo que siempre había soñado: ¡Una pelea con bolas de nieve! Íbamos paseando por una zona boscosa, próxima al castillo que íbamos a visitar, cuando nos topamos con una montaña de nieve. No había mucha, pero sí lo suficiente como para que sacáramos a nuestro niño interior... y no volviéramos a dejarlo entrar en mucho tiempo. ¡Quiero nieve en Santa Cruz!

Ese día emulamos a Jesucristo caminando sobre las aguas heladas, y divisamos la estampa más popular de la ciudad desde el mirador principal (última foto). Estábamos en la gloria.

Estocolmo es una de esos lugares en los que merece la pena callejear sin rumbo, dejándote llevar por los instintos y descubriendo maravillas que quizás no salgan en las guías. Recuerdo haber trepado por la calle más estrecha de Suecia, que apenas llegaba a rendija; también me acuerdo de ver un barco vikingo perfectamente conservado, y del abundante merchandising de Pippi Calzaslargas, la sueca más célebre con permiso de Lisbeth Salander y las cantantes de Abba. Me vienen muchas cosas en mente, pero sobre todo recuerdo los atardeceres desde el puente que nos llevaba al albergue. Hasta que nos has visto cómo acaba el día en Estocolmo, no sabes lo que es una puesta de sol.



sábado, 27 de marzo de 2010

Fotos desde Ámsterdam

El albergue:

Amigosister y yo dentro de un zueco.

La casa más estrecha del país, que ocupaba lo mismo que la puerta de la entrada.

¿No se supone que los bustos tienen siempre una expresión solemne, y no cara de que les estén contando un chiste?

Consejo de amigo: Si quieres que tu negocio sea multicultural, cómprate antes un diccionario multilingüe.

El extraño árbol del que florecían peluches.

Amigosister mimetizándose con las costumbres locales

Los canales:

Y por último, el icono por excelencia de Holanda: ni tuilpanes, ni porros ni nada; lo que se veía por todos lados eran oficinas de "Rabobank", que además tenían como logo a un hombre desnudo. Y luego pretenderán hacernos creer que no está hecho adrede. ¡Ja!



viernes, 26 de marzo de 2010

Ámsterdam: Libertinaje cosmopolita

Pasamos la noche en el aeropuerto, a la espera de coger temprano un avión rumbo a Ámsterdam. Como iban a ser muchas horas las que estaríamos tirados, decidimos dormir allí, en el suelo helado, sin caer en la cuenta de que por muy bohemio y desenfadado que se viera desde fuera, por dentro lo que íbamos a coger era un trancazo de dimensiones épicas. Efectivamente así fue… pero sólo en mi caso; ellos dos se despertaron y recogieron el campamento como si nada. ¡Qué hijos de puta!

Aterrizamos en un moderno aeropuerto de diseño, al que los pedantes calificarían con palabras como “cool”, “chic”, “trendy” o “underwear”; vete a saber.
Fuimos en guagua hasta el centro y llegamos a nuestro albergue, que me encantó. ¡Eso sí que era “cool”! No era demasiado grande pero tampoco daba sensación de no serlo; era perfecto. Estéticamente, era como fusionar el cuarto de Punky Brewster con una tienda de Natura; había paredes en todos los tonos y dibujitos étnicos en los marcos. ¡Hasta te daban ganas de ir al baño de lo alegres que eran los azulejos!
Los colores vivos te asaltaban allá donde miraras, pero no resultaba cargante porque mantenían las luces muy atenuadas, como en un puticlub cabaret; al salir a la calle por la mañana, la claridad del día te daba una cachetada como cuando sales del cine a media tarde.

Ámsterdam es denominada la pequeña Venecia, pues está atravesada por anchos canales navegables, en los que mucha gente tiene amarradas sus viviendas flotantes. Es fácil perderse porque las casas son muy homogéneas, y los puentes no sirven como referencia porque hay tantos como quieras imaginar. Es una ciudad muy agradable, donde destaca por encima de todo el ambiente que se respira; todo el mundo se mueve en bicicleta (¡hay millones!) y es la sede europea del libertinaje. Para empezar, como todo el mundo sabe, el consumo de marihuana en locales es legal. Hay infinidad de "coffe shops", en los que además de una taza de café y un sandwich, puedes pedirte con total tranquilidad la hierba que quieras tomar, que como si de una bodega de vinos se tratara, hay para todos los gustos. Además de la María, se venden setas alucinógenas como quien se compra una bandeja de champiñones en el Mercadona; los sex shop y los espectáculos de sexo en vivo son tan comunes como cualquier comercio de barrio, y la prostitución es legal.

Las prostitutas son trabajadoras visibles con todas las de la ley, y lucen como super hembras de revista porno, y no como marginadas demacradas. Trabajan en los famosos escaparates de cara al público que hay por varias calles de la ciudad, especialmente en el barrio rojo, e impacta mucho verlas allí, como maniquís de tiendas de lencería. Lejos de poner poses sensuales y pasarse la lengua por los labios de forma hortera lasciva, están allí sin más; sentadas, paseándose o mirando a la calle. Cuando alguien se interesa por alguna le hacen pasar, cierran la cortina, y aquí paz y en el cielo gloria. No voy a entrar ahora en el debate de si la prostitución debería regularizarse o no, pero desde luego mejor ejercer en esas condiciones que de forma precaria y explotadas por mafias.

El primer día conocimos a unos granadinos y fuimos a tomarnos algo juntos; es curioso el hermanamiento que se da entre los españoles cuando se encuentran en el extranjero; nadie se imagina proponerle a alguien de su ciudad tomarse algo por ser del mismo país, y sin embargo cuando estamos de viaje lo vemos como lo más normal del mundo. El caso es que la primera noche fuimos con ellos a un famoso Coffe Shop cercano, que se ha convertido en un lugar de culto después de que rodaran en él una escena de Ocean´s eleven. Los propietarios son conscientes de lo que atrae eso a los mitómanos, así que tienen una pantalla en la pared en la que repiten en bucle la secuencia en cuestión. La pareja granadina, mi hermana y su amigo pidieron una tarta de chocolate... con extra de "chocolate"; yo no podía probarla porque estaba con un gripazo y tomando medicamentos, y el camarero me recomendó que lo dejara estar, porque seguramente me sentaría fatal. El resultado fue que media hora después, cuando ya creían que les habían estafado, les entró la risa más imbécil del mundo; empezaron a partirse el culo con la mandíbula desencajada, casi llorando, y mientras ahí estaba yo, con el moquillo colgando y el mal cuerpo mirando para otro lado, esperando que se les fuera la tontería. Si al menos pudiera haber participado en la conversación igual me habría divertido, pero es que no hablaban, sólo se reían a carcajadas. Fue fascinante... ¬¬



Las visitas más célebres que hicimos fueron el museo Van Gogh y la casa de Anna Frank. Me encanta Van Gogh, y poder ver de cerca la mayoría de sus obras emblemáticas fue un lujazo por el que mereció la pena la sablada de la entrada. La casa de Anna Frank era el edificio real en el que se había escondido la niña más famosa del holocausto; mientras te iban explicando en qué condiciones vivió junto a su familia, te movías por los escenarios reales de aquella historia, haciendo que resultara todo mucho más cercano y sobrecogedor que quedándote sólo con las descripciones del libro.



Tres días después de movernos por el mundo de los tulipanes y los zuecos, cogimos un avión para ir a una tierra muy lejana y completamente diferente...


miércoles, 24 de marzo de 2010

El viaje de mi vida

Esta semana santa no me voy a ir a ningún lado, entre otras cosas porque voy a quedarme a ver las procesiones estoy ahorrando para la escapada que me daré más adelante a Roma. Es por eso que, para aquellos a los que les gustan mis relatos de viajes (si no es cierto, saben mentir muy bien mostrando entusiasmo), voy a rescatar la crónica resumida del que ha sido el viaje de mi vida (con permiso de Nueva York). Fue hace cuatro años, y desde entonces tengo unas ganas locas de repetir algo por el estilo; estuve dos semanas recorriendo Europa con una mochila en la espalda. Fue genial.

Era Marzo de 2006 y mi hermana me llamó por teléfono; ese año estaba de Erasmus en Irlanda, y me hizo una proposición difícil de rechazar. Me contó que ella y sus amigos guiris estaban pensando ver varios países en plan mochilero, y me invitó a unirme a ellos y de paso hacerle una visita, que hacía cuatro meses que no la veía. Aquello supondría hablar todo el rato en inglés con un grupo de desconocidos; tenía el idioma muy oxidado y puede que no congeniara con ellos, pero casi enseguida (me dio dos días de margen) supe que le contestaría que sí; en el peor de los casos iba a conocer varias ciudades y ver a la Exorsister, así que sólo por eso merecía la pena. Al poco de confirmárselo me informó de que la gente se había ido rajando, así que finalmente seríamos ella, su amigo de la facultad que también estaba de Erasmus (es decir, otro tinerfeño), y yo; mucho mejor así, prefiero los grupos pequeños.

Un aplauso por la foto, que me quedó estupenda

Llegó el día, me “calcé” el mochilón y cogí un avión hasta Inglaterra; del aeropuerto de llegada (Gatwick) debía coger una guagua hasta el aeropuerto en el que me esperaban ellos (Standsted).
A pesar de que he viajado solo en más ocasiones, nunca deja de resultarme un poco estresante; normalmente delego el tema de los papeles y los pasajes en quien vaya conmigo, porque no tengo cabeza y confío más en cualquier otra persona para que las cosas salgan bien. Cuando me tengo que valer por mí mismo voy muy tenso, porque debo tener alerta los cinco sentidos para no cagarla y acabar en Rusia. Tras pasar todo el día viajando llegué de noche a mi destino; anunciaron que ya estábamos en el aeropuerto, así que obediente cogí mis cosas y entré en el recinto. Nos habían dejado en una ridícula sala de espera con apenas quince asientos, una cafetería minúscula y un aseo asqueroso. ¿Qué clase de aeropuerto era ese? Debía tratarse del lugar en el que hacían esperar al pasaje antes de derivarlos a la zona de facturación y embarque, pero aún así aquello no tenía ningún sentido; era como estar en un aeropuerto de juguete, como si hubieran montado la sala para hacer un sketch.

Como más vale parecer imbécil por preguntar obviedades, que serlo por no preguntar algo que te podría ser útil, me acerqué a una de las trabajadoras para que me sacara de dudas:

- Eh… ¿Esto es el aeropuerto?

- ¡Pues claro!

- Pe… pero… ¿y el resto?

- ¿Qué resto? ¿Tú no ves los aviones ahí fuera?

- Sí, pero…

- ¿No cogiste la guagua que hace el recorrido hasta aquí?

- Eh… esto… sí.

- ¿Entonces qué coño me estás preguntando?

- ¬¬

Le planteé la misma cuestión a un par de personas que me hicieron sentir igual de gilipollas; lo único en lo que acertaban todos era en mandarme a esperar sentado. O yo no me sabía hacer entender, o ellos no se querían dar por enterados, pero no hubo forma de sacar nada en claro de aquella gentuza. Me estaba envenenando y no quería perder los nervios, así que respiré profundamente, saqué el Mp3 y decidí escuchar un par de canciones mientras me tranquilizaba, porque notaba que las arterias estaban a punto de explotarme. En esas estaba cuando me llamó mi hermana para ver dónde estaba, que llevaban un rato esperándome; le conté encochinado lo ocurrido y acabó concluyendo que debía encontrarme en el aeropuerto... pero en un edificio anexo, cerca de Mordor, que es donde se gestionaban las guaguas; una información que los cabrones que me atendieron no fueron capaces de facilitarme. Vino a dar conmigo y me acompañó hasta el edificio central, escuchando insultos y blasfemias en alto en lugar de una acogida como Dios manda.

Al llegar a la terminal fui directo al baño; el de hombres estaba cerrado y los siguientes aseos estaban a tomar por culo, así que me metí en el de mujeres, que para mear cualquier vater sirve. Salí y fui de nuevo a dar con ella. Lo primero que le dije, ya más relajado, es que una señora me había mirado mal al verme salir del baño de mujeres. Antes de continuar con el relato y explicarme, me percaté de que su amigo también estaba allí saludándome con cara extraña. A eso se le llama cagar la primera impresión…

(Continuará)


viernes, 19 de marzo de 2010

¡Cállense, por Dios!

¿Recuerdan lo que conté de los evangelistas escandalosos que había frente a mi casa? Cada vez que les oía mi mente se ponía en funcionamiento para idear cómo acabar con ellos; daba por hecho que ir a dialogar no serviría de nada, porque sería como pedir que en una catedral las campanas replicaran más bajito. Siendo así la cabeza se me iba siempre por otros derroteros, casi todos ilegales.

El caso es que al día siguiente de postear la entrada (hace dos meses), había quedado y me dejaron tirado; me empezó a arder la cara de rabia y me fui, pero antes decidí pasar por una tienda que me quedaba al lado, para no sentir que mi viaje había sido totalmente inútil. Entré para preguntar por una cosa específica, y no hubo un puto vendedor que pudiera o supiera atenderme; la vena del cuello se me fue hinchando más, estaba a punto de soltar espuma por la boca y evité cualquier contacto social de camino a mi casa. Estaba entrando en mi edificio cuando escuché a los disminuídos psíquicos de enfrente cantándole a Dios a todo volumen, y entonces supe que ese era el momento; tenía la dosis suficiente de mala hostia, como para entrar en un sitio lleno de devotos lobotomizados y mandarlos a callar; estaba en clara minoría, pero me daba igual.

Guardé las llaves en el bolsillo y me dirigí con paso firme hasta la entrada; me quedé observando el panorama pensando en cómo iba a actuar. El local estaba distribuído como una iglesia, con dos filas de bancos flanqueando un pasillo central que miraba hacia un altar, en el que unos cristianos enrollados cantaban polladas místicas. Pensé en subir al escenario, coger el micro y pedirles que se callaran de una puta vez; lo haría de forma que no me apedrearan desde el primer minuto, diciendo algo así como: "Hola... sólo quería decir que creo que la enseñanza más valiosa que nos dio nuestro señor es que debemos repetarnos los unos a los otros, por eso creo que deberían predicar con el ejemplo y ¡BAJAR LA PUTA MÚSICA, JODER! Muchas gracias."

El plan tenía lagunas, siendo la principal que posiblemente no saldría vivo de ahí, pero me daba igual, el cabreo me impedía pensar, y sabía que tenía que aprovechar ese subidón de adrenalina o luego me arrepentiría. No estuve ni dos segundos maquinando cuando comprobé con tristeza que ya se estaban despidiendo, y no sólo los asistentes estaban recogiendo la cosas, sino que estaban desmontando todo el tema del sonido. ¡Mierda!

Mientras estaba en la puerta trazando un plan alternativo, se me acercó un Ned Flanders a recibirme con alegría, pero mi cara debía ser lo más expresivo del mundo, porque su acogida se desinfló enseguida y decidió irse para otro lado:

-"¡Hola! Bienvenido a nuestro centro. ¿Buscabas información o sólo querías entrar y... esto... nada, yo... eh..."

Me dirigí entonces al técnico de sonido y le di un toque en la espalda para llamar su atención; se quitó los cascos y bajó el volumen para poder oírme:

- ¿Qué querías?

- ¿La música tiene que estar tan alta?
-¿Cómo?
- Que si es necesario poner las cancioncitas a todo volumen, porque estoy en el edificio de enfrente y no puedo estudiar, y además lkjiñqwojcnbqñrebfvpqivuqbpoefhqwpifgpqfalta de respetowoufegpqirgfppoca educaciónqkdbcwsdbhjkdcñkjnccierren la puertaqdklcnsfdjbspidfbpid !!!!!!



No se les ha vuelto a oír, y yo me siento más en armonía con el universo que nunca. ¿Será cosa de "El Señor"?




lunes, 15 de marzo de 2010

Economía para quinquis

El otro día fui a visitar a una amiga que trabaja en una tienda Movistar, y mientras esperaba a que atendiera a un cliente, no pude evitar escuchar la conversación que mantuvieron. Se trataba de un quinqui adolescente, pinta y cara de extrarradio incluídas, consultando dudas sobre su carísimo iPhone nuevo:


- Mira, ¿lo del seguro cómo va?

- Tienes un seguro a todo riesgo (caídas, robos, etcétera) que te sale 88 euros.

- ¿88 euros solo? :D ¡En cuanto cobre el paro el mes que viene vengo y lo contrato!



(Di que sí, las prioridades claras ¬¬)


viernes, 12 de marzo de 2010

El reencuentro con Julia

Anoche volví a ver a la Julia Roberts canaria (aquella conductora de guagua que se parecía muchísimo a la actriz); subí a bordo de su línea como todos los días, y al meter el bono comprobé que ahí estaba de nuevo.
Al mismo tiempo que entré yo, lo hizo un borracho que se me pegó pa comerme la oreja; iba con un fajo de billetes en la mano contándome que iba a ir al casino, y que si iba con él y le daba suerte iríamos a medias. Tenía las pupilas super dilatadas, apestaba a alcohol y daba mucha grima, pero lo más importante es que estaba invadiendo mi espacio personal, y temía que de un momento a otro me fuera a vomitar encima. Para deshacerme de él le dije que iba a preguntarle algo a la conductora, que ya al subir me había echado una mirada cómplice de "te compadezco", y para allá que fui:

- Hola… ¿qué tal? Vengo a disimular un momento a ver si me quito al coñazo ese de encima. :s

- Pfff… te compadezco, porque te estaba viendo por el espejo y no te suelta ni aunque no le des conversación. :o

- Es que es eso. Me puse los auriculares a ver si se daba por aludido y me dejaba en paz, pero ni así se calla.

- Pues nada, quédate por aquí sin problemas, que no tienes necesidad de estar aguantándole el rollo y así me haces compañía. ;)


Me estaba contando lo harta que estaba de tener que soportar elementos así en el turno de noche, cuando el susodicho vino a dar con nosotros para taladrarnos a los dos la cabeza. Pasamos de él, se bajó y seguimos hablando. Fue entonces cuando me aventuré a comentarle lo que en su día me había auto-censurado para que no pareciera que le tiraba los trastos:


- Oye, ¿te puedo decir algo que igual te suena extraño? :o

- Ah, dime dime :)

- ¿Sabes que eres clavada a Julia Roberts?

- Jajajajajaja ¡Muchas gracias! :D

- Te lo habían dicho alguna vez, ¿no?

- Jajajajajaja, sí, lo cierto es que me lo suelen decir bastante.

- Es que recuerdo que la primera vez que te vi lo pensé, pero creí que estaría fuera de lugar comentártelo, que igual te molestaba si estabas acostumbrada a que todo el mundo te lo dijera...

- ¡Qué va! Hay muchos pasajeros que me lo han comentado, pero siempre por lo bajo y como con vergüenza. Yo me lo tomo como un halago, porque oye, mejor eso que no que me digan que me parezco a una fea. Aunque yo creo que ella es más guapa. XD

- (...)

Tuvimos que despedirnos ahí porque había llegado a mi parada, pero ahora que di el paso me he propuesto un reto; conseguir que lea la entrada en cuestión. Le comenté la idea a un amigo y me dijo que eso parecía de psicópata perturbardo, así que tengo mis reservas. ¿Debería dejarlo pasar por si me va a poner una orden de alejamiento, o me fío de las buenas vibraciones que transmite y le doy la dirección la próxima vez?

domingo, 7 de marzo de 2010

Piercings

Ayer iba en el tranvía, y un desagradable sonido de ventosa llamó mi atención. En medio del vagón, como si quisieran ser vistos por todos los pasajeros, había una pareja de kinkis frotándose y dándose picos. Hasta ahí todo bien (aunque sean kinkis también tienen derecho a magrearse), pero cuando se besaban lo hacían de una forma rarísima, como de medio lado para no chocar los labios directamente. Cuando ella se separó me di cuenta de por qué no se comían los morros con todas las de la ley: él tenía un piercing enorme a un lado de la boca. La mitad de su labio inferior estaba invadida por dos pinchos enormes que salían hacia fuera, y su novia no podía sino acercarse tímidamente a lo que le quedaba libre, porque si no se habría rajado la cara. 40 minutos de tranvía con la chica haciendo malabarismos para no cortarse los labios, me hicieron preguntarme algo que hace tiempo que ronda por mi mente: ¿La gente es imbécil?

Me refiero a que no entiendo los piercings; es decir, te pones algo que supuestamente te hace más atractivo… pero que luego te impide desarrollar una vida normal. ¿Qué clase de disminuído psíquico haría eso? ¿Quién se levanta un día y piensa en ponerse pinchos en la boca, para ser el más guay del barrio pero no poder besar en condiciones?
Con los piercings de la lengua pasa tres tantos de lo mismo; los hay redonditos e inocuos (aunque igualmente incómodos para moverla con soltura), y otros que son completamente incompatibles con un morreo. ¿De dónde sale tanto borderline? Se suele dar además, que quienes tienen la lengua taladrada sienten la necesidad de mostrárselo a todo el mundo, y acaban desarrollando un tick automático, que les hace estar todo el día moviendo la lengua por fuera de la boca y dándole vueltas al palito de metal. El día que se den cuenta de que eso “no mola” y les hace parecer retrasados mentales, volverán a meter la lengua en donde debe estar, pero se ve que por el momento nadie se los ha hecho saber.

Si nos adentramos en al absurdo total, los piercings genitales se llevan la palma. Eso sí que NO tiene cabida en mis esquemas; no comprendo que alguien pague porque le taladren la punta de la polla, con todos los riesgos, la incomodidad y el dolor que implica, y que luego encima te vendan que lo hacen porque “da morbo”. Los cojones. ¿Cómo va a dar morbo tener un clavo en el glande? ¡Lo que da es grima! Y quien dice ahí, dice atravesando un pezón o insertado en los labios vaginales. ¿De verdad hay quien prefiera lamer metal en lugar de carne? ¿Y a la hora de meterla? ¿Tienes que ir despacito para que no haya desgarros? ¿Y si es ella la que tiene los remaches ahí abajo y se enganchan en el frenillo? ¡AAAAUUU!

En cualquier caso estos quedan ocultos, para sorpresa de quien los sufra descubra cuando le quite la ropa a la otra persona; si hay gente a la que le pone que le den descargas o le caguen encima, perforarse las zonas hipersensibles del cuerpo tiene que ser la hostia, así que allá ellos y sus posibles infecciones y heridas. Lo que de verdad tiene delito son los piercing-grano; esos que los poligoneros coleccionan con febril devoción, y que básicamente consisten en ponerse una bola abultada, muchas veces en colores rojizos, verdosos o blanco, en los alrededores de la nariz y la boca. Como si les hubiera salido una verruga o un granazo del tamaño de Brasil, pero hecho adrede. Una bolita bajo la ceja puede quedar bien, un puntito brillante en una aleta nasal también, e incluso se acepta el de debajo de labio, pero… ¿un bulto de aspecto pustulento en medio de la cara? ¿Por qué no mejor pegarse roña en la sien para que parezca que tienes un quiste? O mejor aún, ¿qué tal meterte servilletas en el cachete y que todos crean que tienes un tumor facial? ¡Los verrugas ficticias son para aficionados!

Si me voy a los extremos absolutos, podría hablar de los inadaptados sociales que tienen más piercings y/o tatuajes que zonas de piel libre, adquiriendo aspecto de lagartos que se han caído en una caja de chinchetas; hablando de lagartos, también podría mencionar a los que se rajan la lengua para tenerla bífida, o quienes se colorean la zona blanca del ojo (no es coña). Podría mencionar igualmente a quienes se hacen unas dilataciones tan grandes que se deforman las orejas y la nariz para siempre, de los desgradables piercings bajo la piel, en la encía y la campanilla, o poniendo un ejemplo menos agresivo, de la reciente moda de separarse las paletas mediante ortodoncia, pero creo que realmente no hace falta que me adentre en esos terrenos. ¿O sí?

En definitiva, ¿alguien puede explicarme la filosofía de pagar para sufrir y afearse?



martes, 2 de marzo de 2010

Andresadas

En el primer libro que sacó Pablo Motos sobre “frases célebres de niños”, decía que hay una edad en la que los niños son una fábrica incesante de frases geniales; sentencias ocurrentes soltadas con toda inocencia, y que sin embargo parecen obra del mejor de los guionistas. Tiene toda la razón, y para muestra algunas de las perlas soltadas por mi primo el año pasado, todas antes de cumplir los cinco años:

• Analizando los personajes de Bob Esponja (yo en verde y él en naranja):

- “¿Y este qué es?”
- “Una estrella de mar.”
- “¿Y este?”
- “Un cangrejo.”

- “¿Y este?”
- “Un calamar.”
- “¿Y Bob Esponja?”
- “Un queso.”
- “¿Cómo va a ser un queso debajo del agua?”

- “Es que es un queso de mar.”


• Ayudándome a configurar en la agenda lo que tenía que hacer:

- “¿Qué haces Pablo?”
- “Estoy escribiendo en la agenda las cosas que tengo que hacer hoy”
- “Te ayudo. ¿Vale?”
- “Venga, vale. ¿Qué crees que tengo que hacer hoy?”
- “Mmm… estudiar.”- “Sí.”
- “Recoger tu cuarto”
- “Ajá…”
- “Hacer caca…”


• Al darse un golpe mientras jugaba a saltar pibotes:

- “Mamá, creo que me he roto un huevito.”

• Cada vez que alguien se pone a cantar o hablar alto:

- “¡Oye, oye!”- “¿Sí, Andrés?”
- “¿Te puedes callar, por favor?”


• Comiendo helado:

- “A mí este no me gusta, ¿tendrías uno un poco más lilicioso?”


• Preparándole la merienda:

- “Bueno Andrés, vamos a merendar. A ver; tengo cereales, galletas, chocolate, natillas, yogur, zumo jugo … ¿qué te apetece?”
- “Ciruelas, por favor.”

• Felicitándose mientras hacemos juntos un puzzle:

- “Esto no es nada fácil ¿eh? ¡Qué listos somos!”

• Enseñádole fotos antiguas:

- “Y este Andrés, ¿sabes quién es?”
- “¿Yo?”
- “No, soy yo cuando era pequeño.”
- “No, soy yo.”
- “No Andrés… es de cuando yo era pequeño, como tú ahora.”
- “¿Y yo no puedo estar? ¡Yo también quiero estar! ¡No vale!”


• Chantaje:

- “Oye Pablo, ¿me acompañas arriba por favor?”
- “Estoy comiendo Andrés; ahora subo, cuando termine.”
- “¡No! ¡Porfaaa! Que me duele la barriga, acompáñame a tumbarme.” :(

(Subimos la escalera hasta el salón, quita la cara lastimera y se pone a dar brincos como si nada)

- “¿A ti no te estaba doliendo la barriga?”
- “Eso ya no importa, vamos a jugar.”

• Conversación telefónica:

- “¡Hola Andrés! ¡Feliz cumpleaños!” :D
- “¿Qué me compraste?”
- ¬¬

• Mirando hacia el cristo, el día de la misa surrealista:


- “¿Por qué está ese ahí arriba?
- “No lo sé...”
(mejor eso que la herejía que tenía en mente).
- “Ya sé… lo castigaron.”
- “Sí, eso debe ser.”
- “Le hicieron muchas pupas ¿eh?

• Observando una pelota color carne que había sobre la mesa:

- “¿Qué es eso?”- “Una pelota.”- “Ah... ¡Yo creía que era una buena teta!”