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lunes, 26 de abril de 2010

La puta de oro

Resulta curioso reflexionar sobre la de gente en la que pensamos para cargarle marrones, o castigar injustamente por nuestras desgracias, sin que realmente sepamos de quienes se trata y por qué recurrimos a ellos. No es como cuando una persona religiosa se encomienda al todopoderoso para pedirle ayuda, pues quien más quien menos, todos sabemos quién es “El señor”; cuando vamos a dar con gente como Sandra o el señor de la cañita, lo hacemos muy arbitrariamente y sin pensar en nuestros actos. Somos unos irresponsables.
Todo esto me viene en mente a raíz de la frase: “Me cago en la puta de oro”, que aunque no lo parezca tiene mucha miga. Como diría Jack el destripador, vayamos por partes:

Para empezar, ¿por qué nos cagamos en la gente cuando algo nos va mal? ¿Es que acaso solucionamos algo con eso? Menos mal que se suele quedar en palabras, porque si defecáramos sobre personas cercanas cada vez que la rabia nos invadiera, el mundo sería un lugar terrible para vivir; estaríamos permanentemente acojonados, poniendo la otra mejilla por miedo a represalias en forma de heces, y con una agotadora falsa sonrisa cogida con chinchetas. A primera vista parecería una sociedad perfecta sin conflictos, pero eso nos convertiría en autómatas guiados por el miedo, y la verdad, para estar así mejor no estar. Además, lo más probable es que tarde o temprano alguien acabara estallando, y al final viviríamos todos escondidos para escapar de los objetivos defecatorios de los coléricos.

Imaginemos cómo sería la vida si se llevaran estas sentencias a cabo:

- *Ding-dong...

- ¿Sí? ¿Quién es?

- Hola, ¿Es usted la madre de Fulanito?

- Sí, ¿quién es usted?

- Hola, soy Menganito, compañero de trabajo de su hijo… que vengo a cagarme en usted
.

- ¿Otra vez? ¡Eres el tercero esta mañana! De verdad… no sé que voy a hacer con este hijo mío, siempre buscándose problemas; claro, como luego soy yo la que se come el marrón (no literalmente, entiéndame usted, que una cosa es cumplir mi responsabilidad y otra ser coprófaga).

- Ya ya, la entendí perfectamente señora... ¿Entonces qué, me abre?

(…)

Resultaría dantesco. Claro que peor sería el también muy común “me cago en tus muelas”. ¿Se imaginan que alguien les dijera: “¡Me tienes harto, abre la boca que te vas a enterar!”? ¿Y qué decir del me cago en todo? ¡En todo! Es mejor no imaginarlo...
Definitivamente lo más aconsejable sería recurrir a la tercera opción, que es cagarse en los muertos ajenos, básicamente porque estos no se quejan, pero entonces los cementerios se convertirían en auténticos vertederos biológicos, y nos veríamos obligados a trasladarnos de ciudad cada pocos meses, como en Los Simpson.

¿Qué hacer entonces? Muy fácil: Delegar responsabilidades; ¿para qué molestar a la gente civilizada y que vive en sociedad, pudiendo echar balones fuera? Tenemos toda una lista de personajes reales y ficticios para ello; desde la plantilla del santoral a gente ilustre ya fallecida, pasando por personajes de ficción o de origen incierto. En este último grupo destaca la puta de oro. Nadie sabe a ciencia cierta quién es ni cómo surgió, pero no son pocos quienes se acuerdan de ella cuando les aprietan los esfínteres.

Yo tengo la teoría de que es la misma que “la gran puta”, esa que parece ser la madre de toda la gente realmente retorcida (no tiene el mismo efecto decir "hijo de puta", que "hijo de la gran puta"); así que si mis suposiciones son ciertas, es una mujer enorme, prostituta de profesión, que está recubierta de oro macizo. Parece improbable que pueda existir alguien así, pero si hacemos caso a la teoría de la evolución, la naturaleza es muy sabia, y una mujer normal no habría podido soportar esa continua descarga de excrementos sobre su persona. Así, por cada individuo que la calificaba con rabia como “la gran puta”, ella iba creciendo, alimentada por la fuerza de esas palabras, del mismo modo que un hada muere cada vez que alguien dice en alto no creer en ellas. Paralelamente, habría desarrollado un extraño mecanismo de mutación, que le habría llevado a ir mutando la piel en oro. De este modo, cada tonelada de deshechos que le cayera encima sencillamente resbalaría por su pulida piel de 24 kilates.
En pocos meses habría alcanzado la altura y dureza de un edificio, y aunque sigue creciendo y su existencia no es un secreto para nadie (sería como pretender que los parisinos no reparasen en la torre Eiffel), nadie le tiene miedo. Siguen haciendo que cargue con más y más mierda sobre su espalda, mientras continua aumentando y fortaleciéndose; las prostitutas tienden a ser tratadas con desprecio, y en su caso no hacen una excepción a pesar de las circunstancias. Ella espera paciente, casi sin darle importancia y confiando en que algún día tengamos un poco de inteligencia emocional, como para tragarnos los rencores en lugar de pagarlos con ella, pero su paciencia tiene un límite, y el día que se le inflen las narices, nos va a pagar con la misma moneda en cantidades industriales. Entonces sí que nos vamos a cagar. ¡Y tanto que sí!



miércoles, 21 de abril de 2010

Las madres e internet

¿Soy el único que se siente identificado con la viñeta?

sábado, 17 de abril de 2010

La bella y la bestia

Últimamente he estado revisionando algunos de mis clásicos Disney favoritos, y ha resultado toda una experiencia; por una parte se te pone una sonrisa de oreja a oreja al descubrirte cantando temazos como “El ciclo sin fin”, pero por otra llegan a ser perturbadoras las lecturas negativas que se nos escapaban entonces, y que ahora vemos con total claridad. ¿Cómo no nos advirtieron nuestros padres de a lo que estábamos exponiéndonos?

El caso es que el otro día vi por mi cuenta “Hércules” (H@n, no le hagas caso a aquel, que no sabe lo que se pierde), y la disfruté muchísimo; esa heroína tan cínica y sarcástica como calientapollas, esa cultura mitológica que te va entrando como el que no quiere la cosa, esas divertidas musas cantarinas… ¡Es genial!



Hace unos días vino el Zorro a comer a mi casa; nos hicimos unas pizzas, nos servimos unas birras zumo, y me propuso ver… ¡El rey león! (testosterona al poder, sí señor XD). Es un peliculón de los pies a la cabeza, y la gran obra maestra de Disney. Además, me permitió comprobar que Transilmonio se le apareció a Simba en los 90 (clicar aquí). La nota “amarga” la puso “La bella y la bestia”, que la vi con MaRía hace nada, y me ha dado mucho que pensar.



El comienzo de la película es mítico y muy bonito, pero ya desde ese momento intuyes que va a haber elementos rarunos y malrolleros. Para empezar todo comienza porque una hechicera le quiere dar una lección a un príncipe “egoísta, déspota y consentido”, que está bien que lo haga, pero es que se pasa tres pueblos. Póngase en situación:

Estás en tu casa y llega una jacosa a tu puerta, diciéndote que si la dejas quedarse a dormir te regala una flor. Lo idílico sería hacerle pasar, mantener una charla, enamorarte de ella y solucionarle la vida, pero eso sólo pasa en Pretty Woman, y si no nos lo creímos con Richard Gere, menos con unos personajes de cuento. Total que ella se cabrea porque le dice que no, se transforma en una super hembra y le dice que se va a cagar, que no sabe con quién se ha metido. El príncipe pide clemencia acojonado, pero ella no está allí para perdonar a nadie, sino para expulsar toda la mala hostia que llevaba dentro. A todas estas la hechicera no juega limpio, porque es como si un policía incitara a un criminal a cometer un delito, y además hacer uso de la magia es abuso de poder; está claro que fue al castillo buscando bulla. Total, que en lugar de darle un tirón de orejas lo convierte en una bestia, dictaminando que si no es capaz de enamorar y enamorarse, se quedará así para siempre. ¡Con dos cojonacos! Y como la tía estaba a reventar de rencor, también embruja a sus sirvientes, que ya me dirán ustedes qué culpa tenían los pobres.

En un momento dado Dindón dice que llevan así diez años; si el hechizo caducaba a los 21, significa que todo pasó cuando el príncipe tenía ¡11 años! ¡Por Dios, que era un chiquillo! Lo que tendría que haber hecho era darle dos nalgadas y punto. ¿Y la taza Chip? ¿Fue concebido como taza, o es que no crece? ¿Y de dónde salieron todos los hermanos que duermen con él en la alacena? ¿La señora Potts es la mujer más fértil del mundo, o es que roba niños?

Me surgen además un par de dudas: Si están recluídos durante tantos años, ¿de dónde cojones sacan la comida y el agua? No me veo yo a Lumier yendo al mercado a cargar bolsas. Es un poco como lo de Perdidos, que por mucho que hayan metido con cuchara explicaciones sobre la comida, no es normal que a base de fruta y un par de tonterías cortesía de la Dharma, sigan todos igual que como vinieron ¡sobre todo el gordo!

Las cosas en el castillo están jodidas; la gente se ha convertido en objetos, el “amo” (curiosa forma de dejar claro que los sirvientes son basura) es super irascible, y se agota el tiempo para que puedan volver a ser normales. Entonces entra el padre de Bella al castillo, se encuentra un candelabro y un reloj parlantes, y se pone a dialogar con ellos con una naturalidad pasmosa. La bestia se cabrea (pa variar) y lo encierra para siempre. ¿Por qué? Pues porque él es así; no se anda con chiquitas. Llega Bella (que tampoco se sorprende por hablar con los muebles y un monstruo) y se cambia por su padre sin pensárselo, y aquí comienza lo interesante:

Bella es su prisionera; está encerrada de por vida pero ella ve lo bueno que hay en él, y finalmente acaba enamorándose. Eso no es amor lo que tú sientes se llama obsesión; se llama síndrome de Estocolmo, y es lo mismo que le pasó a Natascha Kampusch. De ahí al "me pega porque me quiere" hay un paso. Es significativo además, que esté encerrada sólo simbólicamente, porque en un momento dado se le cruza el cable y se manda a mudar sin problemas… para luego volver con él. Al final va a resultar que sí que está para que la encierren...

El malo de la película es un vigoréxico narcicista obsesionado con Bella, que está emperrado en convertirla en su esposa cueste lo que cueste; va a matar a la bestia, que pasa de él porque está de bajón, y al final muere por su propia torpeza después de clavarle un puñal. Así desaparece el villano (si algo nos ha enseñado el cine es que el malo siempre merece morir) sin que el bueno se manche las manos. Todo sale a pedir de boca.

Al final, como la belleza está en el interior, el príncipe se convierte en un tío "guapo" (claro que sí, super lógico), y todos son felices y comen perdices.
¿Soy yo, o la moraleja es super ambigua?



lunes, 12 de abril de 2010

Políticamente (In)correcto

La peluquería a la que suelo ir está muy cerca de mi casa, y siempre paso por delante al volver de clase. Al hacerlo saludo a mi peluquera, a la que me gusta ir porque ya me conoce y no hace falta que le de explicaciones sobre lo que quiero (bueno, y porque el roce hace el cariño). Ayer fui con la intención de cortarme el pelo y vi que, por tercer día consecutivo, no estaba. Entré a preguntarle al hombre que estaba en su lugar si ella ya no trabajaba allí. Esta mujer es negra como la noche, siendo la excepción entre las demás rubias que la acompañan, así que preguntar por ella no sería difícil… o igual sí, porque no contaba con los prejuicios que impiden a los demás llamar a las cosas por su nombre:


- Hola... quería preguntarte por la chica negra que suele estar a mediodía; ¿ya no trabaja aquí, que hace un par de días que no la veo?

- Eh… jeje…esto… mmmm… eh... ¿A quién te refieres? Porque claro, si no me das datos…

- ¿A la que no es blanca? Pues a ver, es alta, sudamericana, con una coleta larga y los ojos muy grandes.

- Ah… tú debes estar refiriéndote a Fulanita, que es así como un poco mulatita, ¿no?

- No, me refería a la albina, ¿no te jode? Si, esa... ¬¬

- Ah… jeje… no, ella está de vacaciones ahora, viene en un par de semanas.

¿Tanto le costaba darse por aludido a la primera? ¡Es la única negra de la peluquería! ¿A qué coño vino ese rodeo estúpido? Claro, es que decir “mulatita” suena mejor que negra, que a sus ojos debía ser es una ofensa. Sólo le faltó decir que a pesar de su condición era buena persona.

El episodio me recordó a otro vivido hace unos años en un campamento de verano; había dos profesoras, una inglesa y otra china, y al principio no me sabía sus nombres. Me hicieron referencia a una de ellas, y como no estaba seguro de quién era, quise asegurarme de que se trataba de quien yo creía:


- Y entonces Menganita me dijo que no se qué…

- ¿Menganita? Esa es la china, ¿no?

- ¡Joder tío, cómo te pasas!

- O_o Mmm… ¿cómo?

- Si tío, que no hace falta que lo digas así

- ¿Que diga el qué?

- Pues lo de llamarla china

Eh…
es que es china, ¿no? ¬¬

- Si, pero tampoco hace falta decirlo, no seas cabrón.

- O_o ¿Pero dónde está el problema, porque no lo entiendo? Si es china es china, ¿no? Si alguien se refiere a mí como “el canario” no me voy a ofender… porque es que es lo que soy, ¿o no?

-No
es igual, lo suyo suena peor


-No, sí que es igual,
otra cosa es que tú tengas prejuicios y lo consideres un insulto. El problema lo tienes tú, no ella… ni yo, eso desde luego.

Creo que si al menos hubiera dicho “chinita” me lo hubiera dado por válido, igual que la peluquera no era negra sino “mulatita”, a pesar de tener la piel como la boca de un lobo. La imbecilidad suprema es ya eso de que alguien es “de color”; ¿acaso nosotros somos transparentes? Es curioso cómo los diminutivos condescencientes sólo se dan con las razas (perdón, etnias, que esa palabra también es ofensiva) o zonas que nos son lejanas y desconocidas, ¿alguien ha oído hablar de un “nordiquito”? No, porque ellos son la Europa avanzada, y por tanto no hay que tenerles esa consideración; no hay que perdonarles la vida y disculparles por ser lo que son.


En pro de ser políticamente correctos nos inventamos se inventan términos rebuscados o estúpidos para llamar a lo que ya tiene nombre pero incomoda; resulta que una persona que trata con carne es carnicero y el encargado de hacer panes es panadero, pero el que trata la basura ya no es basurero, ahora es “encargado del tratamiento de residuos urbanos”. ¡Claro que sí! Se ve que es una profesión demasiado indigna como para llamarla por su nombre, y quizás diciéndolo así parece que hasta tienen un despacho en el ayuntamiento. Es como las prostitutas, que ahora son “trabajadoras del sexo”, y espérate tú que en breve no pasen a ser “trabajadoras del sector sexual mediante la estimulación de los genitales masculinos”. Se trata de aderezar la realidad incómoda con verborrea improcedente, ¿no?

Claro que para tema incómodo el de las minusvalías… ¿o debería decir discapacidades? Con ninguno de los términos se acierta, porque para algunos el primero supone el horror de decir que una persona es menos válida, y el segundo significa que tiene menos capacidades. Lamento decirle a todos los que andan con pies de plomo que aunque joda, es una realidad; nadie duda de sus cualidades como personas, pero lo cierto es que para según qué cosas (ser deportista, por ejemplo) son menos válidos y tienen menos capacidades; no es que yo sea un hijo de puta, es que es lo que es. Como modelo yo sería minusválido porque ni mido 1,85 ni tengo un cuerpazo, y si quisiera ser culturista estaría discapacitado. ¡Oh Dios! ¡Rasguémonos las vestiduras por decir la verdad!

Una cosa es la no discriminación y otra el gilipollismo; preferirían acaso el término “lisiados” o “tullidos”? No, ¿verdad? Entonces, ¿qué coño me están contando? Lo que se lleva la palma es la ceguera, porque ahora la gente no es ciega, es “invidente”, como si por eso fueran a ver más. ¿qué son entonces los sordos? ¿“inoyentes”? No me jodan.

Nos vemos obligados a tener que tragar con un nuevo lenguaje salido de madre, por culpa de los acomplejados que a todo le ven pegas, los mismos que han creado una de mis expresiones "favoritas": “los compañeros sentimentales”, que es una forma muy ambigua y estúpida de llamar a las parejas de los homosexuales. Si hablas de un hombre o mujer heterosexual, se refieren a su partenaire como novi@, marido, mujer o, si nos ponemos genéricos, “pareja”. Si se trata de gays o lesbianas hay que hablar de “compañeros sentimentales”, no vaya a ser que a alguien se le rompa el monóculo. ¿Se puede ser más absurdo? Compañero sentimental... ¿Qué coño es eso? Puede ser desde tu madre o tu mejor amigo hasta tu perro; es como si dijeran: “persona afín con la que comparten sentimientos”. ¿De qué tienen miedo?


En el fondo lo que subyace es una cuestión de complejos y prejuicios ajenos, aquellos que tienen quienes se consideran por encima de un grupo "marginal", que se sienten un poco menos mal si hablan de "los desgraciaditos" pasándoles la mano por la espalda; perdonándoles la vida por haber nacido así. Lo peor no es que esta creciente corriente de imbecilidad suprema esté tan intaurada que ya no llame la atención, sino que quienes elegimos ser coherentes y no sumarnos al juego de lo políticamente correcto, somos quienes acabamos siendo considerados racistas, sexistas y discriminadores. ¡Hay que joderse!


miércoles, 7 de abril de 2010

Cork: Erasmus por una semana

Una vez que dimos por finalizado el tour por Europa, pasé unos días en Irlanda con mi hermana, residiendo en su piso como uno más, mezclándome con su gente y siendo un nuevo Erasmus... aunque fuera de pacotilla.

La exorsister estaba viviendo en Cork, la ciudad más grande del país después de la capital, que tiene su encanto y es muy verde, pero de ciudad no tiene mucho. Compartía piso con un hindú muy educado y servicial, al que solía referirse de cara a terceros como "mi hindú", y que acabó siendo rebautizado como Mindú. Nos alucinaba que Mindú desconociera por completo los pilares de la cultura popular; vale que occidente no sea el ombligo del mundo, pero que estuviera viviendo en Europa y no supiera quiénes eran Queen, Harrison Ford o Picasso me parecía surrealista. Aunque no olía mal, su baño era como el de Trainspotting, y tenía costumbres que levantaban el estómago, pero era tan bueno y sonreía tanto, que lo obviabas por completo. Cuando me fui me regaló un estuche con una dedicatoria. ¿A quién le importaba que no limpiara su ducha cuando era un cacho de pan? :)

Mi hermana y yo haciamos la vida de emancipados que hasta ahora había llevado ella; salíamos a dar una vuelta, hacíamos la compra, comíamos juntos, y sobre todo íbamos a casas de otros estudiantes. El primer día me presentó a sus dos íntimos de allí: una chica valenciana con la que hice muy buenas migas, y que a mi partida me regaló un libro que andaba buscando hacía tiempo (si me estás leyendo, un abrazo y muchas gracias de nuevo), y un polaco muy salao que acabó siendo su novio. Estos pobres diablos estos no fueron nada prácticos, pues se pasaron todo el curso tonteando, y cuando tenían que volver a sus países fue cuando de verdad se pusieron ojitos. ¡Hay que joderse! Para a quienes les pique la curiosidad, actualmente siguen juntos en España. ¡Qué bonito es el amor!

El caso es que ser Erasmus consiste básicamente es ir de una casa a la otra para charlar, comer algo, ver una peli o cogerse un pedo. En eso último tienen un máster, porque pueden empatar varias fiestas sin pestañear... ¡y encima aprueban!
En general se respira muy buen rollo, aún siendo cada uno de una nacionalidad distinta, y cuando te acostumbras a hablar y vacilar en inglés va todo como la seda; se lo pasaban como los indios.


Después de casi una semana en ese plan, fui con mi hermana hasta Dublín, donde pasamos el día de turismo. Volví a aquellos lugares que más recordaba de mi estancia anterior, y subí al avión con una satisfacción que aún me dura. Había sido el mejor viaje de mi vida con diferencia, y sabía que tendría que repetir una experiencia así algún día. Por mis muertos que sí.

Ahí tienes el mapa H@n: Tenerife-Ámsterdam-Estocolmo-Inverness-Edimburgo-Glasgow-Londres-Cork-Dublín.




lunes, 5 de abril de 2010

Edimburgo: La vieja Europa


Al día siguiente de buscar a Nessie hicimos noche en Edimburgo, también en Escocia, donde de nuevo toca elogiar el albergue. Si describí el de Ámsterdam como la habitación de Punky Brewster, este parecía decorado por Ágatha Ruiz de la Prada con un pasón de speed. Sobre paredes en tonos chillones colgaban estridentes cuadros “pop”, que en su mayoría eran escenas clásicas del cine en plan cómic. Con tanta saturación de color parecía que estabas dentro de unos dibujos animados; estaba genial.

El hostal organizaba excursiones gratuitas, y nos apuntamos a la primera del día siguiente. Nuestro guía, que lucía orgullosísimo su tradicional falda escocesa, nos llevó por las zonas clave, y aunque nos explicó mil cosas, rescato las dos que más me llamaron la atención:

La primera fue lo que nos contó sobre una conocida discoteca, en la que nada más entrar te colocan una identificación con un número. Al lado de la pista hay un muro con todos los números, y conforme va pasando la noche, la gente le deja mensajes a quienes les hayan gustado. Es mucho más novedoso leer: “Soy la 28 y me pones burra número tres; te veo en diez minutos en el baño., que no el clásico “A mi amiga le gustas”.

La segunda es la historia de Bobby, un perrito célebre a su pesar, porque tras morir su dueño en acto de servicio (era policia), pasó todas las noches de su vida aullando en su tumba. Tiene su propia estatua, y una losa en el mismo cementerio que su amo, donde fue enterrado tras catorce años de lamentos. No hay nadie en la ciudad que no conozca su emotiva historia, y en su lápida siempre hay flores y peluches.



Pateando por nuestra cuenta vimos unicornios sosteniendo la bandera escocesa (que es igual a la de Tenerife), imponentes castillos medievales integrados en la ciudad (Ir a Edimburgo es como viajar en el tiempo), y la cafetería en la que se gestó la mayor parte del primer libro de Harry Potter, a la que acuden cientos de escritores con la esperanza de ser contagiados de la inspiración de J.K. Rowling.

Al día siguiente iríamos de camino a Londres haciendo noche en Glasgow, donde descubrimos al fin lo que era un albergue de mierda. La tía que lo regentaba parecía haberlo montado con dos duros y la ayuda de un cuñado en paro; el baño estaba asqueroso, así que directamente pasé de ducharme hasta el día siguiente, y las camas estaban tan echas polvo, que sólo con mirarlas ya hacían “¡WIKI-WIKI-WIKI!”. El de Londres pertenecía a una gran cadena de hostales, tenía muy buen ambiente y parecía el interior de una nave espacial, pero las duchas eran como las de la cárcel; todos juntos y alegría. Después de haber tenido tanta suerte ya nos tocaba ir a dormir a sitios malos, aunque sólo fuera un par de noches.

En Londres estuvimos sólo un día, así que fuimos a tiro hecho a los lugares que conocíamos de años anteriores. Nuestro viaje casi había llegado a su fin, y teníamos esa extraña sensación de haberse ido muy rápido, pero a la vez haber durado una eternidad. Después de tanto brincar de un país a otro sin respiro podíamos darnos por satisfechos, así que nuestra siguiente escala no iba a llevarnos a otra ciudad que patear, sino a un merecido descanso que ya nos pedía el cuerpo…




sábado, 3 de abril de 2010

Fotos desde Inverness

El puebloEl castillo

viernes, 2 de abril de 2010

Inverness: En busca de Nessie

Amigosister se descolgó en esta parte del viaje, para ir a follarse ver a una "amiga" a Polonia. Seguimos mi hermana y yo, llegando a media tarde a un pueblo escocés llamado Inverness, que atrae mucho turismo por estar cerca del lago Ness. No teníamos reserva en ningún lado y entramos en el primer hostal que vimos. Subimos el ascensor temiendo lo peor y resulto que estaba pero que muy bien; más que eso, estaba genial. Además de ser enorme y luminoso, tenía lavadora y secadora (no todos los albergues tienen), así que pudimos hacer una colada y repetir ropa desde entonces, que ya se nos estaban agotando las mudas limpias.

Inverness está dividido por un río, que deja a cada lado el mismo paisaje: mucho verde, casas con fachada de piedra y ladrillo visto, y cantidades ingentes de narcisos entre los que uno se sentía como en Big Fish. Sé que me repito al decir lo mismo de todos los lugares, pero era un sitio muy MUY bonito.

Al día siguiente partimos hacia el lago más famoso del mundo, para surcarlo en un barco para turistas. Estando a bordo no podíamos dejar de pensar lo que nos parecía increíble: ¡Estábamos en el mismísimo lago Ness!
Cuando lo ves (y lo navegas) te resulta difícil pensar que no estás en el mar, porque es inmenso; es el lago más grande del país y está entre los mayores de Europa. ¡Con razón llevan tantos años buscando al monstruo!



Nos bajamos topándonos con los verdaderos monstruos de esos lares: los cisnes. Yo creía que eran como en los dibujos animados: elegantes, pacíficos y adorables. ¡Los cojones de Franco! Antes de que atracáramos ya nos estaban mirando atravesados, y cuando invadí su espacio personal (tenía que bajar al muelle, no me quedaba otra), me graznaron con una rabia que me puso la piel de gallina, como la gata de Rachel. Había odio asesino en su mirada y, sin yo hacerles nada, se avalanzaron bruscamente hacia mis brazos moviendo el pico y murmurando en Parsel; querían amputarme los dedos a mordiscos.

De allí nos llevaron a las ruinas de un castillo a pie de costa, que ostenta el record de supuestos avistamientos, y luego al museo de Nessie (sí, de Nessie; la historia del castillo o el lago es lo de menos), donde te explicaban todas las razones por las que podría existir o haber existido… y todas las teorías que lo invalidaban. La exposición en sí no estaba mal, pero como idea para atraer turistas es para pegarles. ¿Cómo se les ocurre tumbar el mito que les da de comer?