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jueves, 26 de marzo de 2009

Improvisación absoluta

El otro día quedé con un amigo, al que le gustan los planes atípicos que surgen sobre la marcha, y no se me ocurrió nada mejor como sorpresa improvisada, que hacer que escalara una verja. Ahorrando detalles intrascendentes, digamos que habíamos estado deambulando por una zona incómoda y poco habitual para caminar (lo cual constituía el plan interesante en sí, porque tenía su encanto), y que a la hora de salir de allí teníamos dos opciones: o bien volvíamos sobre nuestros pasos, por un sitio en el que es importante tener equilibrio y buena visión, siendo ya de noche, o bien acortábamos todo el camino saltando una vieja verja. Como mis genes de hombre araña me incitan a aprovechar estas oportunidades a la mínima, calibré bien la situación, y acabamos concluyendo que sería posible. Subir era fácil, hasta teníamos varios escalones para hacerlo, pero bajar era otro negociado. Era alta, y una vez que nos encontráramos colgando por las manos para deslizarnos, debíamos dejarnos caer de la forma menos agresiva posible, porque no había forma de enganchar los pies. Si lo hacíamos con cuidado no tenía por qué ocurrirnos nada, y además… somos jóvenes y ágiles, ¿qué podría ir mal?

Para darle seguridad, yo lo hice primero; subí hasta lo alto del muro previo a la verja, me senté en el mismo, fui dándome la vuelta poco a poco y le advertí que tuviera cuidado al bajar, porque de la parte de arriba de la verja, emergían unos finos palitos, con los que podríamos hacernos daño. Así, calculé bien, me agarré poniendo los dedos entre pincho y pincho, y terminé de soltar todo el peso de mi cuerpo, hasta que caí de pie al suelo. Había sido fácil. Era su turno: Subió igualmente a lo alto del muro y procedió igual, salvo por un detalle: no pareció haber oído mi advertencia, o no calculó bien. Cuando se descolgó del muro para agarrarse a la verja, lo hizo poniendo de lleno la palma de la mano sobre uno de los palitos en cuestión, y si no llega a ser porque con la otra mano no se había agarrado demasiado bien, pudiendo soltarse rápidamente para aguantar en ella todo el peso del cuerpo, y sacar la que se había ensartado, el palo aquel le habría atravesado la mano sin ninguna duda. Además, ni siquiera tuvo “la suerte” de que fuera afilado y entrara con facilidad, sino que era plano y con un diámetro de una moneda de dos céntimos, y aún así, rompió tejidos y atravesó de lleno la carne sin problemas.

¿Alguien recuerda la escena de la película “El efecto mariposa”, en la que el niño protagonista se clava deliberadamente dos enormes pinchos en las palmas de las manos? Es de esas secuencias que, aunque sean poco gráficas y no se detengan en el morbo, nos hacen ahogar un grito de dolor empático, como cuando te cuentan de un accidente genital; no hay nadie que no arrugue un poco el entrecejo y cierre las piernas. Algo así sentí yo cuando propicié ese amago de crucifixión.

Bajó de allí cagándose en todo menos en mí (¡si es que así da gusto hacer daño!), que estaba con un cargo de conciencia que no podía con él. Acababa de hacer que se quedara insertado como una brocheta, en un hierro que debía tener de todo menos limpieza, y que de hecho, estaba más allá de lo oxidado. Se hizo heridas en las dos manos, pero la derecha parecía la de Jesucristo, con un enorme boquete centrado, del que no paraba de emanar sangre. Rápidamente entramos en un baño a que se levara con abundante agua y jabón, y un minuto más tarde ya había localizado una ambulancia, en donde le hicieron una cura superficial. No paraba de pensar en sí le habría desgraciado la mano, y en lo que habría pasado de no haber sido capaz de soltar una de las dos, quedándose allí clavado mientras soportaba su propio peso. ¿Y si se había roto un tendón? ¿Y si le había tocado algún nervio? ¿Y si perdía la sensibilidad? Nunca he sido paranoico en ese sentido, pero cuando algo así es culpa tuya, te reconcome por dentro. Además, para más inri, él toca el piano… ¿Cómo podría mirarlo a la cara si le desgraciaba la mano para siempre? En la ambulancia le animaron a sentarse mientras le desinfectaban las heridas, porque se puso pálido del mareo, y en el ambulatorio, además de limpiarle todo mejor y taparle lo que estaba en carne viva, le pusieron la antitetánica. Al final fue más el susto que otra cosa, y después subimos a cenar a La Laguna (cortándole yo la comida, ¡qué menos!). A pesar de todo, me dijo que había estado bien, que siempre había una primera vez para trepar por verjas, y que definitivamente, había sido un plan inesperado de los que tanto le gustan.

¿No querías improvisación? ¡Pues toma dos platos!


sábado, 21 de marzo de 2009

Sospechoso

Me resulta increíble pensar que quedan menos de dos semanas para que me vaya a Nueva York. Aunque ya hemos iniciando algunos trámites, aún quedan cosas por hacer, desde vacíar la tarjeta de la cámara o hacer compras de última hora, a decidir qué ropa llevar; todo son minucias si lo comparamos con algo más importante, y que sin embargo hemos ido dejando pasar: El pasaporte. Con eso de que ahora te lo dan sobre la marcha, nos hemos relajado todos en casa, y seguro que alguno de nosotros lo acaba haciendo el último día. Yo no he ido porque necesito fotos de carnet, y es que aunque tengo un par de ellas actuales, no puedo arriesgarme a poner esas. Les explico:

Hace tres años, también en semana santa, hice un viaje de dos semanas y pico por Europa; fue un amago de interraíl, salvo por el hecho de que apenas cogimos trenes, y nos movimos sobre todo por San Ryanair, patrón de los viajantes pobres. El caso es que estuvimos en cinco países, y en TODOS los aeropuertos me paraban a mí; sólo a mí. Viajábamos mi hermana, un amigo suyo y yo; ella, con su cara de gringa, su pelo castaño y su piel de novia cadáver, no tuvo ningún problema, pero nosotros dos éramos otro negociado. Ambos tenemos el pelo negro y los labios sensuales grandes, pero yo era considerablemente más moreno que ellos dos, y si al amigo de mi hermana lo miraron con recelo en alguna ocasión, a mí me cachearon siempre, y de una forma tan exhaustiva, que estuve por hacerme una prueba de embarazo. Llegó un punto en el que directamente esperaba mi turno con la mochila abierta, delante de quien fuera a registrar mi equipaje y magrearme, y es que lo que en según qué sitios es un canario estándar o un moreno exótico, en Europa es un hispano sospechoso, e imagino que en Estados Unidos, pasaré directamente a la categoría de latino de mierda. A mi tía también le pasa cada vez que viaja, que es a menudo; ella es muy morena y su marido blanco y canoso. ¿Resultado? La sospechosa de llevar drogas es ella, sin duda. Da igual su condición de casados, o en mi caso, el parecido físico con mi hermana. Te pueden joder igual. ¿Cuándo aprenderán en los aeropuertos, que los contrabandistas deben saber de sus prejuicios, y que de cara a hacer el trabajo sucio, seguramente escogerán a nórdicos?

La gente que ha ido a Estados Unidos, me ha estado metiendo miedo sobre cómo son allí los controles, y lo peor es que algunos de los testimonios que tengo, son de la era anterior al 11 de Septiembre; no quiero ni imaginar cómo será ahora la cosa, que todavía dura la paranoia terrorista en los aeropuertos. Según tengo entendido, nada más llegar te interrogan de forma seca y agresiva, casi haciéndote sentir un delincuente. Las preguntas pueden ir de lo más absurdo a lo más personal, y sé de gente que poco menos que les ha tenido que dar la llave del hotel: que si de dónde vienen, que por qué, que dónde se van a quedar, cuánto tiempo, cuánto dinero llevan encima… ¡Joder, dos preguntas más y seguro que alguno confiesa un crimen!

Para colmo, antes de salir de aquí, te hacen firmar un papel, mediante el cual renuncias a tus derechos de réplica; en otras palabras, que si no les gustas, por lo que sea, te pueden mandar a casa en el primer avión sin que puedas quejarte. Bueno… quejarte puedes, pero no va a servir de nada, y hasta es posible que empeores las cosas. Sabiendo que hace relativamente poco detuvieron a un turista español, por llevar una camiseta de Mazinger Z con pistolas (lo cual es paradójico, tratándose del país de las armas), o que dos amigos de mi madre fueron, y a uno le dejaron pasar, pero al otro lo deportaron sobre la marcha, no puedo evitar ir un tanto acojonado, porque tengo una cara de moro que no me la quita nadie.

Esta tarde iré a hacerme fotos de carnet decentes; me afeitaré, me pondré gomina, una camisa de color alegre, y luciré la más amplia de mis sonrisas, porque con la foto de terrorista que tengo ahora, no me dejarían ni subir al avión. Casi hasta he pensando en quitarme la perilla, con lo que me ha costado tenerla. Todo sea por aumentar mis posibilidades...


lunes, 16 de marzo de 2009

“Noctámbulos”

Aunque siempre he sentido simpatía por Renoir, Monet o Sorolla, sin duda tengo debilidad por Van Gogh, y es su nombre el que diría si me preguntaran por mi pintor favorito. Sin embargo, "recientemente" he descubierto a otro, que si bien aún no le ha arrebatado el puesto, tiene méritos para llegar a hacerlo. En realidad ya conocía varias obras suyas, pero fue cuando caí en la cuenta de que pertenecían todas a él (¿cómo no me había dado cuenta antes?), cuando le presté atención como artista. Se trata de de Edward Hopper, un pintor expresionista de mitad del siglo XX, especialmente conocido por retratar la soledad de la vida urbana americana. Su cuadro más famoso (que no mi favorito) es“Noctámbulos” (1942), que se ha convertido en uno de los más reconocibles del arte estadounidense. Al margen de reinterpretaciones llevadas a cabo por artistas posteriores, y las referencias a la célebre obra en películas de toda índole, es en la cultura popular donde se han dado la mayor parte de homenajes y parodias. Así, hemos visto cómo se pasaba de jugar con los protagonistas iniciales del cuadro original, a rediseñar el café y habitarlo por personajes conocidos, que van desde mitos del cine clásico y superhéroes, a dibujos anime o Los Sims. Estas son algunas de las versiones que más me gustan, pero hay muchas más... :

miércoles, 11 de marzo de 2009

Conversaciones ajenas

He de admitirlo: Últimamente estoy de lo más vago con el blog. No es por falta de ganas, sino más bien de inspiración, o mejor dicho, de algo qué contar; estoy saliendo menos que antes, y eso, quieras que no, hace que me ocurran menos cosas interesantes; además, ando algo líado como para elaborar alguna de esas extensas entradas, en las que analizo pormenorizadamente alguna cosa. Por cierto, sirva esto también como explicación, de por qué no he comentado las últimas entradas de mis blogs amigos.

Lo más llamativo que me ha ocurrido últimamente, es que he descubierto las maravillas de mi iPod, ¿cómo he podido vivir hasta ahora sin él? Me lo regalaron hace dos años, y apenas le había sacado partido; lo había utilizado como dispositivo de almacenamiento masivo y para jugar, pero estaba peleado con el iTunes (el programa que trae para meterle archivos), y no había forma de ponerle música. Entonces llegó al rescate mi amigo el informático (siempre hay que tener uno cerca), y en dos patadas, con la ayuda de programas secundarios, me lo acondicionó para que pudiera sacarle partido… ¡y tanto que lo he hecho! Ya le he metido 100 discos… y subiendo, y es que debo estar equipado para la paliza de avión que me voy a meter en semana santa.

No creo que lo utilice en mi día a día mientras voy por la calle, porque es algo que he probado y con lo que no me siento cómodo; no me gusta ir aislado de esa forma, y como ya de por sí voy alelado cuando camino solo, si me enchufara la música me volvería completamente torpe, y lo más probable es que acabaran atropellándome. Sería muy trágico morir a los 22 años por escuchar música, así que lo dejaré sólo para los largos trayecto en guagua, tranvía, o avión. Lo malo que tiene eso, es que con lo que me gusta observar, y quedarme con conversaciones que sin querer captan mi atención, por surrealistas, divertidas o escatológicas, me voy a perder muchos momentos míticos. Antes de que eso ocurra, aquí dejo algunas de las últimas que he podido escuchar, y que me he encargado de copiar sobre la marcha en la libreta que siempre llevo encima:


*Situación 1: Una obesa madre, acompañada de su no menos obeso hijo, le cuenta con preocupación a una amiga, las trabas de la alimentación infantil:

- ¡Si es que el problema está en lo que les dan por ahí! ¿Tú has visto lo que les ponen en el comedor? ¡Es una vergüenza! Y luego, claro… salen a la calle y se compran golosinas o cualquier cochinada, y es que así no se puede…. ¡Termínate la palmera hijo, que ya nos vamos a bajar!

(Sobran los comentarios…)


*Situación 2: Un abuelo y su pequeña nieta, mantienen una conversación nada más subir al tranvía:

- ¿Por qué no pagas con bono de estudiante, que es más barato?

- Porque hace falta carnet.

- ¿Y tú no tienes?

- No, porque ya no soy estudiante… cuando yo era estudiante no nos daban carnets, nos daban palos en la cabeza... ¡PUM!

- :o

(La cara de la niña, entre la fascinación y el miedo, era digna de una foto)


*Situación 3: Cuatro despojos sociales adolescentes gilipollas se pavonean a carcajadas sobre lo macarras que son en clase:

- ¡…Y entonces el profe va y le dice que le invitaba a salir de clase, y el otro le dijo que gracias por la invitación! JAJAJAJAJAJA.

- ¡Calla, que el otro día, Sergio se tiró un eructo, y cuando le hizo levantarse, y le dijo que si le parecía correcto hacer ese tipo de ruidos en clase, levantó la pierna y se tiró un pedo que te cagas! JAJAJAJAJAJA.


(Esperemos unos años, a ver quién es el que ríe último…)


*Situación 4 – Dos “doñas” (marujas) se suben en la parada del hospital de La Candelaria, y hablan de los que les ha dicho el médico a cada una:

-…Y claro, ahora tengo que ver, si lo de las cervicales hay que atacarlo más, o si sigo como hasta ahora.

-Ah, pero… ¿Estabas siguiendo un tratamiento para eso?

-Claro, ¿no me ves como estoy de inflada por la cortisona?

-¿Cortisona? ¡Tú lo que estás es GORDA! A mí no me vengas con cuentos, que te gusta más comer que todas las cosas.

-Bueno… eso también es verdad, no te lo voy a negar, pero también es por la cortisona.

-Si, ya… lo que tú digas.

(Eso sí es una amiga sincera, y lo demás es tontería)



¿De verdad estoy dispuesto a perderme cosas así?

viernes, 6 de marzo de 2009

Retraso nacional

Hacía mucho que me ronda por la cabeza un artículo sobre una lacra typical spanish, que me hace sentir vergüenza por el país en el que vivo: la tauromaquia. Hacer de un crimen un espectáculo, me resulta tan nauseabundo como indignante, y era tal el ofuscamiento que me entraba al elaborar un escrito al respecto, que al final perdía todo estilo, y me quedaba sólo una larga retahíla de insultos y palabrotas. Buscando en el baúl de los recuerdos ¡uuuhh!, me topé con algo que en su día recorté del periódico, y que de una forma mucho más sutil de lo que lo habría hecho yo, refleja mi visión al respecto, y la de cualquiera con un mínimo de sensibilidad, cultura y dos dedos de frente. Es obra del Jefe de sección del periódico insular EL DÍA, y data del 8 de abril de 2004. Dice así:

A quienes entendemos deleznable la práctica del toreo, lo que de verdad nos molesta no es que quienes la defiendan lo hagan manteniendo unos irrisorios argumentos pseudoecologistas, que afirmen sin rubor que “la fiesta” resulta imprescindible para la conservación de tan brava especie; lo que ciertamente nos indigna es que nos tomen por imbéciles.

El toreo, ni es arte, ni nada que se le parezca, sino una tortura gratuita convertida en un
espectáculo execrable, una tradición que muestra a las claras que España, Portugal, algunos países de América y determinadas regiones de Francia, les queda aún un largo trecho para convertirse en sociedades civilizadas. Nada que ver con el arte porque; en primer lugar, el arte se engendra en la sesera de los artistas, y para los individuos en cuestión, los toreros, matarifes de escasa monta y ceñidos atributos, el arte es morirse de frío. Calificar de artistas a Manolete, Paquirri, El Cordobés o Jesulín deUbrique, se torna en un sacrilegio tal que, en busca de la equidad, ensañarse a pisotones con una cucaracha (eso sí, elegantemente y marcando lo que hay que marcar) podría equipararse a un Modigliani.

En nada se diferencia el toreo de esa otra salvaje y deplorable “fiesta” en la que los quintos, al trote de un caballo, arrancan de cuajo la cabeza de una gallina atada boca abajo (la más de las veces fallando y provocando dolorosísimas lesiones al animal); y tampoco de la cuaternaria costumbre de tirar una cabra desde lo alto de un campanario. Es el sufrimiento por el sufrimiento, y lo que es peor: acompañado de vítores, aplausos y caspa, mucha caspa.

Los instrumentos que una sociedad articula para proteger a los animales, permiten realizar un diagnóstico más o menos certero de su grado de civilización, y si el ayuntamiento de Barcelona acaba de pronunciarse en contra de las corridas, lo que no significa que las prohíba porque, simplemente carece de competencias para ello, el Parlamento de Canarias adoptaba hace años una decisión pionera, valiente y ejemplar, que afortunadamente nos evita el agravio de sentirnos tercermundistas.



Si el infierno existiera, estoy seguro de que estos hijos de la gran puta recibirían un castigo a su medida; mientras tanto, siempre nos quedaran las "cogidas" y los empitonamientos anales. Que se jodan.

domingo, 1 de marzo de 2009

Rarezas

Hace poco, alguien que detesta las cadenas, y que es reacio a publicitar a los demás, recibió un meme, y como no tenía ganas de estar eligiendo a quienes mandárselo, para que hicieran lo propio, invitó a sus lectores a darse por aludidos y que dieran la réplica en sus blogs. Yo me dí por aludido.

El Meme en cuestión, consiste en enumerar siete cosas sobre uno mismo, tirando hacia las rarezas o lo poco común, que si no ya me dirán qué encanto tiene. Tomando el testigo de mi predecesor, animo a todos mis lectores habituales a que hagan lo mismo.
Comenzamos:

1 - Cuando camino por la calle, me gusta tener a mi acompañante a la derecha, de lo contrario me siento incómodo, y acabo cambiándome de sitio en cuanto tengo ocasión.

2 - Hace años, tendía a hablar con objetos inanimados a los que personificaba, en parte porque proyectaba en ellos las emociones de sus fabricantes. A día de hoy sólo le grito a los aparatos eléctricos, como casi todo el mundo.

3 - Tiendo a imaginarme situaciones surrealistas en contextos comunes, como que va a salir un bicho gigante en medio de la autopista, mientras miro por la ventana, o que el aula en el que estoy dando clase, es en realidad un compartimento estanco bajo el mar.


4 - La mayor parte de las veces que me siento, lo hago con las piernas a lo buda; algo que me supuso más de un reproche mientras estuve en el conservatorio.

5 - Siempre me como las tostadas al revés, es decir, con la parte untada hacia abajo.

6 - Aunque a mucha gente le espanten las personas con heterocromia (un ojo de cada
color), a mí me fascinan.

7 - No me gusta nada el tomate, me da repelús comer naranjas, y comer mango me resulta desagradable; pero me encantan la salsa de tomate casera, el zumo de naranja natural y los batidos de mango.

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Espero leer las respuestas en vuestros respectivos blogs. ;)