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martes, 28 de julio de 2009

¡Socorro, una bici!

Aunque no he vuelto a tener encontronazos con las anticiclistas del tranvía, no deja de sorprendeme la fobia social que hay hacia las bicicletas.

Nunca he tenido muy claro por dónde debemos ir los ciclistas, porque vayas por donde vayas, siempre hay alguien que te espeta que estás en el lugar incorrecto. Si vas por carretera y te pegas al arcén para no molestar, los conductores se ponen tensos, supongo que por pensar que pueden darte, o que puedes caer y te pueden atropellar; ponen malas caras y se desesperan. Si te pones en medio de la carretera como los demás vehículos, se cabrean aún más por no poder pisar el acelerador, aún cuando vayas rápido por una vía secundaria y estés a 20 años luz de cualquier coche. ¿En qué quedamos entonces?
Parece que "lo mejor" es tomar la acera, pero hacerlo tampoco te reporta resultados más halagüeños; todo lo contrario.

Aún escogiendo las más anchas y menos transitadas, y yendo muy despacio, la gente se pone cardiaca y te mira con rabia. Se apartan a toda prisa llevándose la mano al corazón, aunque lleven viéndote venir desde lejos; les oyes quejarse en tono de “¿a dónde vamos a parar?”, o apartan los carritos de bebé con tanta brusquedad, que seguro que más de uno habrá salido despedido por la inercia. En las zonas en las que hay carríl bici tampoco te libras de impertinencias, pues son los propios peatones que tanto reniegan de nosotros, quienes violan su uso al pasear a sus anchas por el mismo; si ven que te acercas no sólo no se apartan, sino que se quedan en el sitio hasta el último minuto, como si estuvieran echándote un pulso, o se quitan tan molestos, que parece que les hubieras ofendido personalmente.

Voy a hacer un referéndum para saber qué coño pretenden, porque no podría ser más cuidadoso y respetuoso, y ya sólo me queda hacerme con una de las bicis voladoras de la película “E.T”, para practicar deporte y desplazarme sin que me consideren un peligro público. Aunque si eso fuera posible, seguro que no prestarían atención a lo atípico y mágico de la situación, pero sí a la molestia que les supondría que les tapara el sol unos segundos al pasar por encima de sus cabezas; al fin y al cabo quejarse es gratis, y resulta mucho más "fácil" que ser tolerante.

viernes, 24 de julio de 2009

Mash Up

En una entrevista reciente a Martirio, conocida por haber innovado en el rígido mundo de la copla, la cantante decía que la fusión en la música está mal entendida; que no se le puede poner un rasgueo de guitarra a cualquier cosa y llamarlo fusión, porque hay veces que no pega ni con cola. Desde luego hay contrastes de estilo que han funcionado, pero cuando son demasiado antagónicos, el resultado suele ser espantoso. Añadía que por tanto, lo que mejor suele cuajar es la mezcla entre estilos afines, como el jazz, el soul, el blues o el R&B. No todo vale.
Esta filosofía de mezclas imposibles se da en los llamados Mash up; creaciones, muchas veces anónimas, consistentes en unir dos canciones que aparentemente no tienen nada que ver, pero que al oírlas a la vez, parece que hubieran sido concebidas para sonar juntas.

La primera vez que escuché este término fue en un programa de radio: estaban poniendo el “Boulevard of broken dreams” de Green Day, cuando derepente se intercaló el “Wonderwall” de Oasis; supuse que habría habido algún problema en la emisora, hasta que sonó una estrofa del “Writting to reach you” de Travis, y supe que tanta mezcla no podía ser fruto de la casualidad, porque además sonaba genial.



A partir de ahí empecé a investigar los experimentos musicales de la red, descubriendo uniones de Queen con Outkast o Madonna con Kevin Little; suena demencial, y sin embargo encajan a la perfección. Lo más fácil para que la mezcla no sea un desastre es coger dos canciones similares, prefereiblemente machaconas, como “Tick tack” de Gwen Stefanie yToxic” de Britney Spears, o ya si se quiere rizar el rizo, juntar dos con una tercera; cuando innovas demasiado y mezclas a los Beatles con cualquier extravagancia, o a Michael Jackson con Nirvana, el resultado deja más que desear... aunque quizás es que soy más purista con el rey del pop y el cuarteto de Liverpool.

¿Qué será lo próximo por venir? ¿Lola Flores con Red hot chili peppers? ¿Pavarotti con Camela? En el mundo de los mash ups, todo es posible...

domingo, 19 de julio de 2009

Recordando, que es gerundio...

Me agencio un meme de Indo, sin pretender esta vez que lo contesten, no sólo porque mi poder de convocatoria para estas cosas sea nulo, sino porque lo hago porque me llamó la atención y no para recibir retroalimentanción. Eso sí, estaré encantado si toman el relevo.

Se trata de un cuestionario sobre esa época socialmente edulcorada, que tan poco dura pero tanto nos marca: la infancia.

1.- ¿Cuál es tu primer recuerdo?

Ni idea, la verdad; supongo que, como en la mayoría de los casos, se tratará de algo inconsciente, como los rasgos de mis padres, voces o elementos de mi casa. Recuerdo que hace un tiempo vi unas fotos de bebé en mi cuna… ¡y me acordaba de los juguetes que había dentro!
Eran unas libélulas de peluche colgando encima de mi cabeza; una de esas filas de muñecos que se les ponen a los bebés, para que se entretengan mirándolos y no den el coñazo.


2.- Nombra algunos de tus juguetes preferidos

Seguimos con los peluches, pues mi compañero de fatigas por excelencia fue una liebre llamada “Mil”, que hacía las veces de Hobbes, y que tiene el honor de ser de los pocos Vips que aún exhibo en mi cuarto (foto); ese mismo año también me regalaron al oso Paddington, que también sigue conmigo.

3.- Alguna travesura de cuando eras niño

Una de las más célebres (a mi pesar), es la de cuando robé un pescado en el supermercado. Lo vi allí sobre el hielo, solo, alejado de los demás y tan a mi alcance, que no pude resistir la tentación de llevármelo al bolsillo. Al llegar a casa lo guardé entre mis juguetes, y cuando pasaron los días… bueno, creo que no hace falta que diga mucho más. Mi madre se volvió loca intentando averiguar de dónde salía esa peste a cloaca, pero yo no soltaba prenda. Cuando ya toda la casa estaba impregnada de olor a pescado podrido, lo encontró, y cuando me interrogó para saber qué demonios impulsaba a un niño a hacer una marranada tan bizarra, sólo se me ocurrió decir que “me lo había encontrado”.



4.- Tu comida preferida de aquellos años

Arroz a la cubana, y algo muy típico de mi casa, que me sigue pareciendo un manjar superior a cualquier mamarrachada "desfragmentada" a 500 euros: El lomo con piña y queso. Mmmmmmm

5.- Tus dibujos preferidos de la caja tonta

Ya hable de eso largo y tendido aquí, y no quisiera repetirme, pero me quedo sobre todo con los más “adultos” o surrealistas; es decir, tirando más hacia Tex Avery, Bitelchus, Pepper Ann, Animaniacs o Looney Tunes, que hacia Delfi, David el gnomo, Érase una vez, o Los Picapiedra. Que no es que no me gustaran, me encantaban, pero puestos a elegir…

6.- Tu primera colección de cromos

La primera no sé, pero hice un par de ellas; especialmente de Los Simpson (bueno, eran pegatinas, pero vaya…)

7.- Tu mejor amigo y por qué

“J.”. Éramos vecinos y teníamos la misma edad; nuestros padres se llevaban muy bien y su hermana era amiga de la mía, así que era casi una cuestión de “destino”. Con él hice mil perrerías, jugué a todo lo jugable, inventé historias y empecé a crecer. Compartimos confidencias, y descubrimos la verdad de Los Reyes Magos, del sexo y de otras muchas cosas. Un mejor amigo en toda regla.

8.- El primer libro que leíste.

El primero es casi imposible de saber, porque mis padres siempre me han regalado libros, pero uno que me gustó mucho fue “Melina y los delfines”. Para ser un libro infantil tenía un trasfondo que ahora me parece adulto, y no era la típica historia de literatura juvenil. Melina era una niña griega que vivía junto a su familia, destacando en el colegio, ignorando al neandertal de su padre y cuidando de su hermano, que tras la muerte de su gemelo, se había cerrado en banda a todos menos a ella. El libro trata sobre todo de la relación entre ambos, y de cómo su hermano va poco a poco volviendo a abrirse. Me encantó.

9- Aquella canción que, siempre que la escuchas, viajas hasta tu pasado

Mi padre nos despertaba al ritmo de la pequeña serenata nocturna, de ahí nació mi amor por Mozart, pero si por una canción soy recordado es por “El Tulúússs” , versión libre del “Yo no te pido” de Pablo Milanés, que cantaba de niño, mucho antes de poder saber si quiera lo que significaba ni quién lo cantaba.

*Aquí está el documento en exclusiva:



10- Aquel maestro que todavía hoy recuerdas con cariño

Muchos, pero si tengo que elegir, me quedo con “IZ.”. Era una mujer totalmente fuera de serie y aún mantengo el contacto con ella (es mi vecina). Lo mismo te llamaba “belleza” que “cabrón”, y sabía hacer las clases amenas y ser cercana, pero sin caer en el falso colegueo ni perder autoridad. Es una mujer extraordinaria y la mejor profesora que he tenido.

11- Una película que jamás olvidarás porque te recuerda a tu infancia o juventud.

Sólo con las de Disney tengo para un buen rato, pero dibujos aparte, las dos que más vi fueron "La maldición de Las Brujas" y "Cariño he encogido a los niños". Me las sabía de memoria.

12- Aquellos tebeos que leías con avidez cuando eras pequeño

Aquí nunca ha habido mucha cultura de comic, así que Zipi y Zape, 13 Rue del Percebe y, sobre todo, Mortadelo y Filemón, como todo el mundo. Más adelante me pasaría a la grandísima Mafalda.

13- Una mascota que tuviste de pequeño.

Mis mascotas casi siempre fueron "prestadas"; las recogíamos de la calle, las curábamos y las dejábamos en libertad. Mi padre es el Teresa de Calcuta de los animales, así que nunca me encariñé mucho con ninguno, porque sabía que una vez que se recuperaran cogerían camino. Mi madre decía que o teníamos mascotas o teníamos madre... pero no se daba por aludida cuando escogíamos a los animales.
Lo que sí tuve "fijo" fueron peces (bichos aburridos donde los haya), periquitos, un eterno hamster (que mis padres se encargaban de reponer cuando moría, sin que nos diéramos cuenta), y tortugas. La más célebre fue una gigante que vivía en el balcón; era suicida y se tiró dos veces. La primera vez la encontramos al par de meses; había caído en la jardinera y sobrevivió a base de césped. La segunda vez fue la definitiva…

14- El primer coche que tuviste cuando te sacaste el carné de conducir.

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15- Un viaje o excursión que hiciste con los compañeros de clase

Teruel. Sí, he dicho Teruel, ¿qué pasa? Doy fe de que existe. Fue un viaje atípico del que hablaré en breve.

16- Aquel juego que tanto te gustaba jugar de pequeño

Con J. jugaba mucho a “los detectives” ; teníamos la oficina en nuestras habitaciones o el solar, depende de donde nos cogiera, y nos dedicábamos a investigar cosas tan apasionantes, como lo que hacían nuestras hermanas mientras estudiaban ¬¬. Después sacábamos conclusiones, elaborábamos teorías y nos poníamos con otro caso, sin dejar de hablar de uno grande, uno de detectives de verdad, que como es obvio nunca llegaba… pero la esperanza es lo último que se pierde. ¿Estaremos aún a tiempo?

17- ¿Qué programa de la televisión de aquellos años era el que más te gustaba?

Supongo que el Club Disney; Megatrix tenía peores series y los presentadores te trataban más como si fueras imbécil; vale que éramos niños, pero aún así se agradece un mínimo de respeto.

18- Un regalo que te hicieron tus padres que jamás olvidarás

Creo que mi bicileta definitiva (antes había tenido una que se me quedó chica enseguida, y la que heredé de mi hermana). Salió buena y aún la uso, pero creo que en breve la jubilaré, porque a cada pedaleo me parece que masculla una llamada de auxilio.

19- ¿Hay algún olor que te transporte a tu infancia? ¿Cuál y por qué?

Como ya conté más detalladamente aquí, el olor de mi colegio, el del coche de mi abuelo, y los muchos que relaciono con la navidad.

20- Un día o un momento de tu infancia que no olvidarás nunca, porque fuiste inmensamente feliz.

A no ser que mi mente se haya encargado de crear una ilusión para olvidar hechos traumáticos, puedo decir que tuve una infancia feliz, así que no me viene ningún episodio especialmente significativo, pero sí muchos pequeños momentos impagables: los veranos en La Gomera, las excursiones familiares en el barco de mi padre, las infinitas tardes con J., los cumpleaños…


¡Qué nostalgia más horrible acaba de entrarme!



martes, 14 de julio de 2009

¿Sexy o no? ¡NO!

Mi tía, que es una recién llegada al mundo de las nuevas tecnologías, suele quejarse de que no conoce páginas interesantes en internet, y que una vez que revisa el correo y busca un par de cosas puntuales, no encuentra ningún sitio en el que entretenerse. Poco a poco le he ido descubriendo enlaces dignos de explorar, adelantándole que uno de los mejores lo reservaba para cuando pudiera estar junto a ella. No entendía a qué venía tanto misterio hasta que ayer lo vivimos juntos y lo comprendió:
Le mostré una actividad lúdica que en su día me había descubierto Sara: ver fotos en el “¿Sexy o no?”. Se trata de un expositor de carne en el que los quinquis, los chulopiscinas, las guarrillas precoces y el extrarradio en general, cuelgan sus vergonzosas fotos "sensuales", vendiéndose sin pudor para tratar de pillar cacho. De acuerdo, es una forma más de conocer gente, pero cuando para hacerlo tienes que enseñar las tetas y mostrarte como una puta facilona, pierdes muchos puntos; si encima haces evidente tu profundo analfabetismo nihilista, al cometer quince faltas de ortografía en un texto de tres líneas sin pies ni cabeza, de perder puntos pasas a que te pierdan el respeto. Yo el primero.
El extremo opuesto lo representan l@s madurit@s que entran de forma inocente y amistosa, colgando unas fotos que pretenden decir “No importa mi edad; soy de espíritu joven y desenfadado”, pero que en realidad transmiten: “¡Por favor! ¡Quien sea! ¡No soy escrupulos@! ¡Necesito follar!”. Esos sí me dan lástima y no risa, porque no creo que sean conscientes de la humillación pública a la que se están sometiendo.

El sistema del portal es el siguiente: uno cuelga su foto de “¡Nena, estoy todo bueno y te voy a reventar!”, escribe un pequeño texto junta un par de letras, y lo deja todo a merced de quien de con él y quiera conocerle. El segundo objetivo de la web es, además de emparejar a las Jessicas con los Kevin, que las fotos subidas sean puntuadas, de modo que para ver quién está dentro debes asignar un valor de 1 a 10 a cada foto que vaya pasando. Mi tía apuntó que era injusto que no hubiera ceros o números negativos para hacer honor a la verdad. Estoy de acuerdo.

¿Qué puede tener todo esto de interesante? En realidad poco, porque básicamente produce mucha vergüenza ajena, a no ser que lo veas con alguien con la suficiente dosis de mala leche como para que acabe resultado divertido. Mi tía alucinaba en colores (no era para menos), y tras un rato en la página, acabamos extrayendo las claves de una auténtica foto sexy:

1- Cutre: La foto tiene que ser estéticamente aberrante, con un encuadre que realce lo peor de ti (desde abajo mejor, para que te salgan sombras y lorzas) y un fondo a elegir entre la habitación adolescente desordenada o la sala de estar de “El boom del mueble”. Si hay bolsas de la compra en el suelo mejor.

2- Guarra Sugerente: A no ser que tengas algún rasgo muy bonito que capte toda la atención, debes asumir que tienes que enseñar carne y dejar claro que estás lubricando. En el caso de ellos, lo más socorrido es una foto con el torso desnudo, y en el de ellas da un poco igual; puedes ir vestida de fallera mayor, que si te procuras un buen escotazo tus puntuaciones subirán como la espuma. Triste pero cierto.

3- Gafas de sol: Nada como unas buenas gafas de sol de pantalla panorámica para ocultar unos rasgos anodinos, unas arrugas incipientes, o que se centre la atención en lo que realmente quieres mostrar: tu cuerpo. De hecho, es práctica habitual sacarse una foto en penumbra en el espejo del baño, sin camiseta… ¡y con gafas de sol! ¿WTF?

4- Morritos: No importa lo ridículo que puedas verte; para ser sexy de verdad tienes que poner morritos, pero no apretando un poco la mandíbula para que se te marquen los pómulos. No. Tienes que apretar la boca y sacarla hacia fuera como si fueras René Zellweger un oso hormiguero sorbiendo espaguetis.

5- Hortera: Como este es el territorio natural de la morralla, no puedes mostrarte sencillo, vestido de forma normal y con una pose natural. No, no y no. La estética de barriada tiene sus normas, y si quieres mimetizarte entre ellos deberás acatar sus ritos.
Debes aparecer vestido por tu peor enemigo, ya sea con ropa fea y ridícula, o con prendas normales pero combinadas por un ciego. Si llevas ropa de marca, procura que el logo esté bien visible (a poder ser con un cartelón brillante); camisas abiertas de Corrupción en Miami, pantalones claros que lo marquen todo, ropa tres tallas más pequeña de la que deberías llevar, peinado de líder de pandilla callejera, cadenas de oro y abundantes piercings cerca de la boca (si lo tienes en la lengua, sácala y retuércela, no vaya a ser que pase desapercibido). Además, si quieres dejar claro quién es el que manda, puedes recurrir a un buen corte de mangas o una pose hip hopera que intimide.

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Entre su cara de asombro, sus comentarios de desconcierto, y lo altamente ridículas que eran la gran mayoría de las fotos, acabamos doblados de la risa frente al ordenador, y eso que lo peor estaba por venir; aún no habíamos visto las descripciones. Es difícil presentarse en un par de líneas, pero apuesto a que cualquiera lo haría mejor que copiando la plantilla universal de todos los mensajes:

“Po bueno (¿qué clase de forma de empezar una frase es esa?), el físiko ya lo veis aki tengo los ojos berdes mido 180 y tengo el pelo kastaño con mexas (da igual que estemos viendo la foto, el dato de las mechas es importante) me gusta el harcor las pibitas wapas y salir d fiestuki con los colegasss.” (A mí lo que empieza a gustarme la ley de vagos y maleantes)

La otra versión es:

“Ooola jejejeje (¿de qué se ríe?), la berda no se q desir de mi jejejeje soi simpatica, abierta (no hace falta que lo jures) y me guzta el buen royo. No me guztan las falsedades y (atención, aquí va la frase más repetida, y a la vez más estúpida de la historia de las descripciones personales) soi amiga de mis amigos. Si kieres conocerme dale al si.” (Pues va a ser que no).

Todos los textos parecían redactados por monos seniles con síndrome de Down; atentaban contra todas las normas de la escritura, y no encontramos ninguno sin faltas de ortografía o con signos de puntuación en su sitio. ¿Para qué poner comas si con enseñar las tetas o los abdominales caen tod@s rendid@s?
A todas estas, ¿cómo es posible que los intereses el único interés de todos sus usuarios sea salir de marcha? ¿Es que a nadie le gusta leer, viajar o ir al cine, aunque sea para ver películas de mierda? ¿De verdad existe una masa borrega tan extendida, o es que al verlos todos juntos la percepción se distorsiona para mal? ¿Cuántos Ayozes más habrá por cada uno que se inscribe en el portal? ¿Y gente normal? Ahora empiezo a entender cómo los castings de Gran Hermano reúnen a tantísimos aspirantes. ¿Es ese el reflejo de nuestra juventud? ¿Hay salvación?

Creo que me voy a ir a dormir antes de que me entren ganas de suicidarme.




sábado, 11 de julio de 2009

A pico y pala

Hace ya tiempo que el kioskero del antifaz me concedió el premio “A pico y pala”, y si bien me hizo mucha ilusión por llegarme de un lector entonces reciente, más me sorprendió lo que escribió sobre mi persona. De nuevo mil gracias.

Como de costumbre, hay que pasárselo a una serie de blogueros (cuatro en este caso), no sin antes responder a dos preguntas:

1 - ¿Cuál es el trabajo más raro que has tenido?

Pueeees… había pensado poner que nunca he trabajado de verdad, pero por alguna razón no me suena bien, como si fuera algo de lo que debiera avergonzarme. De pequeño fui durante un breve tiempo kioskero (sin antifaz):

Estando en primaria se instauró en mi colegio la moda de “los carritos”; los que rondábamos los 8-10 años nos dedicábamos a comprar golosinas para luego venderlas a los otros niños en la hora del recreo. Nos servíamos de cajas de zapatos que portábamos en las manos o colgadas del cuello con una cinta, y cuando estábamos en clase les poníamos la tapa (seguramente cogeríamos el dinero y las golosinas con la misma mano, pero teníamos el recato de tapar el género para que no se ensuciase durante el día).
Fue tal el auge que tuvieron, que al final éramos más los que vendíamos que los que compraban, y el negocio se fue a pique, Malditos avariciosos…

También por esa época fui relaciones públicas de un masajista: Un chico de mi clase, cuyo padre se dedicaba a ello profesionalmente, había aprendido a hacerlos sin desgraciarle a nadie la espalda, y montamos un negocio entre los dos (aunque en realidad podría haber prescindido de mí). Yo me dedicaba a reclutar gente y hacer los cobros en una caja de bombones vacía (100 pesetas la sesión), y él era el profesional. Nos repartíamos los beneficios al 50% y llegamos a sacarnos un buen dinero.


2- ¿Qué cuatro cosas te llevarías a una isla desierta en la que fueras a estar un año, y por qué?

Por muy poético que quede decir “una foto de fulanito y menganita”, hay que ser consecuentes y tirar por lo práctico, que una foto o algo sentimental no te va a servir para sobrevivir. Llevaría una caseta de campaña autoinflable, que contara en su interior con la comida en cápsulas y comodidades correspondientes; una bolsa de aseo (llevaría muy mal la falta de higiene y el olor a cangrejilla), papel y bolígrafos para escribir y no volverme loco, y un botiquín de primeros (y segundos) auxilios. De todas formas, si de verdad supiera que voy a ir a una isla desierta, se lo iría diciendo a mi gente para que estuvieran alerta, y cambiaría alguna de las cosas por un teléfono satelital con batería, para que me vinieran a rescatar cuanto antes.

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Dicho esto paso a los premiados, que rompiendo mi costumbre de escoger siempre a gente distinta, son de la plantilla habitual. ¿Para qué volverme loco pensando en semi desconocidos, si puedo tener un detalle con quienes andan siempre por aquí?
Son los siguientes:

1 – MaRía: Porque tras un largo paréntesis ha vuelto con fuerza a la bloggosfera, permitiéndonos poder seguir disfrutando de sus escritos sencillos y cargados de sentimiento. Bienvenida de nuevo nené.

2 – JuanRa Diablo: Porque ha sido un gran descubrimiento personal, más allá de la calidad de su melancólico y ameno blog. Un placer señor Diablo.

3 - El Zorrocloco: Porque aunque pasó de los otros que le di como de la mierda, no soy rencoroso y me gusta sentirme idiota. Porque me encanta esa conexión ruin que tenemos. Si al ponerme nostálgico y reflexivo me acuerdo de MaRía y JuanRa, cuando destilo mala leche sé que su comentario no va a decepcionarme.

4 - Vivencias varias: Porque aunque también hizo oídos sordos del premio anterior, es un gustazo descubrir a gente que escriba con tanta gracia y acierto. Además, las personas con ese tipo de imaginación me conquistan con facilidad.

Muchas felicidades, y ya saben: Pasapalabra.



martes, 7 de julio de 2009

Justicia vecinal

Si hay una situación en la que soy fácilmente irascible es cuando algún malnacido escandaloso no me deja conciliar el sueño. Dormir es algo sagrado, y si alguien ajeno a mi casa va a impedir que lo haga en las horas que corresponde, sólo acepto como motivos justificables que sea por una obra, porque pasa el camión de la basura o por un incendio; si no es así se puede ir a la mierda, y si no sabe el camino, me encargo de marcárselo.

Un domingo a las 7 de la mañana de hace unos años, dos furcias tocaron el interfono insistentemente y sin soltar el dedo, con el único objetivo de joder y echarse unas risas. Cuando me asomé a la ventana y vi que estaban descojonadas con su fechoría de niñatas, me hirvió la sangre y actué en consecuencia; no sé si estaban colocadas o sencillamente eran estúpidas, pero me era indiferente. Tras cagarme rápidamente en sus madres, me fui muy calmado hacia la solana, con una serenidad que casi asustaba, para llenar una palangana con agua fría y tirársela encima. Ahora me iba a tocar reírme a mí.
Y es que en este tipo de situaciones, lo mejor es tomarse la justicia por uno mismo, porque de nada sirve llamarles la atención si son oligofrénicos sin educación.

Mi ventana da hacia la esquina de una calle en donde, muy de vez en cuando, a un par de gilipollas les da por ponerse a armar escándalo de noche. Aparcan el coche, abren todas las puertas, ponen el reguetón a todo volumen y hablan y ríen en alto, como si dijeran: “Mira qué malos e insurrectos somos; hacemos lo que queremos”. Los vecinos suelen reaccionar pidiéndoles que se vayan o gritándoles de todo, y ellos, con la chulería propia de la gentuza irrespetuosa, suben la “música” y se ríen aún más alto. Llamar a la policía tampoco parece que vaya a ser efectivo, porque en lo que llegan los agentes sigues sin poder dormir, y tampoco es seguro que vayan a aparecer, así que hay que actuar al margen de la ley y la cordialidad. Mi yo pacífico sostendría que hablando se entiende la gente, o que se atrapan más moscas con miel que con vinagre, pero mi yo somnoliento pasa a la acción con la única medida realmente efectiva: las pedradas.

Me fijo en mi objetivo, cojo mi cuenco de piedritas, me acerco a una ventana y abro fuego a discreción. Se les quita la tontería sobre la marcha y se largan, y creo que ningún coche ha repetido nunca en el lugar del crimen.
¿No dicen que una cachetada a tiempo soluciona muchos problemas? Pues en este caso sólo funciona la pedagogía a la antigua usanza.

viernes, 3 de julio de 2009

¡¡Arrepentíos!!

Cuando le comenté a la gente de mi entorno que había estado charlando con unos testigos de Jehová, y que había llegado a ser estimulante, todos se llevaron las manos a la cabeza e hicieron funestas predicciones. Me advirtieron que había hecho mal, que con esa gente no hay que tener consideración, porque como nadie les hace ni puto caso, a poco que les des cancha ya no te dejan en paz. Como los que me habían tocado a mí habían sido bastante “abiertos”, o al menos, no tan fundamentalistas como me esperaba, pensé que estaban exagerando… pero no. En absoluto.
Volvieron un día que tenía follón en casa y no les abrí, y volvieron una segunda vez para dejarme el manual sobre creacionismo que me habían ofrecido en nuestro primer encuentro, en el que exponían argumentos tan demagogos y simples como: “Si un reloj tiene tanta precisión gracias a un relojero, el universo tiene tanta precisión gracias a un técnico”. ¬¬

En ese segundo encuentro me dijeron que estarían por la zona, y que en unos días se pasarían por ahí para preguntarme qué me había parecido el libro y debatir cuestiones que no entendiera. Siendo más tajante que en un principio, les dije que no se molestaran, que no iba a cambiar de idea, que tenía muy claras mis creencias, que nunca adoptaría una religión, y que además iba a estar muy ocupado porque tenía exámenes… pero entonces me pareció que dejaron caer que volverían a por más en verano. Mi tía, que peca de radical y de falta de mano izquierda (no en vano, la llamamos la muñonera), me contó cuáles eran sus estrategias en estos casos: o bien no abría y decía en alto: “No abras, que son los madelman”, o abría y gritaba en plan apocalíptico: “¡¡ARREPENTÍOS!!”Alguna vez, como yo, había intentado razonar con ellos, pero la edad es un grado, y ya sabe que dialogar con esta gente es como enseñar a cantar a un cerdo: pierdes el tiempo y molestas al cerdo.

Me propuso varias alternativas para dejarlos perplejos, como abrirles la puerta desnudo o recibirles con pintas de gótico, pero como ya me conocen como "el chico que en lugar de mandarlos a la mierda, charló con ellos", lo tengo jodido para buscar estrategias de evasión efectivas. Si vuelven, haré honor a la imagen que tienen de mí, zanjando su insistencia con una pregunta: ¿Cómo es posible que prediquen la salvación, los buenos valores, la fraternidad, la familia y el amor, pero dejen morir a sus hijos por negarse a las transfusiones de sangre?

Para eso no hay respuesta divina que me valga.