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martes, 21 de abril de 2009

Día 6 – Ricos y pobres

Nueva York es una ciudad de contrastes, donde apenas cruzando unas calles, puedes pasar de los barrios más ricos a los más pobres; que difieren tanto entre sí, que llegas a pensar que estás en países diferentes. Esa mañana fuimos por el Upper East Side (lo más de lo más), donde los edificios de viviendas tienen portero con uniforme, un pasadizo cubierto y enmoquetado de la acera a la carretera, y un coche de lujo en la entrada. Vimos las torres Trump, el museo metropolitano (sin llegar a entrar, porque es como el Británico, que no merece la pena si no tienes muchas horas para dedicarle), Park Avenue, y una plaza en la que estaban la juguetería Fao Schwarz y la tienda Apple.

Lo que en España son grandes tiendas, allí son establecimientos monstruosos, y en estos dos casos no iba a ser menos; la primera, además de ser inmensa y tener varios pisos, estaba decorada con enormes peluches de dinosaurios a la entrada, y tenía secciones temáticas de todo, desde un pasillo ambientado como la estación de tren de Harry Potter, hasta una zona donde podías hacerte tus propios teleñecos, pasando por inmensas construcciones de lego o la parte de nenucos, para la que habían recreado la zona de nido de un hospital (matrona incluída); es donde se encuentra el piano gigante que salía en la película "Big" y en Los Simpson. La tienda Apple estaba en un bajo, y como reclamo, tenía una gran cúpula de cristal en medio de la plaza, con su icónica manzana mordida en el techo. Se entraba a través de un ascensor de cristal que te bajaba a la tienda, que era un enorme espacio diáfano con luz natural, en el que había decenas de ordenadores conectados a iPhones, a disposición de quien quisiera usarlos.

De allí tiramos al museo Guggenheim, que concentraba casi todo su atractivo en el edificio; no es que saliéramos echando pestes, pero tampoco es que nos volviera locos, para qué mentir. Almorzamos en Times Square pasando por Diamond Street, la calle judía donde están concentradas todas las joyerías, y en la que uno de cada cinco transeúntes, es un rabino vestido de negro con tirabuzones en las patillas; parece que estuvieran hechos todos con la misma plantilla, y que luego le hubieran dado a cortar y pegar.
Esa tarde vimos la otra cara de la ciudad, el brutal contraste con el distrito de los museos y la zona de los ricos: Little Italy y Chinatown. Si la primera podría pasar por una zona un poco más austera, con el encanto de sus reminiscencias italianas, la segunda parecía el cubo de basura municipal; Chinatown es, como siempre que pensamos en cosas chinas, cutre, sucia y caótica. Los puestos de souvenirs neoyorkinos conviven con los negocios chinos, las tiendas de alimentación con el pescado a pie de calle, y los comercios que parecen haber montado en una tarde de aburrimiento, de lo chapuceros que son. La razón de esto último está clara: tratándose de negocios de tapadera, es normal que no se esmeren en la ambientación o la higiene, y no hablo por hablar, sino con conocimiento de causa…
Mi madre tenía en mente comprarse un par de bolsos de imitación específicos, y no hay mejor lugar para ello que el barrio chino; no es que quisiera ir con el cartelón de la marca bien visible para que vieran cómo se las gasta, porque de hecho, ir exhibiéndose así le parece una horterada, pero sí que pretendía hacerse con modelos clásicos y discretos, que siempre le han gustado, pero por los que no pagaría nunca el precio original.
Los vendedores de falsificaciones tienen tres modus operandi:

1 - Esperar a que tú les preguntes directamente (como hicimos en una de las tiendas, que a más cutre, más posibilidades de que los vendan).
2 - Abordarte por la calle.
3 - Pregonarlo bajito desde la entrada.

Al poco de llegar se nos acercó una china, que nos preguntó con toda naturalidad si buscábamos bolsos falsos. Le dijimos que sí, nos sacó un catálogo de la chaqueta y nos dio a elegir. Llamó en móvil a su cómplice, esperamos 5 minutos, y acabamos “esondidos”, viendo la mercancía que traía en una furgoneta de cristales tintados; parecía que estábamos cometiendo un crimen.
A mi madre no le gustó la calidad (es que hasta para llevar falsificaciones hay que exigir un mínimo), así que probamos con una tienda, en cuya entrada había un hombre repitiendo una y otra vez la palabra “Bolso”.

Entramos, la dependienta miró hacia fuera con recelo, abrió la pared, e hizo pasar a mi madre, que entró con mi hermana por seguridad y para que le hiciera de intérprete. Mi padre y yo nos quedamos esperándolas fuera, y fue tanto lo que tardaron, que llegamos a pensar que debían estar facturándolas por pedacitos a algún lugar de venta de órganos. Cuando salieron, nos contaron que fue tal el entramado de habitaciones secretas, pasillos y escaleras hacia sótanos, que si les llegan a tender una emboscada, se las habrían podido cargar sin que nadie se enterara; a saber la de Natashas Kampusch que habrá en ese barrio. Está claro que el sistema no ofrece mucha seguridad, pero es que mi madre antes muerta que sencilla. Cuando íbamos a venir, todo el mundo nos advirtió (pecando de agoreros, eso sí), que no debíamos ser demasiado exhibicionistas, que allí los robos a turistas son el pan de cada día; recomendaban no llevar nada de joyas, ni siquiera bisutería, especialmente en zonas “peligrosas”. ¿Hizo mi madre caso a algo de eso? No, porque no renunciaría a su feminidad ni aunque eso le costara la vida, y aunque conseguimos que se quitara el anillo de brillantes para ir a El Harlem, no se deshizo de sus perlas jamás; eso nunca. Bastante era ya tener que llevar zapatos cómodos en lugar de tacones.

Esa noche, que no estábamos muy cansados, mi hermana y yo fuimos a patinar al Rockefeller Center, y aunque la pista no era gran cosa, me lo pasé como los indios. Deslizarse por una de las pistas de hielo más televisadas de la historia, mientras suena “I wanna dance with somebody”, me parecía el final perfecto para una jornada en Nueva York, pero cambiaría de idea al comprobar cómo acabaría el siguiente día...

10 comentarios:

El extraño desconocido dijo...

Pero qué envidia, macho! Tu viaje ha tenido de todo, eh?

Anónimo dijo...

Hola, que gusto me dio leer esta entrada, se ve que aprovecharon al máximo este viaje.
Genial la juguetería, menos mal que no llevaron niños porque no los sacan nunca más de allí; creo que dentro de un lugar tan mágico como ese debe ser imposible que no salga el niño que llevamos dentro no?. Besos. Ana

Lillu dijo...

Uys, va a ser que yo con tu madre no iría en un viaje peligroso eh XDDD

Qué pasó al día siguiente?? Qué nervios!!

saluditos

peibol dijo...

A El extraño desconocido:
La verdad es que no me puedo quejar, para qué mentir :)

A Ana:
¿Sabes que es lo mejor? Que allí todo es interactivo; la tienda Apple, las grandes librerías, las jugueterías... Hay muchos sitios en los que puedes interactuar con la mercancía, y esta juguetería era uno de ellos. Por supuesto salió el niño que llevo dentro, y los que había en la jugietería, estaban con una sonrisa de oreja a oreja

A Lillu:
Yo creo que si hubiéramos ido a "El Bronx", sí que podríamos haber hecho que razonara, aunque teniendo en cuenta lo que nos costó lo del anillo, no estoy seguro. Por si acaso, mejor no meterse con ella por zonas oscuras...


¡Saludos!

JuanRa Diablo dijo...

Sabes Peibol? Estoy empezando a pensar que soy capaz de decir que he ido a Nueva York y hablar de ello sin que se me note la trola. Esto es un documental bloguero muy logrado.
"Uff, no os hacéis una idea del inframundo de Chinatown... Ahh, qué bueno cuando entré a la juguetería Fao Schwarz y me puse a bailar encima del piano y luego patinando en Rockefeller Center... una pasada"

Y bueno, ¿¿¿qué pasó al séptimo día????

Anónimo dijo...

Patinar sobre hielo!!!!!!!!!!!!que bonitooooo!!!!!!jooooo y chainataun!!!! qe ilu!!!!!!!!!
jo que envidia!!!!!!!


Mery

P.D.: !!!!!!!!!!!!!!!!!

El Zorrocloco dijo...

XDDDD qué locura lo de los bolsos. ¡Paredes falsas y todo, qué te crees! Y cómo mola lo de la pista de hielo >__<

Has conseguido lo que nunca nadie logró: que tuviera ganas de ver NY XDD

peibol dijo...

A JuanRa Diablo:
Jajajajaja, sí, tienes suficientes detalles como para que no se te note, y si topas con alguien y te pregutna por localizaciones específicas, puedes decir que no tienes sentido de la orientación. Ya n te hace falta ir para fardar... ¡Aprovéchate!

A Mery:
Jejejeje, ya quedaremos pa ponerte aún los dientes más largos :p

A El Zorrocloco:
Vaya, me siento orgulloso, pero... ¿por qué no tenías interés? ¡Es Nueva York! :o


¡Saludos a todos!

Peter Pan dijo...

que bonito... me estan entrando unas ganas de volver a NY. Del 2009 no pasa... :P Por cierto dos cosillas: 1. Para bolsos falsos, Hong Kong. Esa si que es la cuna de la falsificacion 2. Tu madre parece una mjuer divina, como las que me gustan a mi. (Tipo Karen Walker de Will and Grace pero sin ser alcoholica, espero...)

peibol dijo...

Jajajaja, gracias... pero si mi madre fuera como Karen Walker, creo que yo tendría grandes problemas. Digamos que es... particular en el buen sentido

Hong Kong lo dejaré para dentro de mucho, me temo :s