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martes, 8 de enero de 2008

El mejor día del año



Hace unos días fue 6 de enero, una fecha que a mis 21 años sigue significando una celebración muy especial y el mejor día del año: El día de reyes.

No se trata de una cuestión de consumismo o afán por recolectar regalos, ya que al fin y al cabo llega un momento en el que todos tenemos de todo y se acaba regalando por regalar: es el mejor día del año porque yo lo vivo como tal.

En mi casa empezamos el día desayunando algo hiper calórico e inusual, como dulces con chocolate a la taza; mientras lo hacemos se palpa una agradable tensión nerviosa en el ambiente, y en cuanto acabamos de comer nos dirigimos raudos al salón a acabar con ella.

Tras haber abierto los regalos entre risas y fiestas, mis padres descubren lo que les hemos comprado mi hermana y yo. Dado que nuestro poder adquisitivo es nulo, solemos currárnoslo para que al margen de lo que regalemos pasen un rato divertido mientras abren sus paquetes. Aunque últimamente estamos un poco vagos y menos imaginativos, intentamos hacer algo distinto cada año, pero siempre con el denominador común de reírnos con y de ellos. Normalmente solemos esconderlos para hacer que los encuentren a través de pistas, acertijos, dibujos, mapas o lo que se nos ocurra. Es divertido tenerlos del tingo al tango por toda la casa para que al final acaben en el mismo sitio. Un año llenamos todo el techo de lana y pusimos mensajes colgando de pedacitos de cuerda que tuvieron que coger uno a uno con una escalera. Fue memorable.
El caso es que una vez acabado el trajín doméstico, vamos todos a comer a casa de mis abuelos maternos, donde nos espera el resto de la familia. Allí recibimos algún detallito más, pasamos la sobremesa hablando, y a media tarde nos dirigimos a casa de mi tía (una de las hermanas de mi padre), donde nos espera más de lo mismo hasta la noche.

¡Qué coñazo! ¿No? Pues no, es lo que tiene que te fomenten la importancia de tener una relación buena y cuidada con tu familia. De puertas hacia fuera a todo el mundo le choca hasta qué punto tengo una relación estrecha con mis familiares, y es que por lo que puedo comprobar, la gente sólo ve a sus congéneres en navidades, bodas y funerales. Es muy triste.

Hace unos años comíamos todos en casa de mi abuelos maternos cada domingo, algo que propició el establecimiento de lazos afectivos reales y una buena relación con todo el mundo, resultando que a día de hoy sé que puedo contar con ellos para lo que me surja, y que no será porque se vean obligados a acogerme. Un ejemplo de esto podría ser el hecho de que mi tía me pelee si se me ocurre comer en la cafetería de la facultad, en lugar hacerlo en su casa que está al lado.

Mi familia paterna es un mundo aparte digno de estudio. No sólo nos vemos más y mejor, sino que somos enfermizamente pegajosos entre nosotros. Es interesante ver alguna instantánea navideña para comprobar cómo acabamos todos masajeando o sobando a otro, al más puro estilo de desparasitación en cadena de los simios.

No esperamos a ocasiones especiales para vernos; sencillamente lo hacemos: vamos al cine, al teatro, a comer, al club náutico…a donde cuaje, y si no, hacemos fugaces visitas a domicilio. Cuando paso cerca del trabajo de mi tía paso a saludarla, mi prima aparca en mi casa cuando va a algún sitio por los alrededores, cada vez que mis padres se pasan por el despacho de mi tío para alguna consulta legal (es el abogado de la familia), acaban tomándose algo en su casa, y así suma y sigue. Quienes se llevan la palma a este respecto son mi tía y una de mis primas. La primera vive al lado de mi casa, así que el intercambio de visitas y favores es una constante de lo más agradecida, y la segunda es mi acompañante por excelencia: solemos ir al cine o alquilamos películas juntos con muchísima frecuencia, y además vamos juntos a otro tipo de actividades en las que se agradece algo de compañía. Además de las que me atañen, las interrelaciones se dan en otros bandos: mi abuelo y mi madre (su nuera) van juntos al auditorio, mi tía se reúne a cenar con sus sobrinos cada cierto tiempo, mi madre y su cuñada van juntas a pilates, y así suma y sigue. Si a todo esto añadimos las multitudinarias reuniones familiares en las que nos juntamos todo “el clan” (unos cuarenta y pico), para comer y acabar cantando al unísono, apaga y vámonos…

No puedo evitar sentir algo de lástima por esas personas que viven las navidades como un auténtico suplicio, por tener que lidiar con personas a las que no ven nunca. No lo comprendo. En ese sentido me siento afortunado, y aunque en ciertos momentos de la niñez o la adolescencia me pareciera un coñazo tener que ir a este tipo de reuniones, estoy agradecido de haberlo hecho, porque a día de hoy poseo un “tesoro” del que poca gente puede presumir.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente, tú lo que tienes es una suerte inmensa; tienes una numerosa familia que se encuentra cerca de tí y con la que te llevas genial. No me importaría estar en tu situación, es algo complicado que se cumplan todas esas cosas...

Cada cual pasa las navidades como puede, hay gente a la que le gusta y otras como yo a las que no. Para mí, hace años que dejó de tener ese sentido mágico.

Bueno, y con respecto al 6 de enero, como tengo primas pequeñas pues aún nos seguimos levantando a las 8-9 de la mañana ese dia. Cuanto estamos todos en pie, vamos al salon, abrimos los regalos y algunos (mi padre, por ejemplo) se van a dormirXD. Luego sobre las 3 y media, nos vamos a comer a un chino( sí, una costumbre de lo más tradicional)aunque este año habia demasiado cansancio.

Como ves, no se aleja mucho del puro consumismo, no tiene mucha magia..pero mentiría si dijese que no lo echaría de menos tal y como lo celebramos en mi familia...

Lucyinthesky

Virginia R. Santos dijo...

Jojojo! no te creas que eres el único afortunado!!, si es que, a mi me pasa lo mismo, las reuniones familiares son una gozada (solo que salimos gritones y al cabo de un rato nos duele la cabeza), pero si es algo bastante parecido, los primos somos mas hermanos que primos, los tios mas padres que tíos.... algo maravilloso si señor ;)

Casi se me olvida lo que te habia prometido, este mensaje estaría cargado de eso que te dije y ahí va:

*Suspense y emotividad*

Ala! firmado queda! jajaja

Peibol dijo...

Vaya...me siento un poco menos especial sabiendo que no soy el único XD. No, a ver, sé que no lo soy, pero estoy tan acostumbrado a que me miren raro cuando comento algo sobre mis reuniones familiares, o que en lugar de salir con amigos he ido a comer con mis primos, que me desconcierta un pooco saber que hay más gente en mi situación por ahí. ¿Verdad que es una gozada?

Anónimo dijo...

No sabes como te envidio! Yo tambien estoy muy unido a mi familia pero por desgracia estoy ahora trabajando fuera y me tengo que conformar con hablar por teléfono cada día. Enhorabuena!

JuanRa Diablo dijo...

Qué gusto!! Yo también me siento muy familiar y por mil años que pasen el punto de niño no lo pierdo nunca (ni creo que lo pierda ya a estas alturas)
Lo de la chocolatada será más habitual en las casas ese día (digo yo) pero lo de los regalos con papeles de busca aquí, mirá allá... ¿¿quién se lo ha copiado a quién?? Esas cosas no pueden faltar!!

peibol dijo...

Es que el punto de niño no hay que perderlo nunca! (Y en tu caso, creo que es improbable que ocurra. Jejeje)