Le pese a quien le pese, el aspecto físico es muy importante en el mundo en el que vivimos, y más de unos años a aquí, en los que la cultura del culto al cuerpo ha pasado de ser una moda minoritaria entre deportistas y famosos, a una filosofía de vida casi universal. Para bien o para mal lo primero que entra por los ojos es la cara, el cuerpo, la ropa, la estética, y en definitiva el aspecto de una persona, y si eso no nos llama la atención (o no la llama para mal), difícilmente haremos un esfuerzo consciente por tratar de ver más allá.
Recuerdo q tuve una profesora de inglés guapa, educada y que hablaba bien, pero que tuvo que quitarse un minúsculo piercing de la nariz para trabajar de cara al público en un banco, medida que puede parecerle exagerada a algunos, pero que desde luego tiene su lógica, y si no explícale tú a la señora de turno que “esa hippy” iba a guardar su dinero.
El rechazo que experimentamos hacia lo grotesco, feo y desagradable, o sencillamente hacia lo que no va con nosotros, en contraposición al agrado hacia lo bonito y atractivo, está fuertemente influido por la sociedad y los valores que se “estilen” en ese momento, de ahí que el ideal de belleza para ambos sexos haya ido cambiando de un extremo a otro a lo largo de los años; si las mujeres rubenescas de grandes redondeces eran “el no va más” hace unos siglos, o hace unas décadas a los hombres se les permitía ser unos esmirriados, a día de hoy tienes la obligación moral de estar bueno/a o de tratar de estarlo. Además es casi imposible luchar contra estos estereotipos, en la medida en que desde pequeños aprendemos en las películas y los cuentos, que si los buenos son altos, guapos y atléticos, los malos son gordos y más feos que una mierda, y parece que esto está directamente relacionado con que sean torpes y malvados.
A tales extremos ha llegado esta malsana obsesión por alcanzar una belleza irreal, inaccesible, y que sobre todo, tiene poco de belleza, que hemos llegado a desarrollar trastornos alimentarios que derivan en enfermedades tan graves como la anorexia y la bulimia. Hay quien pueda pensar que no son más que una tontería, derivada de los caprichos de unas niñatas volubles que quieren verse monas, pero nada más lejos de la realidad, y si no que se lo digan a todas las que se han quedado en el camino, mientras sus familiares y amigos veían con impotencia como no podían hacer nada para paliarlo, y es que ahí está el problema; igual que sería totalmente infructuoso cobrar las drogas a precio de oro para que los adictos no consumieran, de nada sirve empujarle la comida con la cuchara a alguien que no quiere comer.
Estos trastornos también se dan en hombres, aunque en mucha menor medida (de ahí su poca repercusión). En ese sentido nosotros estamos “obligados” a estar medianamente delgados, si, pero lo que se nos pide por encima de todo eso es estar cuadrados y poder partir nueces apretándolas entre los dedos o presionándolas entre las nalgas. Ahí es nada…
A pesar de que se sigan perpetrando cánones insalubres desde todos los ámbitos de la sociedad, parece que la gente está empezando a abrir los ojos, dándose cuenta de que, efectivamente, existe un problema de gran magnitud que debe ser solucionado, empezando a tomarse medidas como el establecimiento de un índice de masa corporal mínimo en el mundo de la moda, que lejos de ser una banalidad anecdótica, me parece una gran muestra de humildad por su parte, y un modo de reconocer que estaban equivocados, al intentar meternos por los ojos a las desenterradas a las que estamos acostumbrados a ver sobre la pasarela.
Con el reconocimiento del problema también ha venido la obsesión por desenmascarar a quienes supuestamente lo sufren y se niegan a reconocerlo. Cualquier persona (mujeres sobre todo) que adelgace más de lo normal o se vea “flaca” respecto a las demás, es enseguida señalada con el dedo, acusada de enferma, y obligada a dar explicaciones al respecto. Actrices como Keira Knightley están hartas de explicar cansinamente que ellas son sencillamente así, de constitución delgada, y en el caso de ésta la pregunta toca especialmente las narices, porque ella ha vivido de cerca en su familia tales enfermedades, y le resulta insultante que la acusen por la cara de ser poco menos que una inmoral promovedora de malos hábitos. Yo como persona delgada que se enfrenta con tedio a los mismos repetitivos comentarios sobre lo “excesivamente flaco” que estoy, puedo comprenderla en parte y saber lo que son las ganas de gritar a los cuatro vientos:
“¡¡VAYANSE TODOS A TOMAR POR CULO, SI ME PASO EL DÍA COMIENDO Y NO ENGORDO, ¿QUÉ QUIEREN QUE HAGA?!!
¡¡SOY DELGADO Y PUNTO JODER!!”
Vivencias aparte, adjunto el sobrecogedor testimonio de un adolescente con anorexia, intercalado con los comentarios de la periodista que lo entrevistó; un relato que habla por sí solo, dice mucho más que cualquier conjetura que pueda hacer yo desde la distancia, y puede romper muchos tópicos sobre lo que estas enfermedades realmente significan:
“Antes calzaba un 42 pero en tres años he perdido dos números de pie. Los médicos dicen que a medida que la enfermedad avanza mis órganos internos, como el corazón, van encogiendo. Por eso sé que estoy expuesto a que me dé un infarto. También cabe la posibilidad de que tenga un cáncer en las cuerdas vocales. De tanto vomitar me he producido una herida en el cuello por dentro y, según dicen los médicos, ha podido derivar en tejido cancerígeno. Si hubiera cáncer, me tendrían que cortar un trozo del estómago para ponérmelo en la laringe. Y he hecho tantos abdominales que tengo el estómago quemado.”
[De sus labios sale un hilo cansino de voz, los brazos recogidos sobre el vientre, la mirada caída y acuosa. Habla hundido en el sofá, como si el frágil cuerpo fuera de plomo, en presencia de su padre. Rafa Rico tiene 16 años y es anoréxico desde los 13. Su testimonio viene a certificar que los especialistas en trastornos de alimentación no yerran en su alerta. La anorexia, la bulimia y demás monstruos obsesionados por devorar kilos al cuerpo están mutando el perfil de sus víctimas. La enfermedad está comenzando a cebarse con niños (en masculino) muy pequeños, y con ancianos. Si entre los jóvenes y adolescentes hay un enfermo varón por cada 9 chicas, en el tramo de los 6 a los 12 años, asegura Ángel Villaseñor, psicólogo de la Unidad de Trastornos de Alimentación del Hospital del Niño Jesús, la proporción es de cuatro niños por cada seis niñas. Sólo en este Hospital, tratan a 250 menores varones cada año].
QUIERO PESAR 45 KILOS
“Yo me veo gordo y por mucho que me digan que estoy delgado y que me va a pasar tal o cual cosa me da igual. Hasta que no consiga mi objetivo, que es estar a gusto con mi cuerpo, no voy a parar. Voy a seguir luchando, sin comer, con los vómitos y haciendo ejercicio. Para mí lo ideal sería pesar menos de 45 kilos [mide 1,70]. Conozco a un chico que pesa menos de 45. Víctor. Antes íbamos juntos a terapia de grupo, pero él acaba de cumplir 18 años y puede dejar el tratamiento si quiere. Yo también lo dejaría, pero quiera o no tengo que ir. Si no podrían obligarme judicialmente porque yo no estoy capacitado, porque estoy enfermo, dicen ellos.”
[Se calcula que un 4,5% de la población sufre un trastorno de la alimentación. La anorexia se cura en el 70% de los casos, un 15% de los afectados recae y el 15% restante se convierte en enfermo crónico. Los anoréxicos pierden al menos el 15% de su peso corporal y, en casos extremos, el 60%. Un 2% de los enfermos muere].
“Comencé con 13 años. Al ver que los demás estaban más delgados decidí dejar de comer un poco y hacer ejercicio por mi cuenta. Jugaba al fútbol y a los 14 años me apunté a un gimnasio. Le dije al monitor que quería adelgazar y él me puso una tabla de ejercicios. Cuando la acababa me metía media hora en la sauna. Y al llegar a casa seguía haciendo deporte por mi cuenta. Cada día me hacía 1.200 abdominales. Para mí era una obligación. Simplemente, algo en la mente me decía que tenía que hacerlo. Sólo pensaba en buscar métodos para adelgazar. Cuando salía con mis amigos bailaba toda la noche sólo por perder kilos. Delante de mis padres hacía como que comía pero luego lo vomitaba. Hay trucos para que no te pillen. (...)”
[Entre la población infantil masculina existen tres grupos especialmente propensos a sufrir una enfermedad como la anorexia. Los enumera el psicólogo Ángel Villaseñor: «Niños con obesidad, que se sienten mal con su cuerpo y son objeto de burlas en el colegio. Deportistas prodigio, es decir, niños que comienzan a hacer deporte muy pequeños y con una exigencia muy alta. Y aquellos que tienen problemas de identidad sexual». Según un estudio realizado por Pamela K. Keel y Christopher J. Russel para la Universidad de Harvard, el 14% de la población masculina homosexual sufre bulimia y el 20% anorexia].
“Hubo un momento en que comencé a tomar laxantes. Me informé en Internet. Bastaba con poner «perder peso» en el buscador y te aparecían un montón de páginas aconsejándote. Chicas y chicos que querían adelgazar como tú te daban trucos para evitar que tus padres te pillaran, te facilitaban marcas de laxantes e incluso te aconsejaban que tomaras cocaína para perder peso. Yo no he participado en ninguno pero sé que hacían maratones de adelgazamiento, competiciones para ver quién era capaz de perder más kilos en equis tiempo. Y se daban claves para reconocerse por la calle. Los anoréxicos, por ejemplo, llevaban una pulsera azul.”
[Los expertos hablan de casos extremos de chicos que creen que engorda beber agua o sentarse donde ha estado una persona corpulenta. Gonzalo Morandé, jefe de Psiquiatría infantil del hospital Niño Jesús ha atendido a chavales que llegan a sacarse sangre para pesar menos. En este hospital, centro de referencia nacional, asisten a otro fenómeno desconocido hasta ahora: niños inmigrantes anoréxicos y bulímicos].
ENTRE EL FRIO Y EL SUEÑO
“Físicamente me siento muy cansado. Paso gran parte del día durmiendo y suelo tener mucho frío. A veces me ponen el termómetro y marca poco más de 35º. Los médicos han dicho que no se me fuerce a comer y me dan libertad para que tome lo que quiera. Hoy he desayunado una taza de leche con cereales y para comer he tomado unas cuantas patatas fritas. Cuando noto que estoy muy bajo físicamente me como un bollo con chocolate, pero en cuanto me lo he tomado me arrepiento y lo tengo que expulsar como sea. Para mí la comida es como veneno y mi mayor pesadilla es la combinación mesa-silla-plato. Le dije a mis padres que quería tatuarme la leyenda «Todo lo que como me mata» en el estómago. No me dejaron. Lo vi en televisión a una actriz o modelo que lo llevaba en el vientre. Lo que como me mata. Así es como me siento.”
[El 67,8% de los escolares de entre 11 y 14 años controlan su peso. El 40% evita ciertos alimentos que engordan. Un 72% realiza ejercicio expresamente para quemar calorías. El 17% ha llegado a llorar por sentirse mal con su aspecto. El 7,3% intenta vomitar después de haber comido. ¡Un 4,2% toma laxantes! Son las conclusiones de una encuesta a escolares de la comunidad valenciana realizada en noviembre pasado por los psicólogos de la Universidad Jaume I Rafael Ballester y Mari Carmen Guirado. Adaner, asociación que lucha contra la anorexia y la bulimia, ha incrementado las charlas de prevención en los colegios ante las reiteradas llamadas de profesores y encargados de los comedores: Hay niños pequeños, avisaban, que se niegan a tomar determinadas cosas porque engordan].
“Cuando mis padres notaron la pérdida de peso y los vómitos, les hice creer que tenía un problema en el estómago. Me llevaron a uno y otro especialista sin que ninguno supiera qué me pasaba. Hasta que una psiquiatra lo averiguó. Anorexia nerviosa purgativa, dijo. Lo que significa que todo lo que me hagan comer obligatoriamente lo vomito. Para mí fue un mazazo que lo descubriera. Mis padres sabían lo que estaba haciendo y no me dejarían continuar.”
[A la hora de buscar las causas de la enorme incidencia de la anorexia en niños, los especialistas dicen que la cultura del culto al cuerpo ha calado muy hondo entre los más pequeños, siempre permeables a cualquier influencia externa. «En los anuncios de televisión, incluso en los dirigidos a niños, el malo y el fracasado es gordito mientras que el triunfador es delgado. Sucede igual con los dibujos, las películas, los juguetes... Si a sus muñecos les diéramos vida no podrían andar. Están interiorizando un modelo de belleza irreal», dice Mari Carmen González, coordinadora de Adaner. «Los niños están obsesionados por su aspecto en parte porque en la familia hay mucha preocupación por la apariencia. Siempre está el papá o la mamá que está a dieta y que, preocupado por las campañas contra la obesidad infantil, induce al niño a la dieta también», dice Marta Voltas, gerente de Acab, otra asociación contra la anorexia y la bulimia].
“Desde que me diagnosticaron la anorexia he estado ingresado en tres ocasiones. La última vez en diciembre, tras pasar una semana sin comer nada. Cuando te niegas a comer te alimentan con gotero y te castigan aislándote de tu familia. En uno de los ingresos conocí a una chica también anoréxica y, aunque tengamos prohibido relacionarnos entre nosotros o vernos, somos novios. Llevo tres meses yendo todas las mañanas a un centro privado donde me tratan psicólogos. He tenido que dejar el instituto. Últimamente atravieso una mala racha. Como menos, hago más ejercicio, tengo que estar todo el día durmiendo, no me entero de las cosas...”
[Rafael Rico, el padre, es limpiador pero está de baja por depresión arrastrado por la enfermedad del hijo. A éste, la anorexia le ha provocado un trastorno de la personalidad. A veces las cinco pastillas, calmantes, que toma antes de irse a la cama no son suficientes para dormir su agresividad. Hace unos días el padre tuvo que llamar a la policía después de que Rafa, enloquecido, llegara a ponerle la mano encima antes de huir escaleras abajo. «Los médicos nos han dicho que tiene la enfermedad muy avanzada."Vuestro hijo Rafa de momento no existe. Está por llegar. Tardará"»].
Este reportaje data de Marzo del año pasado así que es posible que a día de hoy Rafa haya llegado a sus ansiados 45 kilos y los luzca con orgullo dentro de su nicho, sabiendo que por fin es apto para la sociedad.
4 comentarios:
Yo no he tenido creo, ningun amigo u amiga que tuviera anorexia, si he visto miles de personas por la calle que parecia que el viento se las iba a llevar. Cada vez que iba por la calle con mi hermano o en la tele veiamos a una chica muy flaca, el decia, pobrecita....pero con un tono de nose, no de maldad ni de burla, en tono rabioso y cuestionado, y es que nadie se explica porque los anorexicos ven lo que ven. Siempre he querido ser psicologa, y aun no siendola, una vez idee mi propio plan para que una persona anorexica se diera cuenta que de verdad no lo estaba, nose si funciona, supongo que no. Pero si realmente crees que estas gordo y todo el mudno te dice que n, que estas mas flaco de lo debido, haz una cosa. Escoge a alguien que para tu parecer tenga un buen cuerpo, el cuerpo que te gustaria tener a ti, luego coje un espejo y haz que se ponga detras de ti, asi comprobaras que esa persona te sobrepasa en todos los aspectos y te daras cuenta de que realmente no estas gordo, solo te lo imaginas.
Se que una cosa es decirlo y otra sentirlo, pero realmente nose como esas personas enfermas no se dan cuenta que esta tan delgadas que hacen daño a la vista. Mi prima tiene 14 años y mide casi un 1.75 de estatura, y es flacaaa como ella sola, pero no es porque no coma, que tampoco es que lo haga mucho, es porque es asi, su constitucion es asi. Ella esta acomplejada porque no sta mas gordita, fijate como son las cosas, a vecs las personas le hacen daño a otras sin darse cuenta, ya que no siempre la palabra estas gorda hace daño, tambien la palabra que flaca estas molesta. Yo creo que ni un extremo ni el otro, es cierto que debes sentirte agusto con tu cuerpo, pero realmente mira si lo que tu llamas estar a gusto, no es, estar enfermo.
Mery
No me puedo imaginar lo horroroso que es una enfermedad de estas características... es una situación que se va de las manos y cuando quieren darse cuenta, ya están metidos hasta el cuello en el problema. Es complicado, tanto aceptar que se sufre la enfermedad, como evidentemente intentar superarla.
Yo he visto algunos casos en amigas (uno de ellos muy cercano) y es muy triste ver cómo la persona tiene esos altibajos, va quedándose cada vez más delgada (cuando es anorexia; en el caso de la bulimia no es tan evidente y de ahí el gran problema para detectarla externamente) y no saber qué hacer, no saber si sacar el tema por cómo va a reaccionar, no saber, en definitiva, cómo ayudar. Después de muchos años, aparantemente está recuperada, pero el tema está siempre candente en su mente; es un tema de autoestima y de aceptación del propio cuerpo, por lo que no es nada fácil superar la enfermedad.
En fin, el vídeo muy impactante... :(
Besos
que habra sido de rafa?¡
Mery:
Ojalá todo fuera tan fácil como el truco del espejo. Y lo de los insultos hacia la delgadez responde a una doble moral asquerosa. A nadie se le ocurre ir diciéndole a otra persona que está demasiado gorda y que da lástima, pero sí ocurre al revés. ¿Por qué?
María:
Debe ser una mierda. He tenido casos relativamente cerca, y llega un punto en el que no la gente del entorno no tiene forma de decírselo al enfermo, sin que este se ponga a la defensiva o ataque. Es una mierda...
Anónimo:
Creo que habrá corrido la misma suerte que tantos otros enfermos... :s
¡Saludos!
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