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viernes, 11 de julio de 2008

¡Qué atrevida es la arrogancia!


Los dermatólogos agoreros, las personas de aspecto nórdico y los inconformistas patológicos, ondean una bandera de insurrección hacia la tan extendida moda de la piel bronceada como ideal de belleza. Yo en ese sentido estoy con la mayoría, porque además de ser moreno me encantan las pieles oscuras, y de hecho, después de haber intimado con quienes han recibido el don de de la piel mulata, puedo sentenciar que el racismo es del todo absurdo.

Siempre he sido el más “tostado” de mis amigos (algo normal porque casi todos parecen folios), y me encanta ver el contraste en las fotos que me hago con ellos. Los que hemos sido “bendecidos” con esta sobredosis de melanina tenemos también un estigma, y es que igual que los blancos a ultranza jamás conseguirán dorarse más allá del rojo gamba, por mucho empeño que le pongan, los morenos tampoco estamos exentos de las consecuencias negativas de no pisar la playa. Tan sólo los oscuros de verdad pueden pasar por la vida sin necesidad de sol para lucir color, porque a quienes estamos a medio camino se nos queda un tono raro: nos volvemos amarillentos. Cuando los blancos están muy blancos están en su estado natural, cuando los morenos estamos blancos, estamos raros y parecemos enfermos.

Los últimos años de facultad han hecho mella en mi pigmentación, pues desde que entré en la universidad tengo un bronceado-estudiante más que preocupante, hasta el punto de que no me atrevo a ponerme camisetas de cuello muy abierto para que no se note la discordancia, pues parece que he pegado mi cabeza en el níveo cuerpo de un esquimal.
Este verano me he propuesto ser capaz de compaginar las horas de estudio, las obligaciones y la vida social vespertina, con un par de horas de sol semanales. Dicho y hecho: el otro día fui con el uniforme playero a tostarme bajo el astro rey, y fue tanto lo que quise ennegrecerme de una sola vez, que me quemé. Desde entonces estoy a base de duchas frías y after sun.
Suelo ser precavido a ese respecto, pero entre que fue a las horas menos dañinas, estuve relativamente poco tiempo, y sobre todo y muy especialmente, que tengo constancia de que nunca me quemo por muchas horas que esté expuesto al sol, me convencí de que no me pasaría nada por apenas tener crema. Ahora me arde la piel y tengo la espalda bicolor. Me está bien empleado por arrogante.




5 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja, pero qué exagerado eres. Encuentro este post bastante divertido, sobre todo por lo hiperbólico. Moraleja: no comas chorizo sin ponerte crema del 15 como mínimo.

Sar@! dijo...

Jajajaja toma por ir de emocionado por la vida!!
El sol se está conviertiendo en un enemigo para todas las pieles, que no está el agujero de la capa de ozono pa chistes (como habrás podido comprobar).
Yo soy de piel tirando a ultra blanca, todo el mundo que me ve me diche : chaaaachaa pero como puedes estar tan blanca??? Coño, es que SOY blanca, por mucho que vaya a la playa, y me pueda poner medianamente morena, jamás llegaré a estar tan negra como tú (ni como la media xDDD) pero como tú ya sabes, yo ya no sufro por eso, porque yo no me suelo poner amarilla, aunque ultimamente me noto una ausencia de tono.. que no sé, será el "moreno biblioteca". Lo bueno que tiene cuando me quemo, es que me ahorro el colorete xDD.
Por cierto, se dice melanina no melatonina que te lias tu solo!! (esta gente de letras... jaja ;))

Anónimo dijo...

Yp tambiñen he sido víctima de mi arrogancia muchas veces. También como tu soy morena de nacimiento, también como tu me vuelvo amarillenta... y como no... por mi condición también tengo la sensación de que no voy a quemarme.
Si es que somso unos atrevidos... ajajja

JuanRa Diablo dijo...

También recuerdo yo una vez en la que me quemé la espalda. Qué mal se pasa. Mi madre me aplicó un remedio casero consistente en colocar paños humedecidos con agua y vinagre.
Por aquel entonces estaba yo haciendo prácticas para sacarme el carnet de conducir. El profesor de la autoescuela pasó por mi casa a recogerme sin yo esperarlo y esa hora al volante fue malisima por dos cosas: mi espalda como un horno y la vergüenza de dejar el coche apestado de vinagre.
No se me olvidará.

peibol dijo...

Carlos:

Ya está la lección aprendida; ahora factor 50 plus, en serio. XD

Sara:

Jo... De todas formas ya he aprendido la lección, y ahora soy un tenso del sol y me pongo factor 50, que a final el sol acaba llegando sí o sí.

Imantada:

Es que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra

JuanRa:

Quemarse la espalda es lo peor del mundo; por alguna razón cuando te quemas la espalda todo el mundo siente la necesidad de tocártela. ¡Cabrones!


¡Saludos!