Lo primero que hicimos al llegar a Estocolmo, además de ponernos el chaquetón, fue abrir la boca ante lo que se extendía ante nuestros ojos: La capital sueca es alucinante, y algo totalmente distinto a los que jamás había visto.
Si a Ámsterdam la llaman la pequeña Venecia, Estocolmo es conocida como la Venecia del norte; la gente no es muy original poniendo nombres a los sitios con canales. La ciudad es un conjunto de islas unidas por puentes, pero a no ser que lo veas todo desde las alturas, no te da la sensación de estar saltando de una a otra; sencillamente vas caminando y a veces te das cuenta de que estás cruzando sobre el agua. No hay grandes edificios, pero si grandes moles; más robustas y anchas que altas. Si supiera de arquitectura hablaría de las cualidades de las construcciones, pero como no tengo ni idea diré que eran todas muy bonitas. Algunas son como de la edad antigua oymedieval, y otras parecen enormes casas de muñecas. Todo guarda armonía con el entorno y no hubo nada que me causara rechazo o indeferencia. Es un lugar increíble.
Si a Ámsterdam la llaman la pequeña Venecia, Estocolmo es conocida como la Venecia del norte; la gente no es muy original poniendo nombres a los sitios con canales. La ciudad es un conjunto de islas unidas por puentes, pero a no ser que lo veas todo desde las alturas, no te da la sensación de estar saltando de una a otra; sencillamente vas caminando y a veces te das cuenta de que estás cruzando sobre el agua. No hay grandes edificios, pero si grandes moles; más robustas y anchas que altas. Si supiera de arquitectura hablaría de las cualidades de las construcciones, pero como no tengo ni idea diré que eran todas muy bonitas. Algunas son como de la edad antigua oymedieval, y otras parecen enormes casas de muñecas. Todo guarda armonía con el entorno y no hubo nada que me causara rechazo o indeferencia. Es un lugar increíble.
*La plaza Weyler sueca
La mayoría de los lagos estaban congelados, y nosotros dormíamos en un barco-albergue atrapado en uno de ellos. Era curioso ver todas las embarcaciones amarradas y petrificadas, como resignadas ante la idea de que no podrían moverse de allí en mucho tiempo. Nuestro hostal estaba pero que muy bien; tenía una confortable sala de estar con todo lujo de detalles, que te hacía pensar que estabas en el salón de una gran casa… hasta que mirabas por la ventana y comprobabas que en lugar de jardín y una piscina, el hielo se extendía imponenete hasta el horizonte.
El último día (estuvimos 5), tuvimos que marcharnos del albergue por un problema con la reserva, y aunque fue un coñazo tener que hacer una mudanza para una sola noche, nos permitió vivir algo que luego quedaría de lo más interesante en nuestro anecdotario: ¡Dormimos en una cárcel!
Se trataba de una prisión reconvertida en albergue juvenil, pero que conservaba todas las características que hemos visto en las películas. Entrabas en una fortaleza de la que te parecía que no volverías a salir, y cuando llegabas al vestíbulo te topabas de frente con el sórdido pasado del edificio. A lo largo de un estrecho pasillo se distribuían las celdas (ahora habitaciones), y esa estructura se repetía en las dos siguientes plantas, que al igual que las cárceles tradicionales, bordeaban un gran hueco central. A modo de guiño macabro, todo estaba ambientado con motivos penitenciarios: los llaveros eran una cadena con una bola de preso colgando, había barrotes por doquier, y las habitaciones conservaban la distribución tradicional de las celdas: dos literas pegadas a las paredes y una mesita al medio. Sólo faltaban las muescas en la pared marcando los días de encierro.
Una de las cosas que más llama la atención de los suecos es que no hacen ruido; ninguno. Una mañana estábamos sentados en las escaleras de una plaza muy transitada, cuando nos dimos cuenta de que nuestras voces eran las únicas que se oían, así que decidimos callarnos un momento. Aunque parezca mentira sólo se oían pisadas, y por allí estaba pasando media ciudad. O no hablaban entre sí, o lo hacían muy bajito, casi entre susurros. Quisiera yo verlos en cualquier calle de España.
Siendo conscientes de que con las bajas temperaturas no sobrevivirían la flores, los suecos las sustituyen por plumas, de modo que en la entrada de los edificios y los balcones, veías cientos de plumas de colores pegadas a ramitas, como si de verdad hubieran brotado de la madera.
Hablando de frío, en este viaje pude experimentar algo con lo que siempre había soñado: ¡Una pelea con bolas de nieve! Íbamos paseando por una zona boscosa, próxima al castillo que íbamos a visitar, cuando nos topamos con una montaña de nieve. No había mucha, pero sí lo suficiente como para que sacáramos a nuestro niño interior... y no volviéramos a dejarlo entrar en mucho tiempo. ¡Quiero nieve en Santa Cruz!
Ese día emulamos a Jesucristo caminando sobre las aguas heladas, y divisamos la estampa más popular de la ciudad desde el mirador principal (última foto). Estábamos en la gloria.
Estocolmo es una de esos lugares en los que merece la pena callejear sin rumbo, dejándote llevar por los instintos y descubriendo maravillas que quizás no salgan en las guías. Recuerdo haber trepado por la calle más estrecha de Suecia, que apenas llegaba a rendija; también me acuerdo de ver un barco vikingo perfectamente conservado, y del abundante merchandising de Pippi Calzaslargas, la sueca más célebre con permiso de Lisbeth Salander y las cantantes de Abba. Me vienen muchas cosas en mente, pero sobre todo recuerdo los atardeceres desde el puente que nos llevaba al albergue. Hasta que nos has visto cómo acaba el día en Estocolmo, no sabes lo que es una puesta de sol.
Se trataba de una prisión reconvertida en albergue juvenil, pero que conservaba todas las características que hemos visto en las películas. Entrabas en una fortaleza de la que te parecía que no volverías a salir, y cuando llegabas al vestíbulo te topabas de frente con el sórdido pasado del edificio. A lo largo de un estrecho pasillo se distribuían las celdas (ahora habitaciones), y esa estructura se repetía en las dos siguientes plantas, que al igual que las cárceles tradicionales, bordeaban un gran hueco central. A modo de guiño macabro, todo estaba ambientado con motivos penitenciarios: los llaveros eran una cadena con una bola de preso colgando, había barrotes por doquier, y las habitaciones conservaban la distribución tradicional de las celdas: dos literas pegadas a las paredes y una mesita al medio. Sólo faltaban las muescas en la pared marcando los días de encierro.
Una de las cosas que más llama la atención de los suecos es que no hacen ruido; ninguno. Una mañana estábamos sentados en las escaleras de una plaza muy transitada, cuando nos dimos cuenta de que nuestras voces eran las únicas que se oían, así que decidimos callarnos un momento. Aunque parezca mentira sólo se oían pisadas, y por allí estaba pasando media ciudad. O no hablaban entre sí, o lo hacían muy bajito, casi entre susurros. Quisiera yo verlos en cualquier calle de España.
Siendo conscientes de que con las bajas temperaturas no sobrevivirían la flores, los suecos las sustituyen por plumas, de modo que en la entrada de los edificios y los balcones, veías cientos de plumas de colores pegadas a ramitas, como si de verdad hubieran brotado de la madera.
Hablando de frío, en este viaje pude experimentar algo con lo que siempre había soñado: ¡Una pelea con bolas de nieve! Íbamos paseando por una zona boscosa, próxima al castillo que íbamos a visitar, cuando nos topamos con una montaña de nieve. No había mucha, pero sí lo suficiente como para que sacáramos a nuestro niño interior... y no volviéramos a dejarlo entrar en mucho tiempo. ¡Quiero nieve en Santa Cruz!
Ese día emulamos a Jesucristo caminando sobre las aguas heladas, y divisamos la estampa más popular de la ciudad desde el mirador principal (última foto). Estábamos en la gloria.
Estocolmo es una de esos lugares en los que merece la pena callejear sin rumbo, dejándote llevar por los instintos y descubriendo maravillas que quizás no salgan en las guías. Recuerdo haber trepado por la calle más estrecha de Suecia, que apenas llegaba a rendija; también me acuerdo de ver un barco vikingo perfectamente conservado, y del abundante merchandising de Pippi Calzaslargas, la sueca más célebre con permiso de Lisbeth Salander y las cantantes de Abba. Me vienen muchas cosas en mente, pero sobre todo recuerdo los atardeceres desde el puente que nos llevaba al albergue. Hasta que nos has visto cómo acaba el día en Estocolmo, no sabes lo que es una puesta de sol.
9 comentarios:
Ahhhh, sencillamente fabuloso. :)
Me cae bien este pais, ¿por qué será? :p
Iba a decir que mis hijos siguen viendo aquellos famosos episodios de Pippi, pero en realidad yo también los veo, jeje. En algunos salen unos paisajes maravillosos.
No sé si verías no hace mucho en "Españoles en el mundo" de TVE la entrega que dedicaron a Estocolmo. Como ahora, me quedaron unas ganas de irme p'allá que ni te cuento.
Desde luego, después de Nueva York quizás fuera mi destino favorito.
¡¡Y tú restregándomelos en las narices!! ¡Aggg, cómo te odio, Peibol!
PD Kväll min mail
qué bonito ^^
Suecia tiene un no sé qué, que qué sé yo, que yo qué sé, no sé si me explico... Y claro, están las suecas.
¿Cuándo vamos? =D
"Hasta que nos has visto cómo acaba el día en Estocolmo, no sabes lo que es una puesta de sol."
¡Qué bucólica te ha quedado la entrada hermano!
A mi también me encantó la ciudad, a pesar del frío y de tener que compartir celda con una señora desconocida en la carcel-albergue...porque ¡hacían separación de sexos en las habitaciónes!
Un saludo!
¡Quiero dormir en una cárcel-albergue! ¡¡Y jugar a eso de decir obscenidades a los que pasan por el pasillo desde detrás de los barrotes!! ^^
Estocolmo es her-mosa. Estuve hace unos diez años, ví muy poco pero me maravilló. Sin duda espero volver algún día.
La verdad es que entran ganas de irse a una agencia de viajes jejeje!
JuanRa Diablo:
Es que Suecia nos ha dado muchas cosas, desde Ikea y H&M, hasta la saga Millenium y Abba. A mí me encantaba Pippi, pero si uno la ve ahora se da cuenta de que es muy políticamente incorrecta (una niña que vivía sola, con animales, sin escolarizar, gastándose su fortuna en caramelos, y ridiculizando a todo el mundo). XD
Davidaf:
Jejeje. Sí, lo es ;)
El Zorrocloco:
Me ha quedado clarísimo XD. Cuando vuelva a ser un hombre solvente y sin viajes a la vista, no me importaría repettr; eso sí, mejor en verano con un poco más de calor, que los "canales" entre islas se llenan de barquitos (imagino que con suecas en tetas en la cubierta). :D
La exorsister:
¿Has visto? ¡Para que luego me digas que soy un insensible!
Pecosa:
Jajajajaja. Lo malo es que los funciones de prisiones se la tienen que envainar, pero a ti los huéspedes te podrían dar un piñazo tranquilamente XD.
Yo también espero volver ;)
Anónimo:
Pues ya sabes ;). No te arrepentirás.
¡Ssludos!
Joooooooder!
no me creo que aun nadie lo haya dicho, pero:
ESTOCOLOMO ES TOOOTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAL!!!!!
Entonces, se podría hacer un recopilatorio de "las mil Venecias", no? xD
Jajajaja. S� podr�an incluirlas en un paquete de viajes: "Todas las venecias en una semana".
Estocolmo es totaaaal (leer con entonaci�n zorruna) :D
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