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viernes, 3 de agosto de 2007

Preguntas tontas

¿Se han parado a pensar en la de preguntas tontas que hacemos cada dçia? Por lo general sabemos la respuesta así que no necesitamos hacerlas, y sin embargo las acabamos formulando por la necesidad de decir algo, o sencillamente porque no caemos en que están fuera de lugar. Las que se llevan la palma son las siguientes:

Imagina que estás con una tortícolis horrible y alguien que se da cuenta de que no puedes mover el cuello te pregunta si "te duele."En ese momento te dan ganas de responder que no, que lo que ocurre es que "te gusta ver el mundo desde otra perspectiva", pero como puedes quedar de malcriado te limitas a responder lo evidente. En cualquier caso podría deberse a que por lo que sea te gusta ir siempre con el cuello tieso, de modo que podría quedar justificada la duda, no así cuando te caes de culo de una forma aparatosa y vergonzante en medio de la calle, y al margen del golpe lo que más te duele es el orgullo. En esas ocasiones sólo hay una opción permitida: levantarse indiferente lo antes posible, sacudirse un poco, y con la poca decencia que te queda, seguir andando recto sin mirar atrás, porque estarán todos los transeúntes observándote en silencio mientras se ríen por dentro o se descojonan sin miramientos; da igual que te esté saliendo la rótula por encima de la piel, la máxima es "dignidad ante todo", que ya tendrás tiempo de maldecir cuando llegues a tu casa.
Si te quedas en el sitio más de dos segundos corres el riesgo de que algún morboso buen samaritano se acerque a preguntarte con cara de preocupado:¿te caíste?”
Una parte de ti quienes responder que no, que simplemente te gusta sentarte de la forma más espectacular posible, pero como el sarcasmo no siempre es entendido, y además quedarías de borde, le contestas lo que ambos saben (que si), y le das la gracias por preocuparse.

Recuerdo una vez en la que corriendo por la calle resbalé con algo pringoso en el suelo y caí de una forma increíble, al estilo del gag del plátano en unos dibujos animados. Cuando trataba de levantarme se acercaron dos viejas corriendo (¡cómo corrían las cabronas!), y no dejaron que contestara a la pregunta en cuestión, porque antes de que abriera la boca ya empezaron a elucubrar desenlaces de mi accidente:

-¡AY MI NIÑO! ¡YO ES QUE CREÍA QUE TE MATABAS!

-¡SI MUCHACHO! ¡YO YA TE VEÍA CON LOS SESOS EN LA ACERA, NO TE DIGO MÁS!

¿Qué hace uno ante esto ¿Da las gracias o se caga en el pesimismo de las señoras?

Lo peor es que después insistieron en acompañarme calle abajo (por si me habían quedado secuelas y la hemorragia interna pudiera hacer que me desplomase, me imagino), mientras me amenizaban el trayecto contándome todas las formas que se les pasaron por la cabeza en las que podría acabar, desde la rotura de huesos a la muerte pasando por al tetraplegia. Un encanto de mujeres...

Por último, obviando un clásico como es cortarse el pelo de una forma más que evidente y que te pregunten si “te lo cortaste”, no puedo dejar de mencionar ese gran momento que todos hemos vivido en el dentista, cuando con la boca ocupada por todos los utensilios posibles y sus dos manos, éste te pregunta “dónde te duele”... ¬¬


3 comentarios:

Cristina dijo...

No he parado de reir

JuanRa Diablo dijo...

"Cuando trataba de levantarme se acercaron dos viejas corriendo (¡cómo corrían las cabronas!)" Jajajaja.

Debería haber un acuerdo tácito entre accidentados y samaritanos para no pasar ciertos límites, ¿verdad?
Que muchas veces el descalabro es lo de menos, duele mucho más la dignidad perdida. XD

peibol dijo...

CRD:

A toro pasado yo también, pero en el momento a uno se lo llevan los demonios. XD

JuanRa:

Jajajaja. Ahí le has dado. Y lo peor es que ni siquiera puedes ofenderte, pues al fin y al cabo te están "ayudando".


¡Saludos!