Cuando María y yo planificamos esta escapada, determinamos que cuatro días completos serían suficientes para que ni la ciudad nos supiera a poco, ni nos hartara la compañía del otro. Estábamos equivocados. No sólo no nos hubiera importado estar un par de días más, sino que salvo dos roces tontos (uno y dos), que no duraron más de diez minutos (y no es una forma de hablar), ha sido maravilloso, y ya estoy pensando en el próximo destino a visitar juntos.
Madrid ha resultado ser un lugar más apasionante de lo que recordaba. Cuando estuve hace unos años fue con mis padres, y el plan de viaje fue completamente diferente; en aquella ocasión hicimos la visita tradicional de rigor, conociendo museos, monumentos y lugares de obligado tránsito para una primera estancia en la capital. Todo me dejó buen sabor de boca, pero me gustó más ahora que podía pasar por la ciudad sin sentir la necesidad de detenerme demasiado en cada sitio, y así poder dedicar el tiempo a lo que realmente nos apetecía: callejear. Y es que una vez que has visto todo lo fundamental, callejear se convierte en algo de lo más ameno y atractivo, no sólo porque te permite conocer rincones interesantes que los escritores de guías pasan por alto, sino porque te hace ver que por muy grande que sea una localidad, todo está maravillosamente conectado y más cerca de lo que uno piensa.
Nos quedamos en la Gran Vía… ¡Qué sitio! Tienen razón quienes dicen que es una zona que nunca duerme. Realmente es alucinante ver cómo hay tanto o más movimiento a las tantas de la madrugada que a las cinco de la tarde; la gente deambula por la avenida, come, pasea, se sienta en un banco a charlar, compra (sí, hay tiendas abiertas después de las 9 de la noche), y hacen su vida de una forma tan activa que parecen estar todos bajo un hechizo, mediante el cual no se dan cuenta de que son las dos de la mañana y no las dos de la tarde…es increíble. Diría que me queda el “desconsuelo” (es un decir) de no haber visto a ningún famoso, pues todo el que viaja a Madrid se encuentra con alguien conocido, ya sea al actor de moda o a La Obregón, pero estaría mintiendo, porque si que nos topamos con un personaje popular: la muñeca bratz negra. Juro por lo que sea que la vimos en carne y hueso caminando cerca del hotel: delgada, cabezona, con los ojos enormes (pero enormes ¿eh?) y almendrados, nariz chata y voluminosos morros brillantes… era ella, sin lugar a dudas.
Me resulta un poco caótico hacer una síntesis de todo lo vivido por esas tierras en un único escrito, así que paso a desgranar en artículos cada uno de los días, pero eso será a partir de mañana.
Un saludo a todos.
2 comentarios:
Es cierto... me hubiera quedado un par de días más, porque a parte de que eres el compañero de viajes perfecto para mí, nos quedó un poco de desconsuelo por ver ciertas cosas (seguir tiendeando con tranquilidad básicamente).
He de decir que los dos roces (uno y dos XD) que tuvimos fueron a causa del desorden patológico de Pablo. Yo tengo un problema con respecto a eso y es que NO SOPORTO el desorden, me trasnforma totalmente... En fin, pasados esos 10 minutos de rigor, no podía seguir de morros por esa tontería :D
La penúltima vez que estuve en Madrid fue también hace tres años con 3 amigos más y casualmente, coincidí espacial y temporalmente allí contigo, a pesar de que no nos vimos (Madrid es demasiado grande como para coincidir). La última fue hace unos 4 meses en una visita relámpago de un día haciendo escala para irme a Suiza. Ese día hablamos por teléfono de cómo sería visitar la gran ciudad juntos :D
Y se hizo realidad. Ha sido maravilloso visitarla contigo, puesto que dados nuestros intereses mayormente comunes, nos apetecía estar hasta horas en una misma tienda (como la de las láminas, de la cual supongo que hablarás en próximas entradas).
Suscribo todo lo que has dicho en el último párrafo... Madrid es una ciudad que nunca duerme. Y lo de la bratz negra... jajaja, increíble pero CIERTO. Era igual, clavada, idéntica... salida de una tienda de juguetes.
Me encantará leer la crónica del viaje en tu blog :)
Besos
Qué bonito es leer esto a toro pasado (y también en el momento). Quién sabe... quizás en unos años volvamos a darnos una escapada como la madrileña. Igual si yo me voy a vivir ahí, podremos volver a celebrar un aniversario juntos, sea en mi casa o en el VIPS. :p
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