La gente con tendencia a los patriotismos locales, generalmente perteneciente a zonas deprimidas, suele hablar de su barrio con un orgullo y sentimiento de autenticidad, equiparables a la pasión con la que un nacionalista expone sus ideas ante cualquiera dispuesto a escucharle.
Yo vivo en un barrio emblemático y conocido. Estaba en los límites de la ciudad, hasta que de buenas a primeras, y casi sin que nos diéramos cuenta, el núcleo urbano creció a un ritmo vertiginoso, expandiéndose hacia donde antes no había nada, y dando lugar a modestos centros comerciales y edificios horribles. No poseo un sentimiento de pertenencia fuertemente arraigado, pero me gusta mucho el lugar en el que vivo. Estoy a cinco minutos del centro y a unos pocos menos de la zona nueva, estoy bien comunicado con todo, y vivo sin el bullicio del gentío ni el aislamiento de la periferia. Es perfecto.
Hace ya once años que me mudé aquí, y si para algo me ha servido ese tiempo es para fijarme en esos personajes locales que, por la razón que sea, me llaman la atención.
Si hay algo que abunda en la zona son los desequilibrados… igual es porque tenemos la refinería cerca, no sé, pero el caso es que hay un par de ellos. El más ilustre es “Pablito el loco”, que durante años nos despertó a todos con gritos subersivos:
-"¡¡¡AZNAAAARRR, HIJO DE LA GRAN PUTAAA!!! ¡¡¡TUS DIAS ESTÁN CONTADOOS!!"
-"¡¡FELIPE, CACHOCABRÓN!! ¡¡TE VOY A MATAAAR!!! "
El pobre no terminaba de decidirse por ningún bando político, así que no discriminaba a la hora de insultar. A su hermano, que también le falta un chubasco, lo conozco más en profundidad (para mi desgracia), pero de él hablaré en un post que publicaré más adelante.
Trastornados mentales aparte tenemos a “La cochina”, que es la dueña de un negocio de comida precocinada, a la que por razones obvias nunca le compramos nada. Otro con aspecto de sucio es el dependiente de un local, que podría pasar por el hermano feo de Pau Donés; llevo viéndolo una década y no ha cambiado un ápice en todo ese tiempo: luce la misma barba zarrapastrosa, el mismo pelo largo y mustio cogido con coleta, y la misma camiseta desteñida y holgada del primer día.
En el extremo opuesto tenemos a “El escocido”, un joven que cuida tanto su aspecto que da grima. Lleva el pelo lamido por dos vacas que lo han babado a conciencia, porque al margen de la hora a la que lo vea, SIEMPRE lo tiene empapado, como recién salido de la ducha. Por encima pero de eso llama la atención su estructura de hombre-croasán (tórax y brazos hiperdesarrollados en proporción al resto). Sus hipertrofiados muslos y brazos de vigoréxico le impiden caminar de un modo normal, de modo que lo hace como si fuera un cow boy al que le hubieran robado el caballo, claro que teniendo en cuenta que lleva la ropa tan sumamente apretada que no se le marca ni una sola arruga en la tela, es comprensible que tenga dificultades para moverse.
Siguiendo con gente de cuerpo extraño está “El hombre” , o mejor dicho la mujer de género confuso: es la dependienta del videoclub, y tiene un aspecto tan sumamente masculino y una espalda de culturista tan desarrollada, que creo que nadie se atreve a devolverle una película fuera de plazo. A su favor hay que decir que es un encanto de mujer, y no puedo evitar sentirme mal por seguir la corriente de quienes le sacan chiste. De quien sí que no siento remordimientos por hablar mal es de “JT”.
JT es el dueño de una de esas ventitas de toda la vida, en la que en un mínimo espacio reune todo lo necesario para hacer la compra semanal; el provecho que saca a su pequeño estabecimiento es asombroso.
Trabaja junto a su familia: él y su hijo tras el mostrador de la carne, la verdura y la fruta, y su mujer en la caja, cobrando y metiendo la compra en bolsas. Todos les conocen pero pocos han descubierto la calaña que son, pues no sólo son significativamente más careros que cualquier otra tienda de alimentación, más incluso que los 24 horas, sino que la muy puta de la cajera te da conversación mientras teclea los códigos, para distraerte y marcar algún producto varias veces.
Al poco de mudarnos aquí, nos dimos cuenta de que las compras en el local eran cada vez eran más caras, y no nos salían los cálculos a la hora de razonar cómo demonios podía haberse ido tanto dinero en tan pocas cosas. Una vez una amiga le hizo teclear de nuevo todos los precios en cuanto le comunicaron el importe final, y al volver a hacerlo resultó que le habían cobrado diez euros más porque -“¡uy, qué despistada!”- había marcado un artículo cuatro veces. Un día quise comprobar aquello por mí mismo y me encontré con el mismo resultado, así que nunca más volvimos por ahí, y he de decir que cuando me enteré de que sufrieron un atraco, me alegré. Que se jodan.
Existen personas amabes, correctas y anodinas por mi zona, pero desde luego no ofrece njuego para escribir un artículo.
Yo vivo en un barrio emblemático y conocido. Estaba en los límites de la ciudad, hasta que de buenas a primeras, y casi sin que nos diéramos cuenta, el núcleo urbano creció a un ritmo vertiginoso, expandiéndose hacia donde antes no había nada, y dando lugar a modestos centros comerciales y edificios horribles. No poseo un sentimiento de pertenencia fuertemente arraigado, pero me gusta mucho el lugar en el que vivo. Estoy a cinco minutos del centro y a unos pocos menos de la zona nueva, estoy bien comunicado con todo, y vivo sin el bullicio del gentío ni el aislamiento de la periferia. Es perfecto.
Hace ya once años que me mudé aquí, y si para algo me ha servido ese tiempo es para fijarme en esos personajes locales que, por la razón que sea, me llaman la atención.
Si hay algo que abunda en la zona son los desequilibrados… igual es porque tenemos la refinería cerca, no sé, pero el caso es que hay un par de ellos. El más ilustre es “Pablito el loco”, que durante años nos despertó a todos con gritos subersivos:
-"¡¡¡AZNAAAARRR, HIJO DE LA GRAN PUTAAA!!! ¡¡¡TUS DIAS ESTÁN CONTADOOS!!"
-"¡¡FELIPE, CACHOCABRÓN!! ¡¡TE VOY A MATAAAR!!! "
El pobre no terminaba de decidirse por ningún bando político, así que no discriminaba a la hora de insultar. A su hermano, que también le falta un chubasco, lo conozco más en profundidad (para mi desgracia), pero de él hablaré en un post que publicaré más adelante.
Trastornados mentales aparte tenemos a “La cochina”, que es la dueña de un negocio de comida precocinada, a la que por razones obvias nunca le compramos nada. Otro con aspecto de sucio es el dependiente de un local, que podría pasar por el hermano feo de Pau Donés; llevo viéndolo una década y no ha cambiado un ápice en todo ese tiempo: luce la misma barba zarrapastrosa, el mismo pelo largo y mustio cogido con coleta, y la misma camiseta desteñida y holgada del primer día.
En el extremo opuesto tenemos a “El escocido”, un joven que cuida tanto su aspecto que da grima. Lleva el pelo lamido por dos vacas que lo han babado a conciencia, porque al margen de la hora a la que lo vea, SIEMPRE lo tiene empapado, como recién salido de la ducha. Por encima pero de eso llama la atención su estructura de hombre-croasán (tórax y brazos hiperdesarrollados en proporción al resto). Sus hipertrofiados muslos y brazos de vigoréxico le impiden caminar de un modo normal, de modo que lo hace como si fuera un cow boy al que le hubieran robado el caballo, claro que teniendo en cuenta que lleva la ropa tan sumamente apretada que no se le marca ni una sola arruga en la tela, es comprensible que tenga dificultades para moverse.
Siguiendo con gente de cuerpo extraño está “El hombre” , o mejor dicho la mujer de género confuso: es la dependienta del videoclub, y tiene un aspecto tan sumamente masculino y una espalda de culturista tan desarrollada, que creo que nadie se atreve a devolverle una película fuera de plazo. A su favor hay que decir que es un encanto de mujer, y no puedo evitar sentirme mal por seguir la corriente de quienes le sacan chiste. De quien sí que no siento remordimientos por hablar mal es de “JT”.
JT es el dueño de una de esas ventitas de toda la vida, en la que en un mínimo espacio reune todo lo necesario para hacer la compra semanal; el provecho que saca a su pequeño estabecimiento es asombroso.
Trabaja junto a su familia: él y su hijo tras el mostrador de la carne, la verdura y la fruta, y su mujer en la caja, cobrando y metiendo la compra en bolsas. Todos les conocen pero pocos han descubierto la calaña que son, pues no sólo son significativamente más careros que cualquier otra tienda de alimentación, más incluso que los 24 horas, sino que la muy puta de la cajera te da conversación mientras teclea los códigos, para distraerte y marcar algún producto varias veces.
Al poco de mudarnos aquí, nos dimos cuenta de que las compras en el local eran cada vez eran más caras, y no nos salían los cálculos a la hora de razonar cómo demonios podía haberse ido tanto dinero en tan pocas cosas. Una vez una amiga le hizo teclear de nuevo todos los precios en cuanto le comunicaron el importe final, y al volver a hacerlo resultó que le habían cobrado diez euros más porque -“¡uy, qué despistada!”- había marcado un artículo cuatro veces. Un día quise comprobar aquello por mí mismo y me encontré con el mismo resultado, así que nunca más volvimos por ahí, y he de decir que cuando me enteré de que sufrieron un atraco, me alegré. Que se jodan.
Existen personas amabes, correctas y anodinas por mi zona, pero desde luego no ofrece njuego para escribir un artículo.
5 comentarios:
JAJAAJAJAJAJAAJA BUENIIIISIMO EL POST
Oye, pues parecen muy majos todos. ¿Y cómo sigue esa gente?
Supongo que Pablito el loco habrá encarrilado ahora a ZP, ¿no?
El precio Justo no creo que cambie. Esos no cambian.
"Escocidos" he visto a más de uno. Todos pecan de lo mismo: muestran bien grande lo que ocultan diminuto.
Bye!
A anónimo:
Gracias ;)
A JuanRa Diablo:
Majísimos sí :s. Pablito hace tiempo que no ronda las calles, no sé dónde andará; menos mal que su hermano ha ocupado su puesto...
Los del "precio justo" cada vez tienen menos afluencia, sobre todo desde que abrieron el Mercadona; que se jodan, y el escocido es todo un caso, porque además, vaya a donde vaya, me lo encuentro :s
¡Saludos!
¡Mira qué graciosamente tropical se ve tu barrio!
¿A que mola poner motes a la peña?
Creo que es de las cosas más divertidas que existen.
Jajajajaja. Pues sí, yo lo hago compulsivamente, no en plan mala leche pa criticar, sino yo conmigo mismo. En el gimnasio tengo una fauna de la más variopinta, desde "el gogó" a "Chicholina", pasando por "el efebo", "Freddie Mercury" o "el pollito". XD
Publicar un comentario