Hace casi once años, estando en primero de la ESO, mi colegio organizó un intercambio escolar con un centro de Teruel. Ambos directores se habían conocido en uno de los viajes en autostop del mío, que de joven vio toda España y parte de Europa sin pagar un duro. Durante años estuvieron tanteando la posibilidad de llevar a cabo el proyecto, y para cuando lo decidieron fuimos nosotros los afortunados. En realidad creo que se trató de justicia divina, pues entre unas cosas y otras habíamos tenido menos excursiones que cualquier otra promoción, y ya era hora de que nos premiaran con algo que lo compensara. No fuimos a la Danone, a los bomberos ni a la fábrica de golosinas, de la que todos los niños venían con una bolsa llena. ¡Cabrones!
No tuvimos chucherías gratis ni bajamos por la barra vertical, pero íbamos a ir a Teruel. ¡Muéranse de envidia! (Esto sonaba mejor en mi cabeza que por escrito).
El caso es que este intercambio tenía algo especial que explicaba por qué había sido tan difícil llevarlo a cabo: los alumnos de allí eran de educación especial. El objetivo del proyecto era que tuviéramos un contacto directo con ellos a una edad temprana pero certera (ni siendo muy niños, ni ya pasada la pubertad), para que aprendiéramos a ver sus discapacidades como algo accesorio, y no como el elemento que les definiera como personas. La experiencia fue muy enriquecedora a varios niveles, y es que además de la amplitud de miras que adquirimos, era la primera vez que hacíamos un viaje juntos, y todo el mundo sabe cómo son esos viajes adolescentes…
Nos quedábamos en un albergue juvenil de un pueblo de las afueras (por si estar en Teruel no fuera suficiente, encima estábamos alejados del centro), y aunque para cada excursión o actividad había que coger una guagua que tardaba un buen rato, lo cierto es que aquel sitio tenía lo poco necesario para sobrevivir (tiendas de víveres, básicamente). El último día hubo más movimiento y afluencia de gente porque se celebraba una fiesta local; había banderillas colgadas de farola a farola en la plaza principal, y kioscos de música donde vendían bebidas y comida basura.
El caso es que este intercambio tenía algo especial que explicaba por qué había sido tan difícil llevarlo a cabo: los alumnos de allí eran de educación especial. El objetivo del proyecto era que tuviéramos un contacto directo con ellos a una edad temprana pero certera (ni siendo muy niños, ni ya pasada la pubertad), para que aprendiéramos a ver sus discapacidades como algo accesorio, y no como el elemento que les definiera como personas. La experiencia fue muy enriquecedora a varios niveles, y es que además de la amplitud de miras que adquirimos, era la primera vez que hacíamos un viaje juntos, y todo el mundo sabe cómo son esos viajes adolescentes…
Nos quedábamos en un albergue juvenil de un pueblo de las afueras (por si estar en Teruel no fuera suficiente, encima estábamos alejados del centro), y aunque para cada excursión o actividad había que coger una guagua que tardaba un buen rato, lo cierto es que aquel sitio tenía lo poco necesario para sobrevivir (tiendas de víveres, básicamente). El último día hubo más movimiento y afluencia de gente porque se celebraba una fiesta local; había banderillas colgadas de farola a farola en la plaza principal, y kioscos de música donde vendían bebidas y comida basura.
Cuando la cosa empezó a animarse hizo aparición un tipo con un cabezón de toro de cartón-piedra, como los cabezudos de las cabalgatas, que se dedicó a perseguir a la muchedumbre con bengalas en los cuernos. La gente “se asustaba” y corría delante de él, disfrutando de una diversión sana sin necesidad de putear y asesinar a ningún animal.
Una vez pasado el momento taurino, cuando el alcohol ya empezaba a despertar los instintos más primarios de los lugareños, uno de nosotros le hizo no se qué comentario “desafortunado” a un chico autóctono, firmando así nuestra sentencia de muerte. El turolense hizo piña con sus amigos, con los amigos de sus amigos y con los que estaban por allí de paso, y empezaron a perseguirnos a todos en grupo, al grito de: “HIJOS DE PUTA, OS VAMOS A MATAR”. Sin saber cómo ni por qué, pasamos de estar tranquilamente con nuestra Fanta en la mano, a correr por la pronunciada pendiente que daba hasta nuestro albergue, que a su vez, estaba en un callejón sin salida. A lo lejos, la masa enfurecida avanzaba hacia nosotros con rapidez, y aunque había compañeros de clase dentro, la puerta se había atascado y no podían abrirnos. Por más que les gritáramos o aporreáramos la puerta aquello no cedía, así que con ayuda de los más fuertes, trepamos por la ventana como medida desesperada. Cuando ya habían entrado unos cuantos la puerta por fin se abrió; entramos los que quedábamos y la cerramos a toda prisa justo antes de que nos alcanzaran.
Nunca entendimos ese arrebato de ira injustificada en el que sólo faltó que se armaran con antorchas y tridentes, y llegamos a pasar miedo por la posibilidad real de que nos dieran una paliza; entrar por la ventana supuso un gran riesgo, porque nos podríamos haber caído y hacernos mucho daño, pero aún con todo lo negativo, no cambio ese episodio de subidón de adrenalina por nada. Teruel existe, y no se me olvidará nunca.
13 comentarios:
pero luego estas son las cosas que cuentas y quedas la mar de hombre aventurero de mundo jejeje ; )
Vaya, hombre, será que con ese complejo de "ninguneados" que les hemos puesto entre todos, tienen que hacerse notar a la más mínima.
Me han encantado tres detalles:
1) Lo inaudito de encontrar una guagua en Teruel. Las guaguas son primas hermanas de los autobuses, pero sólo circulan por las islas. XD
2) El detalle de pura inocencia de "con nuestra Fanta en la mano"
3) La última foto. Pies para qué os quiero!! XD
Un abrazo.
Si es que no te puedo dejar salir a la calle!!
Un beso.
"Que a su vez estaba en un callejón sin salida"
¡¡JAJAJAJAJAJAJAJAA!! ¡Dios, cómo me he reído con eso! XDD
¡Si es que las verbenas son lo peor! Y da gracias a que no había vaquillas, que os las hubieran soltado XDDD
(En el pueblo del padre de H@n este año se escaparon las vaquillas y todo el pueblo acabó en el río. Que se jodan por gilipollas XDDDDD)
Por cierto, ¡¿una fábrica de golosinas?! ¡¡Cabrones!! A mi sólo me llevaron a El Día en sexto de primaria, y más nada =/ Hubiera preferido ir otra vez al puñetero astrofísico. O a La Opinión XD
Iba a poner algo inteligente pero el comentario anterior al mío me parece lo mejor!!!!
ay... aquellos años de viajes estudiantiles...
en fin, a mi abuelo le pasó algo muy parecido en piedralabes, lo que me hace pensar que estas cosas pasan con frecuencia.
jejejeje.
un beso.
xDDDD sinceramente la última imagen le viene como anillo al dedo xD
Te imagino como en el inicio de la peli de Indiana Jones jaja.
Nils:
Di que sí. De hecho, es una de las anécdotas más jugosa del viaje. :D
JuanRa Diablo:
No sé a qué se debió, si fue por hacerse notar o porque estaban pedo... pero nos acojonaron mucho... ¡y nos reímos aún más! :D
Las guaguas están en todos lados, pero por alguna razón la gente sólo las ve cuando viene a Canarias :D.
Lo de la Fanta no está puesto en vano; no vendían alcohol a menores XD
La exorsister:
Y sin embargo... se mueve.
El Zorrocloco:
Jajajajajaja, ¡Es que es verdad! Aquello parecía de película; estábamos en el callejón final por el que bajaba la pechada del siglo; era como si alguien lo hubiera planificado para que dada alguna emergencia, fuéramos los primeros en morir XD
Yo doy gracias a que ya hubieran guardado la artillería, que si no seguro que nos hubieran lanzado petardos. ¡Cabrones!
¿A El Día? ¡Qué poco nivel! Tú, que eres de mi quinta, también tuviste que joderte durante años por lo de la niña del Parque de las Águilas. ¿no?
¡Saludos!
Gonzalo Viveiró Ruiz:
Es que el Zorrocloco los clava, pero no te cortes :D.
Indo:
Yo no sé si será que les jodía que invadiéramos su pequeño pueblo, pero se ensañaron que dio gusto. :o
Davidaf:
Hubiera sido un puntazo saber manejar el photoshop, para poder cambiar la bandera estadounidense por la turolense, pero sí, le quitas las armas y fue más o menos así XD
Fran:
Pues no te creas que fue muy distinto ¿eh? XD La diferencia principal es que en vez de un Indiana, éramos 20. :D
¡Saludos!
La estampa del momento, desde luego, tuvo ser impagable :D
Estas anécdotas molan
Hostia, se me había olvidado lo de la niña del Parque (suena un poco a la Niña de la Curva, ¿verdad?). Qué va, era más bien que en mi colegio eran unos ratas. Ni excursiones, ni viajes de fin de curso... Bah, un asco XD
Pito...to:
¡No sabes cuánto! XD
El Zorrocloco:
Pues a nosotros la niña nos tuvo toda la Eso de brazos cruzados, que oye, fue una putada, pero joder, ¿qué culpa teníamos nosotros?
¡saludos!
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