¿Sexy de qué?

Hace unos días empezó mi verano, y me está sabiendo a gloria bendita. Me está sirviendo para desconectar y disfrutar del placer de no hacer nada productivo. Lo necesitaba.

Uno de mis objetivos frívolos de este año va a ser ponerme negro (con protección 30 y sólo a partir de las 4 de la tarde, que hay que cuidarse) hasta que sólo se me vean los dientes, no tanto para incrementar el sex appeal, como para aguantar un poco el moreno antes de que en navidades esté de nuevo blanco. Si lo consigo prometo postear los resultados, pero sólo parcialmente, que no seré yo quien le robe protagonismo al posado anual de Loco.

Y hablando de erotismo (o no, pero de alguna forma tenía que pasar al tema en cuestión), la encuesta sobre cabreos de hace unas semanas encumbró a “¿Sexy o no?” como ganadora indiscutible; mi análisis sobre lo que los canis consideraban sexy pero en realidad era chabacano y antierótico gustó mucho más que las otras, así que ahora os propongo yo hacer lo propio y responder a la siguiente pregunta:

¿Qué cosa supuestamente sexy os parece que no lo es ni de coña?

Para mí la palma se la lleva fumar. Nos lo han vendido como el súmmum del erotismo, pero a mí me revuelve las tripas. Puede hacerlo quien quiera y cómo quiera, con caidita de ojos, morritos y lo que haga falta, pero me pone la libido en los pies, porque me imagino besando esa boca reseca con sabor a cenicero y me entran arcadas.

Un, dos, tres, respondan otra vez.

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