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viernes, 25 de septiembre de 2009

La novia

A pesar de que ya no salgamos juntos por ahí, mantengo un recuerdo muy nítido de las quedadas con mi amiga R. Su “exceso” de espontaneidad con la gente anónima no conocía límites, y esa naturalidad sin tapujos en cualquier momento y situación, hacían que uno pudiera llegar a sentirse afrentado en ciertos contextos sociales. Aún así merecían la pena los momentos de “trágame tierra”, porque ese desparpajo del que te hacía partícipe era precisamente lo que le convertía en alguien especial.

Nos conocíamos de vista en el colegio, y cuando repitió curso y se quedó en mi clase los últimos dos años fue cuando nos convertimos en amigos. Al acabar allí nos fuimos juntos a La Gomera, donde como en cualquier otro sitio, destacó sin proponérselo. No pasaba desapercibida de ninguna forma, pues a su carácter deshinibido había que sumar una larguísima melena naranja chillón, y una escandalosa risa de la que era imposible no contagiarse.
Al acabar la secundaria entramos juntos en el instituto, donde se encargaba de saludarme cada mañana de un modo que chocaría a la mayoría de los que estudiaban allí, pero no a mí, que sabía de lo que era capaz. Se colocaba sigilosamente detrás de mí mientras subía la escalera, y me pellizcaba el culo mientras decía a grito pelado:

-¡Pero qué culo tiene mi Pablo!

Por supuesto no se molestaba cuando la llamaba cariñosamente “mi gitana” por cosas así. Estaba encantada de serlo.
Tras un periodo en el que nos distanciamos sin ningún motivo en especial, volví a dar con ella un par de veces mientras caminaba por la calle, y a partír de ahí retomamos el contacto como si nada hubiera pasado, sólo que sí había cambiado algo, o mejor dicho iba a cambiar. Apenas unos meses después de aquellos encuentros le detectaron un tumor maligno incurable, al que se enfrentó con mucha valentía y sentido del humor; su característico pelo desapareció de la noche a la mañana, pero su risa permaneció casi hasta el último momento.

En los últimos tiempos, metido ya en la vorágine de alegres visitas al hospital, en las que debía dejar las ganas de llorar en la puerta, para recibirla con la mejor de mis sonrisas y vacilar con ella como si nada pasara, comenzó la broma de que antes de morir quería casarse conmigo (tenía un sentido del humor muy negro), y haciendo partícipe a su madre del cachondeo, empezamos a fantasear sobre cómo iba a ser la boda y el viaje de novios. Aquello no nos entristecía, pues suponía un momento de evasión con el que olvidarnos por un rato de que se acercaba su final, y además ambos sabíamos que en ese sentido no había interés por parte de ninguno de los dos, como para preocuparnos por herir sensibilidades. Además, ella hacía gala de su picardía natural, “chantajeándome” con que no me podía negar dada la situación, y que si no accedía volvería como fantasma a atormentarme (remarco lo de su humor negro). Poco a poco la coña fue creciendo, y con cada visita le ofrecía nuevos datos de la boda que supuestamente estaba preparando, y que iba ganando en espectacularidad por momentos; tanto ella como su madre se reían con las ocurrencias, y aportaban nuevas ideas para que fuera la ceremonia del siglo. No tendríamos nada que envidiar a los enlaces reales.

Un día me embarqué en algo que tenía pendiente desde que empezó toda esta parafernalia: comprarle un velo. Recorrí varias tiendas junto a MaRía en busca del velo idóneo, y mientras caminaba no paraba de decirle con una sonrisa de oreja a oreja lo entusiasmado que estaba con la idea, y la ilusión que me hacía pensar en su reacción cuando me viera aparecer con el mismo. Le haría cerrar los ojos, se lo colocaría con cuidado y haría que los abriese frente al espejo. Conociendo a R. las risas estaban aseguradas, y sin duda habría corrido a por la cámara para inmortalizar el momento, o me habría hecho desfilar con ella por el pasillo de su casa simulando el camino hacia el altar. Como si lo estuviera viendo.
Di con un velo perfecto en una tienda de telas, que me dejaron a muy buen precio por ser una pieza suelta. A continuación encontramos la diadema adecuada para sostenerlo, y aunque la broma me había salido por más dinero de lo que tenía pensado, no me importaba; imaginar la reacción de R. era suficiente aliciente como para considerarlo una buena inversión.

El martes por la tarde lo compré todo, el miércoles no podía ir a verla de ninguna manera, y lo dispuse todo para visitarla el jueves. Fue demasiado tarde. Recibí una llamada de una amiga suya el miércoles diciéndome que se había puesto muy mal y habían tenido que sedarla, y para cuando subí ya no había vuelta atrás: R. estaba “dormida” y nunca más despertaría; sólo cabía esperar hasta que su cuerpo no aguantara más y su cerebro se apagara del todo. Murió el viernes.
Durante casi tres días no me separé de ella, pues aún estando “ausente” no quería irme de su lado, y además soy de los que piensan que incluso en ese estado se es consciente en cierto grado de lo que pasa alrededor. Cuando estaba en la habitación me sentaba a su lado y le agarraba la mano, que emanaba mucho calor, y lejos de sentirla como algo inerte, me respondía apretándomela con fuerza y moviendo los dedos. R. estaba ahí, en alguna parte, sólo que no podía comunicarse de forma explícita. Cuando alguno de los allí presentes le hablaba directamente, poniendo énfasis en palabras clave, o dándole un mensaje novedoso que de forma normal habría captado su atención, gesticulaba de forma automática levantando las cejas; y si el mensaje se salía de lo común o tenía una gran carga emocional, se le aceleraba el ritmo cardíaco. No me cabía duda de que alguna forma, aunque fuera en lo más profundo de la consciencia, nos percibía, y quizás en ese lugar interactuaba con nosotros, como en un sueño.

En cuanto subí tras conocer la noticia, aún con las cosas de novia en mi bandolera, su madre le contó al oído que había venido, y cuando supo lo que tenía planeado respecto a la falsa boda, no lo dudó un momento y la atavió con lo que había comprado, comentándole muy risueña la situación. Ver cómo R. “se aceleró” me encogió el estómago, y aunque sabía que ya de nada servía, sentí unas profundas ganas de pedirle perdón por no haber podido subir un día antes y despedirme como se merecía.

Hace un año estuve a punto de “casarme”, pero la novia tuvo que plantarme en contra de su voluntad. No me importa; no la olvidaré nunca.




17 comentarios:

Superpatata dijo...

Ánimo Peibol. Yo también creo que en ese estado, aunque a veces parezca que no, ellos saben que estás ahí.
Una situación muy parecida viví yo hace dos años, cuando murió mi abuela. También sufrió un cáncer durante meses, hasta que se puso muy mal y ya no aguantó más.
A veces recuerdo el momento, y me alegro de haber ido a verla aquel último día que estuvo con vida. Estaba sedada, y aparentemente no se enteraba de lo que ocurría a su alrededor. Pero sé que ella sabía que estábamos allí.
Tú al final no pudiste darle la sorpresa como te hubiera gustado, pero seguro que ella se fue feliz porque estuviste a su lado hasta el último momento.
Un abrazo.

JuanRa Diablo dijo...

Qué cosas tiene la vida y qué amargos e injustos resultan algunos finales.
Leí en su día todas las entradas que enlazas pero desconocía los detalles de esa complicidad y esa ilusión por "casaros", que me ha emocionado mucho.
En este aniversario recibe mis sinceras condolencias y ten la seguridad de que se fue con la dicha de ser querida.

(Te me has hecho inmenso con este texto, Peibol)

Un abrazo

Perradesatan dijo...

Qué bonito, joder :( con lo sensible que está una cuando tiene la regla :'(

El Zorrocloco dijo...

Qué bonito y qué triste... Pero sobre todo bonito. Si casi me saltas una lagrimilla (a mí, el cínico).

Un abrazo enorme, campeón.

peibol dijo...

Superpatata:
Yo estoy convencido, y no sólo por el caso de mi amiga, sino porque el novio de mi prima estuvo en coma y sedado, y recordaba con horror, cómo oía a los médicos decirle a los familiares que deberían desenchufarlo, sin que el pudiera moverse lo más mínimo para pedir ayuda. ¡Uff! Se me acaba de erizar todo el cuerpo sólo de escribirlo.

Gracias por tus palabras :)

JuanRa Diablo:
Y que lo digas...
Sé que le he dedicado muchas entradas a ella y a los temas surgidos en torno a su condición, pero sentía que me faltaba una fundamental; una más humana en la que se supiera quién había sido en mi vida. Me alegra mucho que te haya gustado, y es todo un honor saber que te he conseguido emocionar a ti, el contador de historias bonitas por excelencia.

Muchas gracias por lo dicho, de verdad.

Bea:
Gracias; para mí también ha sido bonito (y triste) recordarlo :)

El Zorrocloco:
Si es que los mala leche también tenemos nuestro corazoncito ¿no? :p
Gracias :)


¡Saludos!

Nebulina dijo...

Puff todas las palabras en estos momentos sobran. Todas. ¿Sabes? Yo creo que en esos momentos, aún sedadas...se dan cuenta. Y ella supo que estuviste ahí, con el velo
Un besazo

LaNiña dijo...

¡Hola!

Bueno, he de decir que lo mío empieza a no ser normal... Eso de descubrir un blog y tragarselo casi enterico, comenzará a pasarme facutra (mental ya es demasiado tarde xD, pero mis ojos quieren asesinarme) Da iguaaal, ha valido la pena =)

Me ha gustado mucho tu blog. He concidido con lo que piensas en muchas de tus entradas y además tienes una gracia tremenda :P

Sobre La Novia, solo puedo decir que me ha conmovido mucho. Hiciste un trabajo duro (acompañarla en su enfermedad y no admitir delante de ella el miedo que ambos teníais)y aunque no pudiese ver el velo, yo también estoy segura de que se encontraba allí y lo sintió ;)

Un beso, seguiré pasandome por estos lares.

Anónimo dijo...

he estado diez minutos pensando que escribirte y la verdad es que hubiera preferido darte un abrazo. tengo muy claro que eres muy especial y a veces cuando nos cruzamos con espiritus como el tuyo, no todos estamos a la altura adecuada.hoy no puedo decirte nada mas.

Route 66 dijo...

Joder tío, hacia tiempo que no me pasaba por aquí, y acabo de leer esta entrada de principio a fin sin ni siquiera parpadear, sin pararme en ninguna coma ni en ningún punto, esperando no encontrarme con ese desenlace.

Has conseguido emocionarme con la historia, pero también con la forma en la que la has narrado.

Solo me queda darte ánimos y un fuerte abrazo, y decirte que mientras la recuerdes, y nosotros también la recordemos (porque te aseguro que mas de una vez voy a recordar esta historia y a ella también) R seguirá viva.

Un fuerte abrazo!

peibol dijo...

Nebulina:
Eso quiero pensar yo... :)

LaNiña:
Muchas gracias por los halagos :D. Cuando descubro un blog que me gusta, yo también me doy un atracón de entradas; es un gustazo.

Espero verte por aquí a menudo :)

Anónimo:
¿Qué puede responder alguien ante eso, salvo un inmenso gracias con la cara colorada? Ahora eres tú quien me ha dejado sin palabras. No es la primera vez que un "Anónimo" me escribe en términos de cercanía y con tu estilo, y entre eso y el contenido de tu comentario, intuyo que en los otros casos también se trataba de ti. ¿Quién eres? ¡Ponte un nombre para poder identificarte en un futuro! :)

Un abrazo, y de nuevo gracias

Route 66:
Gracias :). Quería hacer una presentación de ella postergando lo máximo posible el desenlace, para no condicionar el contenido. Me alegra mucho que te haya gustado.

Estoy contigo; las personas no mueren mientras otras las recuerden.


¡Saludos!

María Suripanta dijo...

Snif, snif...

Peter Pan dijo...

Es una historia muy bonita :) Y estoy seguro que desde donde este R. te estara muy agradecida y se habra reido mucho con la historia del velo.
Un abrazo

Aurora dijo...

Mi padre también murió de cáncer y también lo sedaron y los médicos insistían en qué el oído es lo último que se pierde. Yo no tuve el valor que tuviste tu para estar ahí sentada esperando que dejara de respirar. Esa situación me superó... y con eso cargaré toda mi vida.

Al empezar a leer, me ha venido a la cabeza el anuncio de trinaranjus de este verano, que siempre me hace sonreir. Y me parece que tu amiga era de esas personas.

Y por lo corta que fue su vida, creo que no podía ser de otra forma. La tenía que exprimir al máximo y ponerse el mundo por montera.
¡Y qué paz da eso!

Un achuchón!

peibol dijo...

María Suripanta:
:(

Peter Pan:
Gracias; es mejor pensar esas cosas... :)

Aurora:
Cargas las justas; son situaciones límite en las que no somos nosotros mismos, y en tu caso se trataba de alguien mucho más cercano. Es como lo de ver o no al muerto en un velatorio; después de ver a mi prima me juré que no volvería a hacerlo, y no creo que por eso le esté fallando o despreciando a quienes han muerto luego. Estuviste con él, quizás no de la forma en que hubieras querido, pero sí en la que podías. ;)

Me gusta tu forma de verlo; que su vivacidad fuera consecuente con cuál iba a ser su final. :)


¡Saludos!

Anónimo dijo...

Increíble hermosa historia que lei sin parpadear, eso es la verdadera amistad........

El Kioskero del Antifaz dijo...

En situaciones así todos morimos un poco... es nuestro modo de acompañar a los seres queridos que se nos van.

Entrañable Peibol.

peibol dijo...

Anónimo:
Gracias. Muchas gracias :)

El kioskero del antifaz:
Gracias; a mí me encantó la de Iván, y sí, ya lo dice la canción: "Algo se muere en el alma cuando un amigo se va..."

¡Saludos!